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Noisey

En defensa de lo indefendible: Un viaje por el mundo de Mägo de Oz

Un fanático de Mägo de Oz nos explica por qué la banda española de metal debe tomarse en serio, y no como objeto de burla.

Este artículo fue publicado originalmente en Noisey, nuestra plataforma de música.

Hay un episodio de Los Simpson en el que Bart y Milhouse van a un concierto de Spinal Tap, en donde aparece un Satanás gigante desinflado sobre el escenario y el público se vuelve loco. Lo mismo sentí cuando fui a un concierto de Mägo de Oz cuando tenía 15 años: una experiencia ridícula, exagerada, abrumante, en la que sentí un nivel de éxtasis que no sentiría hasta probar mi primera tacha. Sé lo que piensan: "A mí también me gustaba la música culera a los 15", a lo cual respondo con este texto, sólo para callarles la boca.

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Cualquier persona con tantito gusto te puede decir que Mägo de Oz es una mierda de banda, pero batallaría mucho tratando de exponer por qué piensa eso. Por ello decidí re-escuchar la discografía y explorar la larga y épica carrera de esta increíble orquesta de metal celta. Empezando por la puta diéresis en su nombre, que le rinde tributo a décadas de bandas metaleras, Mägo de Oz es para bien o para mal el Spinal Tap hispano; la única diferencia es que Mägo se toma sus payasadas en serio.

Jesús de Chamberí, el primero en una larga línea de discos conceptuales, no es una obra maestra —como los que siguieron—, sino una profecía de lo que se veía venir. Usando el sacrilegio como estandarte, el disco habla de un Jesús contemporáneo, como lo ilustra esta letra sutil:

"Esta carta que le escribo
a su ilustre señoría
es un fax informativo
me acabo de suicidar
¡Mi nombre es Judas!"

Siendo una ópera prima no esperaría mucho de un concepto original, pero hay unos temas capaces de volarle la cabeza al que se atreva a escuchar. El estilo parte del blues y el rock urbano de España, que es un eco del rock urbano en México pero de primer mundo. Fue una de las primeras bandas de metal mainstream en incluir violín a su sonido, haciendo que los fans brinquen como duendes ensangrentados después de partirse la madre en el slam.

Fans extremos de Mägo de Oz en Monterrey. Foto tomada de la página de la banda.

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En 1998, mientras nosotros seguíamos bailando "Amor a la mexicana" como pendejos, en Madrid se grabó un disco que sería el equivalente musical del Quijote, principalmente porque es un disco conceptual sobre el tomo de Miguel de Cervantes. La leyenda de la Mancha es una bestia de disco: no sólo fue el primer disco en el que colaboran con el maestro Gaboni para la indescriptible portada, sino que es el disco que los lanzó a la fama con su canción más conocida, "Molinos de Viento".

Desde la primera canción en la que un solo de guitarra acompaña la "Danza Húngara #5" de Brahms, sabemos que estos cabrones van en serio. Incorporar música clásica de esa manera a una pieza musical contemporánea es suicidio, a menos que seas un virtuoso, y es justo en este punto en el que nos damos cuenta que todos en Mägo de Oz son muy buenos pinches músicos. La historia del Quijote quedó inmortalizada ante los metaleros con canciones como "El Pacto", en la que Quijote le declara su amor a Sancho en un tono bastante gay —canciones que a su vez sientas ideas progresistas, cuando ningún metalero se atrevía a asociarse con esos temas—. Fue durante esta gira que empezaron a usar al Quijote inflable que los acompañaría hasta el final, como el fiel compañero (¿amante?) del protagonista.

En sus presentaciones en vivo, los integrantes salen de ataúdes. En serio, ¿qué más quieren?

