El fotógrafo que espía las fiestas de Quibdó

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El fotógrafo que espía las fiestas de Quibdó

José Varón García, un fotógrafo caleño, se dio cuenta de que en el olvido de la celebración, donde solo se escucha el eco de las voces amancebadas por la rumba, se vive y se respira la desazón de lo ordinario.

Detrás de la juerga y las carcajadas, toda gran fiesta tiene un tras bambalinas tedioso, sigiloso y en cámara lenta. José Varón García, un fotógrafo caleño, se dio cuenta de que en el olvido de la celebración, donde solo se escucha el eco de las voces amancebadas por la rumba, se vive y se respira la desazón de lo ordinario. Durante las Fiestas de San Pacho en Quibdó, que ocurren desde el 20 de septiembre hasta el 4 de octubre de cada año, este fotógrafo le dio la espalda al sonsonete de la farra y enfocó su canon 5D hacia el abandono silencioso y cotidiano de los habitantes del Chocó.

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Durante estos días de fiesta, las oraciones al santo patrono, San Pacho, congregan en la fe y la diversión a todos los quibdoseños. De los barrios franciscanos salen los desfiles y las comparsas rimbombantes ambientadas con el porro chocoano y el bunde, danzando al son de la chirimía chocoana en un acto de devoción hacia el santo que veneran desde los días de la Conquista. La vida de miseria, los cambuches húmedos, las calles polvorientas y la escasez de pescado para el almuerzo, se dejan de lado durante unos cuantos días de baile y borrachera. Sin embargo, el paraíso de la celebración no dura para siempre y la chocante realidad de que cinco de cada diez habitantes quibdoseños viven en la pobreza extrema, persiste.

El año pasado, José Varón, realizador audiovisual y fotógrafo de proyectos como Chocó, la película, se escapó de una semana de rodaje en medio del caluroso y gris Quibdó para espiar y capturar con su cámara a los 'outsiders' de la rumba del Pacífico. José enmarcó en la memoria a la señora que vende flores para las comparsas, el hombre que ya se pasa de años y proporciona los canastos de cerveza en las fiestas, a los pesqueros que esperan a la orilla del río Atrato escuchando el eco de los trombones y a los niños que con risas en sus rostros saltan la rayuela. Capturó los personajes que prefieren el abandono y lo ordinario, a lo artificial y efímero de la celebración.

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Hablamos con este fotógrafo sobre su trabajo en el 'backstage' de una de las fiestas más largas de Colombia. Sus fotografías impregnadas de color, plásticas como una pintura renacentista, hablaron de la nostalgia, el sonido duradero cuando se detiene el tiempo, la vejez y la inocencia en medio de la miseria.

José, que en el colegio pensaba en ahorrar dinero para los rollos de su cámara análoga mientras que sus amigos pensaban en la rumba del sábado, nos contó que a veces le trama más espiar a la gente que ponerlos a posar como en un catálogo de modelos. También nos habló de que siempre hay un poco de desazón en la euforia y que en la mejor de las fiestas te puedes sentir solo.

VICE: Hola José, viendo tus fotos te imagino, con cámara en mano, espiando a la gente por hoyitos en la pared o escondido en esquinas oscuras.

José Varón García: En mis fotografías lo que predomina es la espontaneidad. En esta serie de Quibdó, durante las Fiestas de San Pacho, hay dos clases de fotos. En unas imágenes yo no tengo nada que ver, las personas ni me ven y yo soy ese espía que está al acecho para capturarlos con la cámara. Y hay otras fotos que sí tienen una mirada y en las que yo sí intervengo, trato de lograr un retrato pero espontáneo. No la voy muy bien con las poses y la puesta en escena.

¿Qué hay detrás de estas fotografías del Festival de San Pacho?

