Entre pájaros
Foto por Daniel Santiago Salguero

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Entre pájaros

Fátima Vélez habla del autor homosexual Fernando Molano Vargas, su obra literaria, su lucha contra la adversidad, y la relación con un país (aún) homofóbico como Colombia.

Hay luchas de luchas, eso en Colombia lo sabemos muy bien. He estado leyendo con detenimiento y admiración la obra de Fernando Molano Vargas, de quien hablé en mi columna anterior. Muy breve su obra. No me ha tomado mucho tiempo. El escritor bogotano murió de sida a los 36 años y en vida sólo publicó una novela, Un beso de Dick (1992), y un libro de poesía, Todas mis cosas en tus bolsillos (1998), que, dicen las biografías, Héctor Abad Faciolince se encargó de editar y se lo llevó al autor hasta su lecho para que lo conociera antes de morir.

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La novela Vista desde una acera (2012) fue hallada inédita en los archivos de la Luis Ángel Arango y se publicó 15 años después de la muerte de Molano Vargas. Estos tres libros son una muestra de una escritura de resistencia. Y lo digo por tratarse Molano Vargas de un escritor sobre el que caían los prejuicios más grandes de la sociedad colombiana: pobre, homosexual, enfermo de sida. Muy en consonancia con otro escritor sobre el cual cayeron los mismos prejuicios, el cubano Reinaldo Arenas. Molano Vargas, sin embargo, no fue víctima de una dictadura de izquierda encarnizada en acabar con ese germen del capitalismo que para el comunismo constituía la homosexualidad. Algo peor. Frente a él no la persecución política, sino la indiferencia total. Cuando el impulso de Molano Vargas por combatir la inequidad del país lo llevó no a escribir literatura, sino a enlistarse en las células urbanas de las FARC, (en un país como el nuestro la literatura no tiene ninguna influencia, o si no, ¿por qué no hay ningún escritor de ficción amenazado? ¿O sí existe y yo no lo conozco? ¿Pareciera que estoy alentando a terroristas a amenazar a los escritores? ¿Pareciera que estoy alentando a los escritores a hacerse a amenazar para que sus obras tengan un peso concreto?). En las FARC, Molano Vargas sufrió una terrible decepción al ver la manera en que trataban a los homosexuales. Y es que si algo comparten históricamente la izquierda y la derecha es que ninguna de las dos facciones de la estupidez humana acepta las disidencias sexuales. Si hay algo que comparten los comandantes de las FARC, los bandidos de las bacrim, el exprocurador y Uribe es su desprecio por la disidencia sexual. La extrema izquierda ve en la homosexualidad el germen del capitalismo; el exprocurador seguramente tiene su closetsito que le pica en el fondo, es que no hay otra explicación de por qué ha hecho del tema inquisición reaccionaria; y Uribe, es vox populi, dejó a uno de sus hijos hospitalizado después de enterarse de que estaba de fiesta en Teatrón; y en cuanto a Vivian Morales, es indescifrable el engendro de su lucha. En todo caso, así estamos en Colombia en temas de identidad, orientación y género. Si Uribe firmara un tratado de paz con las FARC, suposición más hipotética imposible, al menos a un acuerdo llegarían: cascarles a los homosexuales, tal vez traer a alguien de EI para que entrene a uno de los nuestros en métodos de exterminio gay efectivos.

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Lea la anterior columna de Fátima, "Sin referentes".


En Colombia no hay más que mirar la coyuntura y hay alguna controversia alrededor del género. Que el matrimonio gay, que la adopción, que el cambio legal de sexo. La más reciente: las cartillas del Ministerio de Educación que le costaron la cabeza a la Ministra de Educación. Digna de una novela el ingenio para sabotaje de los encargados de buscar el cómic belga que presuntamente repartiría el Ministerio en los colegios para homosexualizar a la juventud colombiana. Digno de admiración el trabajo de investigación de esos personajes. Como para contratarlos en Actualidad Panamericana. Me llama la atención que los saboteadores de la cartilla del Ministerio de educación hayan escogido un ejemplo literario, y no uno cualquiera: un cómic y belga. Casi tan ingenioso como el nombre del escándalo "La comunidad del anillo", que ojalá se me hubiera ocurrido a mí y ojalá alguien con más ingenio escriba una novela sobre el capitán Ányelo Palacios; yo me imagino algo como La conjura de los necios de John Kennedy Toole.


