Acapulco: un paraíso de drogas y muerte

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Acapulco: un paraíso de drogas y muerte

Mientras varios cárteles se pelean la pulpa de la plaza, más de medio millón de personas visitaron este año la franja costera abarrotada de hoteles accesibles a todos los bolsillos.

Una pareja se besa en una de las playas que bordea el Acapulco Dorado. Las diferentes secretarías de turismo buscan estudiar el perfil del futuro turista en Acapulco para generar las estrategias de marketing y publicidad adecuadas. Un enfoque es atraer la comunidad LGTBI, fomentar deportes extremos y de aventura y ampliar la experiencia vacacional al Triángulo del Sol; Acapulco, Taxco, Ixtapa-Zihuatanejo.

Este texto fue publicado originalmente en octubre de 2015.

Visitar Acapulco es toda una experiencia y un ejemplo de equilibrio entre el turismo y el crimen organizado. Mientras varios cárteles se pelean la pulpa de la plaza, más de medio millón de personas visitaron este año la franja costera abarrotada de hoteles accesibles a todos los bolsillos. Tostado bajo un sol inclemente la definición de contraste se reviste con otro matiz. Desde playas exclusivas donde también el gobernador del Estado reside en una mansión que le fue decomisada al Chapo Guzmán hasta las cumbres de los cerros del parque nacional El Veladero que alberga el cementerio clandestino de fosas comunes con la mejor vista de toda la bahía.

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La Avenida Costera Miguel Alemán y sus extensiones conecta en su longitud las diferentes zonas tuísticas y a su vez forma una suerte de frontera invisible patrullada día y noche por el ejército, marina, Gendarmería Federal y fuerzas estatales para garantizar la seguridad del visitante e impedir que la lucha entre cárteles por la plaza de Acapulco invada el espacio turístico. A la franja de la costa llegan turistas y en las colonias que forran las faldas de los diferentes cerros más de medio millón de acapulqueños se dedican a su quehacer diario. En ambos lados el monotema de la violencia es una constante que afecta decisiones, obliga al visitante a ser precavido y afecta la economía.

Según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, Acapulco es tercera ciudad más violenta del mundo detrás de San Pedro Sula en Honduras y Caracas en Venezuela. Para poner las cosas en perspectiva: en los 9 meses que van del 2015, este puerto registró 665 homicidios dolosos.

Pero para el fiscal general del estado de Guerrero, Miguel Ángel Godínez, un "no pasa nada diferente a lo que estaba ocurriendo antes… "lo explica todo. Aunque concede que en el estado son asesinadas 14 personas al día y, por si hubiere dudas, explica que "las víctimas son gente vinculada con el crimen organizado y los índices actuales no han rebasado los anteriores ".

El índice de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana estatal registra hasta mayo de 2015 unos 336 "homicidios dolosos " en Acapulco, un 62.9 por ciento más que durante el mismo periodo en el 2014 que fue de 237.

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Roger Castro, de 33 años, era dueño del famoso Pollo y Costilla Express en el cruce céntrico conocido como Siete Esquinas y ya había sido extorsionado por uno de los grupos criminales locales a pagar una cuota para poder operar. Decidió denunciar y horas después, el viernes 21 de agosto a las cinco y media de la tarde, unos casquillos 9 mm quedaron regados como silenciosos testigos de su ejecución en el piso de su local.

A falta de una investigación profunda, la criminalización de la víctima no es nada nuevo. Ya en el sexenio pasado el incremento de ejecuciones y su avance geográfico desde la periferia al corazón de las diferentes ciudades dictó el discurso oficial que evolucionó de "son casos aislados" a un "es que vienen de afuera" sin olvidarse del "se matan entre ellos". Cuando los voceros de las diferentes dependencias se dieron cuenta que se les acababa el repertorio, optaron por no ofrecer demasiadas explicaciones, y a veces, hasta pedir disculpas públicas por criminalizar a la víctima. Esto, claro, en aras de cumplir con la recomendación de algún órgano de derechos humanos.