JV: Se trata de lo que sucede detrás de una fiesta. Mientras todo el mundo estaba de rumba, esta gente seguía con su vida normal. Estos personajes, que me llamaron más la atención, encarnaban las dinámicas de Quibdó como ciudad. Con esta serie fotográfica descubrí otra cara del Festival de San Pacho. Mientras los fiesteros y los visitantes derrochan alegría, otra gente seguía su diario vivir pero enmarcado en la aparatosidad de la celebración.

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Quibdó es una ciudad dura económica y socialmente, y detrás de estas fiestas se esconde la nostalgia que deja la violencia y la pobreza. Cada persona vive San Pacho de una forma distinta, pero predomina una atmósfera gris en medio del viche (bebida alcohólica y afrodisíaca del Pacífico colombiano) y los trombones. Me refiero a que siempre hay un poquito de desazón en medio de tanta euforia.

Son fotografías muy bellas, pero están llenas de tedio y lentitud. Todo lo contrario a una fiesta.

JV: Sí, exactamente. Las fotos encarnan el cansancio detrás de la dinámica tan agotadora de la fiesta. Sin embargo, el festival no es protagonista en estas fotos; más bien se trata de los que se esconden de la algarabía pero, así mismo, hacen posible que esta siga y siga hasta que la gente no pueda más.

Todas esas fotos las tomé en el barrio más cercano a la plaza de mercado de Quibdó, le dicen 'el barrio del mercado'. Me pareció muy interesante el tránsito que se da en ese lugar; además de mercado, es un puerto del río Atrato y por allí es que se dan todos los intercambios a nivel económico y cultural. Entonces, en pleno festival se escuchaban los bombos y millones de voces confluían en distintos puntos.

Entonces, las fotos están llenas de sonido.

JV: Sí, hay fotografías que suenan, como la del trombón o la de las mujeres encaramadas en la carroza. Dentro de la armonía musical y la armonía de la imagen hay cosas que se están conectando; esto lo describió muy bien Kandinsky y, sin una visión determinista, la gente siempre se ha preguntado por esta relación de sinestesia.

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Todo depende de la experiencia subjetiva, cada uno tiene sus referentes musicales y visuales que se entremezclan. Mi trabajo con esta serie fue tratar de traducir esa música a imágenes y las imágenes que quedan grabadas en mi mente volverlas música.

El resultado fueron imágenes llenas de sangre fluyendo en las venas y sudor cayendo de la frente.

JV: Yo trabajo el color desde la captura misma, pero es algo que uno no decide intelectualmente. Todo eso tiene que ver con la época que estés viviendo en tu vida. Como cuando escuchas una canción en la calle y recuerdas algo que viviste, la primera vez que fuiste al mar o piensas en tu abuelita. Esos recuerdos también están marcados por una temperatura y por una configuración de color, muy específicas. Si hago una retrospectiva de mi trabajo visual voy a ver que en otras épocas hay imágenes que brillan más. En estas fotos de esta serie, el componente de color llega directo a la sangre. En este San Pacho los colores cálidos predominan, el rojo y el verde son cortantes. Seguro en ese momento, estaba muy pasional o algo así (risas).

¿Por qué la mayoría de estos 'outsiders' de una de las fiestas más largas en Quibdó son viejos y niños?

JV: Bueno, eso fue una de las cosas que más me cautivó. En mis trabajos fotográficos y como realizador audiovisual, la niñez y la vejez son muy importantes porque cuentan historias auténticas, desde los ojos más inocentes hasta los más desgastados. A diferencia de las personas de mediana edad, ellos son el reflejo de su entorno; los más pequeños son el reflejo del que está descubriendo y los viejos son el reflejo del vigor y la memoria histórica.

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Mi foto preferida de esta serie es la imagen del callejón en medio de una noche lluviosa.

JV: ¿Sí? Gracias. En esa foto, tomada en el mismo 'barrio del mercado', no hay nadie porque captura el mundo cuando todo el carnaval se apaga. La soledad es universal y todos se pueden sentir solos en medio de la mejor fiesta.

Explora más el trabajo en la siguiente sección de fotos y en su página José Varón.

Sigue a Camila Tovar.