Lea también: Todo lo que tiene que saber de las cartillas de género del Ministerio de Educación.


Y por allá en los noventa, antes de que todos estos temas se destaparan y se volvieran coyunturales y candentes, Fernando Molano Vargas sobrevivía como mecánico y a pesar de su precario sueldo y de su salud, era estudiante de Literatura y de Cine y escribía. Universidad Pedagógica y Nacional y escribía. Sin beca y escribía. Homosexual declarado y escritor. Como Bolaño, pero sin una esposa que trabajara para que el escritor pudiera dedicarse a morir escribiendo, o a escribir mientras moría, escribió con toda la intensidad en sus últimas, cuando la inminencia de la enfermedad. Sus libros hablan de sueños truncados, de un anhelo, con algo de resentimiento justificado, de un mundo en el que los hombres se puedan amar sin prejuicios, frente al mar. Y convirtió ese deseo en materia prima de escritura. Y a uno le da la impresión, la peligrosa impresión, de que no sería posible esa escritura de no ser por la adversidad. Pero no quiero enaltecer la enfermedad y las circunstancias adversas como fuente de creación literaria, o tal vez sí. Porque no deja de llamarme la atención que la literatura de Molano Vargas se teja, tanto circunstancial como temáticamente, alrededor de los obstáculos propios del amor homosexual en la Colombia de los años ochenta y noventa. Incluso ante el panorama, lo único que parece quedar es el amor, incomprendido, imposible, pero presente. El amor y la escritura.

"En Colombia no hay más que mirar la coyuntura y hay alguna controversia alrededor del género. Que el matrimonio gay, que la adopción, que el cambio legal de sexo. La más reciente: las cartillas del Ministerio de Educación que le costaron la cabeza a la Ministra de Educación.

Lo que más me conmueve de la novela Vista desde una acera, además de que es uno de los pocos testimonios literarios en Colombia del panorama del sida y el amor homosexual (en el resto del mundo abundan y vale la pena adentrarse en ese silencio del caso colombiano), es cómo la novela habla de formas de relacionarnos que aunque estén oprimidas por el contexto, no están determinadas por el contexto, el deber ser y las expectativas. Lo que se puede esperar del personaje de Vista desde una acera, quien como su autor es un mecánico aspirante a escritor que intenta cuidar a su novio enfermo de sida, es una cosa muy mínima, un lugar común: una renuncia, un suicidio. Y sin embargo, el personaje de la novela lucha, y esta lucha es, a mi juicio, la de un personaje avanzado para una época que no permitía personajes avanzados para su época (mis profesores de la universidad despreciaban tanto la palabra "época" y la tachaban en rojo cuando uno empezaba un párrafo con "en esa época"). Molano Vargas parecía saberse atrapado en el tiempo y el espacio equivocados y tal vez por eso sus personajes son tan intensos, hermosos, pero sobre todo trágicos. Y aún así, hablan de formas de amarse diferentes, y no por eso imposibles; quererse al lado de otro semejante, ¿por qué no? Y hablan sin tapujos ni pudor del fervor y el calor y la arrechera del cuerpo del amado a la orilla del mar, en posibilidades que les permitan vivir fuera de ese presente hostil de grasa de motor y hospitales con enfermeras y estudiantes de medicina homofóbicos. Y esa imaginación de esa posibilidad es en lo que me parece importante detenernos, es lo que creo va construyendo terreno para que existan ya no seres avanzados para su época, sino seres con la fuerza y la necesidad de imponerse por encima de cualquier temporalidad, seres que han existido desde siempre; que a veces son perseguidos y otras tienen la suerte de ser dejados en libertad. Les sucede también a los pájaros* y a los procesos de paz.

*Pájaros: aves/ película de Alfred Hitchcock de 1963/ como dice Wikipedia: "grupo armado ilegal colombiano de los años de La Violencia, conformado por campesinos y habitantes de filiación conservadora"/ marica en cubano.