Aun así, durante las vacaciones veraniegas de 2015, las tres zonas turísticas de Acapulco reportaron una ocupación hotelera general del 80.8 por ciento. Esto no se logró sin un enorme esfuerzo y una inversión millonaria por parte del sector público y privado en campañas nacionales e internacionales. Para cuando Acapulco se recuperaba del desastre del huracán Manuel —que en 2013 devastó zonas enteras y dejó por días aislado el puerto turístico—, la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en Iguala a finales de septiembre 2014 hizo que la cobertura de las televisoras internacionales enquistara en las mentes de sus televidentes el concepto de Guerrero como epicentro de la violencia en México.

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La Secretaría de Fomento Turístico del Estado de Guerrero (Sefotur) lanzó una combinación de programas de apoyo como el "Acapulcazo" con el que cadenas hoteleras redujeron significativamente el precio sus paquetes vacacionales y estancias lo que atrajo mayoritariamente a turistas nacionales. A su vez, durante los 40 días de temporada vacacional, se ofreció un 25 por ciento de descuento en el peaje de la Autopista del Sol que une el Distrito Federal con el puerto tuístico y además se armonizaron temas de seguridad con la Secretaría de Marina, el ejército y otras fuerzas federales y estatales.

Aun así, el sector más moderno conocido como Punta Diamante con 4 campos de Golf, cercanía al aeropuerto, decenas de hoteles y restaurantes de lujo y patrullajes constantes de la Marina y Policía Federal no se libró de la violencia. A finales de julio, frente a un importante centro comercial un hombre fue ejecutado en su coche y apenas una semana después a otra persona, originaria de Toluca, le pegaron un tiro con una .38 Súper en vía pública. A media noche del 22 de agosto el SEMEFO levantó un cuerpo decapitado en el acceso exclusivo Viaducto Diamante. En su tiempo libre el técnico forense que colocó las dos piezas del cuerpo en la camioneta pinta cuadros y hace exposiciones en otras ciudades. Otro empleado del Ministerio Público que llegó para levantar acta había sufrido hace pocos meses el secuestro y asesinato de su pareja. Ahora trabaja por turnos las diferentes escenas del crimen que se dan en la ciudad.

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Mientras, a kilómetros de ahí, en el extremo opuesto de la Costera Miguel Alemán, los hoteles que rodean el Zócalo en el centro histórico cuentan una historia diferente. Muchos ya con muros descarapelados sirven como testigos del Acapulco de tiempos pasados. No pueden evitar la nube de especulación inmobiliaria que se cierne sobre ellos. La frialdad del negocio hace que millonarios se lleven una buena tajada en una sociedad que ya aprendió a vivir con extorsiones y tasa diaria de ejecutados. El nivel de sensación de seguridad en una zona regula de forma mordaz su plusvalía o en su defecto, devaluación.

Por las faldas de los cerros tapizados con miles de casas de doble piso, bajan los cauces de drenaje pluvial que en búsqueda del mar cruzan bajo puentes la Avenida Costera. A la sombra de uno de ellos los menos afortunados encuentran refugio del inclemente calor y las lluvias de temporada. Aquí el ruido del tráfico exterior llega entumecido por vibraciones, la noción del tiempo se ralentiza y el tufo es una mezcla de tinner, agua estancada, moho y sal de mar.

Incursar en los bajos de los puentes es presenciar un escenario que pudiera ser un "Happening"de Luis Buñuel. Pequeñas velas adornan una imagen de la Santa Muerte bajo un nicho en el arranque del puente. Los muros de concreto revestidos con grafitis muestran orgullosas firmas de bandas y el retrato de El Che. Bajo el arco, a contraluz de la bahía, un perro con más cicatrices que pulgas, cruce de calle con calle, saca la lengua rendido ante el calor sobre una especie de adoquinado. El chorro de agua de una tubería punzada, en ocasiones ducha y en otras lavadero, marca un ritmo de contraste entre lo monocromático del interior y el color de los turistas que a escasos metros pasean por la playa. A resguardo conviven lavacoches, personas de edades y ocupaciones diversas y hasta un cocinero que llega todos los días con su filipina colgada de su morral.

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Antonio* es el chef, viene del DF y tiene apenas un año en Acapulco. Durante el día prepara comida para los turistas en un restaurante local, en la tarde cocina bajo el puente para sus compañeros en una sartén maltrecha lo que la escasa despensa permita. "Cuando gane un poco más quiero buscar un cuarto donde vivir y ayudar a mis amigos. A ver si los puedo sacar de la calle ", dice con algo de esperanza.