Mägo recibió el nuevo milenio con un disco doble, de concepto original, agregando una flauta y teclados al repertorio. Esta es la época de oro de la banda, lo que mejor saben hacer. Abriendo con "Satanía", una épica rola sobre el fin del mundo a manos de las computadoras (¿se acuerdan del Y2K?), Finisterra es un álbum sobre cómo después del mundo civilizado, regresamos a una era medieval al estilo El Hobbit, como explica el coro de ésta memorable introducción de disco:

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"Oh, en Satania estás
tus pensamientos programados están.
Oh, aprieta el botón,
navega en mi mundo: deseos.com"

Esta movida audaz, en la que una banda crea un imaginario tan extenso, no se da en el nuevo continente. Menos aún con canciones de 15 minutos en las que todos los miembros de la banda tiene un solo pasado de verga. Y menos aún, un disco con puras rolas buenas —se los juro, los 20 tracks de Finisterra funcionan, dentro de la misma lógica en la que Mägo de Oz le funciona al mundo—. Durante la gira de este disco, crearían otro épico personaje llamado Superpolla, una botarga de pene gigante que funciona como su hype-man en vivo.

Sí, yo vi a Superpolla en vivo.

Seguido de esto llega Gaia, un disco que años después nos enteraríamos sería el primero de una trilogía. En esta primera entrega, después de una intro estilo Piratas del Caribe —que por cierto, por esa época la banda tuvo como escenario un buque español y vestían como conquistadores—, escuchamos Gaia (la canción), cantada del punto de vista de la madre tierra. Aquí Mägo toman un giro casi completamente celta. En la segunda canción piden perdón a México por la conquista. No se esperaban esa, ¿verdad?

Nótese la teatralidad con la que terminan esta canción, electrocutando al vocalista en la silla eléctrica por todos los pecados de la humanidad.

Gaia es un disco que habla de hechos reales como la matanza del pueblo indígena de las américas, y lo cubre con un velo de esoterismo. Habla de Moctezuma, volcanes encabronados, la Noche triste y nutrias. Pero no sería nada comparado con su magnum opus, Gaia II: La Voz Dormida. Para la gira de este disco, Mägo preparó una catedral gigante con la que volaron a diferentes partes del mundo, ya como una mega banda consumada.

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Este es el punto máximo de la banda: aunque el disco tiene varias canciones cursis que no funcionan, cuenta con los mejores himnos, los mejores solos y el concepto más estrafalario que este grupo de ahora 10 miembros podría aspirar a tener. Es un disco sobre el presente; en una época en la que el mundo empezó a exigir cambios a gritos, La Voz Dormida es un disco de protesta. Así es: ya sea sobre opresión política-religiosa, matrimonio gay, legalización de drogas, Mägo se las avienta todas en este, su segundo disco doble.

Hasta los de Molotov son fans de Mägo de Oz. Foto tomada del Facebook de la banda.

Cierran este disco con "La Cantata del Diablo", un track de 21 minutos con más cambios que Vivaldi. Después de esto pasarían 5 años en los que sólo saldrían discos en vivo y de lados B, hasta que aterriza Gaia III: Atlantia en el 2010. El último disco decente de Mägo marca también el último disco del vocalista original, José Andrea; en él, cierran su trilogía hablando de un mundo que se consume por el agua gracias al calentamiento global. Desafortunadamente, toda la imaginación de los discos anteriores no se encuentra en este epílogo.

Después de esto, Mägo pierde miembros, y con ellos pierde su chispa. Ese sentido de música épica es reemplazado por baladas de metal y un sinfín de covers. De nuevo, hay quienes alegarán que siempre han producido música ojete, pero no llegas a la cima de la montaña como lo hizo esta banda por ser una mierda sin creatividad. Mägo es el ejemplo perfecto que hay público para todo en este mundo, hasta para 10 güeyes que salen al escenario en medias para tocar metal celta. Y si esa es tu onda, la lección que deja Mägo es: échale todas las putas ganas a tu concepto raro, y alguien lo va a amar. Como el niño de 15 años dentro de mí ama a esta banda.

Joey tenía una banda de covers de Mägo de Oz pero ya no. Síguelo en Twitter.