Entre sus comensales esta María* una joven originaria de Tlapa de Comonfort, embarazada de siete meses quién en sus escasos momentos de lucidez presume de una sonrisa amplia y conversación bastante amena. No sabe si va a ser niña o niño ni si va a nacer sano o afectado por la inhalación severa del tinner durante el embarazo. Tampoco tiene idea cómo sacar adelante a su bebé. Su pareja, un joven que lava parabrisas en un cruce cercano sobre la costera, no deja que salga de debajo del puente.

Le da algo de comer y le dice "Come flaca, pa' que al panza se ponga más redonda". Varios se sonríen y a escasos metros El Largo busca atención. Se introduce con parsimonia el dedo índice en la boca y el otro se lo pone en la sien, "Así me bajaron los federales del camión", balbucea. De la sien ciñe el puño sobre su nariz, inhala profundamente, y de nuevo se refugia en otro mundo.

El Security es el más alegre. Le gusta presumir de su agilidad y dotes acrobáticas. "¡Tómame una foto como la última que me tomó mi madre cuando era un enano! ", me pide. Lo acompaño a la playa y con la puesta de sol como testigo hace una maroma de espaldas. ¡Click! ¡Click! La observa en la pantalla de mi cámara y con una sonrisa de oreja a oreja se ilumina su rostro.

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Desde el malecón del viejo puerto se ofrece a los turistas la pesca deportiva. Alquilan un yate a motor y si tienen suerte consiguen pescar un pez vela. Como el turista no tiene la capacidad de llevarse o cocinar el pez, se lo regala al capitán de yate que lo prepara para consumo propio y de sus familiares. Las autoridades regulan esta modalidad de pesca permitiendo el consumo de lo pescado pero no su venta.

Acaba de irse de viaje a su infancia y regresó. Se llama José Alfredo, tiene 36 años y su tío es gastroenterólogo con consulta en Acapulco. Por asuntos familiares severos que no quiere explicar acab ó en prisión aunque lleva un año libre y vive bajo el puente de aguas pluviales de la Costera. Durante la noche cuida las mesas y sillas de un changarro playero cercano. Le encanta presumir de su última novia aunque se queja que un compañero ojete se la levantó.

Ya sea de lava coches, pidiendo dinero, u otras tareas de limpieza, cada uno sobrevive como puede para en las tardes regresar y escapar en la mona. Algo bastante más desdibujado en los mayores es el fuerte sentido de orgullo y esperanza albergado por los jóvenes aunque impera la noción de que el que dependa de menos, sobrevive mejor.

Ya pasadas dos semanas en Acapulco tenía tan identificado al halcón de la zona donde residía como él a mí. En una ocasión me siguió cuando tomé fotos de unos pescadores en la playa de Las Hamacas y en otra a una suerte de astilleros en la playa Manzanillo, donde a raíz del último huracán encallaron unos yates de lujo cuyos dueños millonarios no tenían dinero para desencallarlos. Ya saqueados por los locales, la Marina apoyó en la tarea de remolque.

Después de saludar en varias ocasiones de refilón a mi sombra, decidí un día llevarle unos huevos revueltos para desayunar. Los aceptó y le saqué plática. Primero se quedó tan sorprendido como yo nervioso, pero con el estómago lleno la cosa mejoró.

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"Si pues, si le checamos por aquí tomando fotos de los pescadores y por el malecón y de la violencia. Habla usted mucho con los pescadores", me dice.

"¿Y hay problema con eso?, ¿todo bien?", pregunto con cautela.

"¡Nahhh!, no hay bronca, no es el primer reportero extranjero que viene a tomar fotos de cómo está el pedo acá… a huevo van a venir más".

*Algunos nombres fueron cambiados.

Atención: Imágenes explícitas.

Turistas locales sentados en una de las rocas que sobresalen de la playa Papagayo. Aquí acaba el Acapulco tradicional y se inicia la zona Dorada. El 19 de Febrero de 1959 los presidente Adolfo López Mateos y Dwight D. Eisenhower disfrutaron sobre el yate presidencial "Sotavento" anclado en esta playa de un espectáculo de esquíes acuáticos.

La mayoría de los autobuses que recorren tanto la Av. Costera, una de las arterias principales de la ciudad, como el resto de la ciudad llevan ingeniosos grafitis que atraen a los jóvenes. Mientras que los jóvenes universitarios buscan subirse a un camión con buena música de reggaetón y luces de discoteca, los niños se identifican más con temas de caricaturas. Uno de los artistas de camiones más conocido en Acapulco es "Antwan".

Oficiales de Gendarmería y Policía Federal observan a dos muchachos locales pescar con línea en el malecón del casco viejo. Uno de los acuerdos a los que llegaron los organismos de turismo con el gobierno fue el patrullaje y vigilancia constante de la Costera Miguel Alemán que unos los principales centros turísticos.

Una mujer abraza a un familiar asesinado sobre la calle 1 en un barrio de Acapulco. Es difícil que pase un día sin que haya al menos un enfrentamiento o ejecución entre pandillas y cárteles.

Grupo de pescadores en la playa de Las Hamacas muy cercano a unas cooperativas de pescadores. La mayoría de los pescadores pertenece a alguna cooperativa que dispone de barcos y redes y las alquila para cada salida a sus miembros. Regresar de un viaje de pesca sin haber ganado al menos el gasto del viaje que incluye embarcación, redes, gasolina, aceite, carnada etc., obliga a los pescadores a pernoctar dos o tres días en el mar en chalupas que promedian entre 4 a 6 metros de eslora.

Los pelícanos aprovechan el trabajo de los pescadores para alimentarse una vez que las redes salen del mar. Muchas veces sale más basura que pescado y tras recoger las redes los pescadores comienzan de nuevo todo el proceso en otro lugar.

Comerciantes ambulantes ofrecen todo tipo de productos y servicios a los turistas. Desde trajes de baño por si a alguien se le olvidara, tatuajes temporales, grupos de música variada, comidas y flotadores multicolores, hasta individuos con joyería que esconden sus productos al sentirse observados por una cámara fotográfica.

Debajo de uno de los puentes de desagüe pluvial que desemboca en una de las playas de la bahía viven varias personas sin hogar. Su realidad es muy diferente a la de los turistas que pasean a escasos metros por las playas.

Bajo el puente la limpieza es algo importante. Con lo poco que tienen limpian sus ropas y se duchan todos los días bajo un chorro de agua que sale de una tubería dañada.

"El Largo" con la mona. Aunque encuentren cierta paz inhalando diferentes productos este grupo es tranquilo y acostumbrado a compartir su espacio de playa con los turistas. Muchos de ellos trabajan como lavacoches en cruces aledaños.

Desde el malecón del viejo puerto se ofrece a los turistas la pesca deportiva. Alquilan un yate a motor y si tienen suerte consiguen pescar un pez vela. Como el turista no tiene la capacidad de llevarse o cocinar el pez, se lo regala al capitán de yate que lo prepara para consumo propio y de sus familiares. Las autoridades regulan esta modalidad de pesca permitiendo el consumo de lo pescado pero no su venta.

Uno de los muchos ejecutados a consecuencia del estira y afloja entre los diferentes cárteles que lucha por la plaza. Este cuerpo se encontró a muy pocos metros del viaducto Diamante. En el argot policiaco la clave para un muerto en Acapulco es "un once".

Clavadista de la Quebrada. A pesar de la situación de violencia que atraviesa el puerto son cientos de turistas los que admiran el tradicional salto de La Quebrada. Aunque en su mayoría ser clavadista es una tradición familiar su escuela está abierta a aquellos que sean capaces de mostrar el cobre necesario. Las nuevas generaciones aprietan con fuerza y hay varias chicas, aunque no las primeras, que vienen pisando fuerte.

Un joven pescador continúa con su trabajo luego de la puesta del sol.

Músicos de una banda descansan en un minigolf abandonado pegado a la Avenida Costera. Aunque este año el flujo de turistas no ha sido escaso se quejan que el visitante local paga menos que el turista internacional lo que afecta su bolsillo.

La zona del Acapulco Dorado vista desde un muelle destrozado por la intemperie del lado del Acapulco viejo.

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