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Cultură

El LSD me ayudó a dejar de fumar

Comencé a pensar esto a principios de año y no pude dejar de hacerlo por un mes completo. Me di cuenta de que fumar otro cigarrillo sólo me llenaría de odio hacia mí mismo. Tuve esta revelación un fin de semana de exceso de LSD.

Foto por Jazzmin Nilsson

He sido un fumador empedernido desde hace 18 años. Quizá mi hábito era el resultado de crecer con una mamá holandesa que me inculcaba esta clase de sabiduría: “Thijs, ya tienes 11 años. Ya es hora de que aprendas a preparar cigarrillos para tu madre”. Había periodos en los que sólo me fumaba un cigarro al día y otros en los que una cajetilla no era suficiente. Dejar de fumar —dejar de fumar en serio— era algo que sólo podía aguantar máximo una semana.

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Además era en un fumador muy molesto. Esa clase de fumador que trata de dejar el vicio y no compra cajetillas por años, y por lo tanto se convierte en el amigo que todos evitan en las fiesta (lo siento). Fumaba en la escuela pero no en el trabajo.

Como dije: fumador ocasional, con una adicción ridícula.

Hace unos meses, llegué a unas conclusiones que parecían muy obvias pero que son la clase de verdades que a los adictos les encanta ignorar: Fumar es una adicción aburrida e inútil.

– El único placer que produce fumar es dejarse llevar por la adicción.
– Sólo estoy vivo por un breve momento en miles de millones de años. Qué desperdicio es hacer más corto ese momento por algo tan aburrido.
– Salir a fumar con tus amigos puede ser divertido, aunque si sólo saliéramos a tomarnos un jugo de manzana, me sentiría igual de feliz. Fumar es más bien como una trastorno compulsivo cualquiera y no una verdadera experiencia.

Comencé a pensar esto a principios de año y no pude dejar de hacerlo por todo un mes. Al final, fue casi como si algo se hubiera roto en mi interior. Me di cuenta de que fumar otro cigarrillo sólo me llenaría de odio hacia mí mismo. Tuve esta revelación un fin de semana de exceso de LSD.

El LSD siempre es divertido, aunque dejó de estar de moda cuando terminó la década de los 60. Siempre me pareció que era como comer hongos pero un poco más leve —sólo que dura unas horas más. Siempre consideré que era exagerado el pánico que causaba, pero claro, todos tienen una experiencia diferente.

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Esa noche contemplaba en ácido las estrellas mientras hablaba con un amigo acerca de la vida y las tres verdades de los fumadores, que mencioné antes. Me di cuenta de que ya lo sabía pero que no me había atrevido a tomar una decisión.

No puedo describirlo de otra manera: sentí como si se hubiera apagado un interruptor dentro de mí. De pronto, me di cuenta de lo ridículo que era fumar. ¿Por qué hacía algo que me hacía sentir tan miserable? Claro, estaba en ácido, pero eso me ayudo a ver las cosas con más claridad y a deshacerme de la terca idea de que no podía dejar de fumar. No pensé: “Sí, sí. Tengo que dejar de fumar pronto”. Lo único que pensé fue: “Ya no quiero fumar”.

“Me suena familiar”, dijo el psicólogo clínico Pål-Ørjan Johansen. Junto a su esposa, Teri S Krebs, Johansen lleva a cabo una investigación acerca de los psicodélicos y la adicción al alcohol como proyecto para una beca de investigación de la Escuela Médica de Harvard. “Hemos escuchado que los psicodélicos ayudan a quitar las adicciones al alcohol, a la heroína y al tabaco. Parece ser que se debe a que el LSD proporciona un momento de lucidez que te ayuda a ver tu propia existencia como un todo y a tener una perspectiva a largo plazo de ciertos problemas personales”.

La investigación y el uso médico de sustancias como el LSD y la psilocibina (el ingrediente activo de los hongos psicodélicos) aún están en fases iniciales. Recordamos las décadas de los 50 y los 60 como la época dorada de la investigación científica de los psicodélicos, pero eso no significa que no hubo problemas. Además, algunas pruebas no dieron evidencia contundente y esto generó dudas con respecto a la eficacia de la droga. También expiró la patente del LSD, por lo que fue casi imposible continuar con la investigación clínica. Aparte de todo, la droga se volvió ilegal a mediados de la década de los 60 y nunca logró recuperarse por completo de la reacción cultural negativa le siguió.

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En años recientes han incrementado los esfuerzos por seguir las investigaciones, pero sigue siendo a pequeña escala. “Por el momento hay tres proyectos de investigación clínica en EU y hay otros en preparación”, dice Johansen.

Para mi sorpresa, justo después de publicar este artículo en VICE Holanda, se publicaron los resultados de la primera investigación mundial sobre los psicodélicos y la adicción al tabaco. De 15 fumadores compulsivos que participaron en el estudio, 12 dejaron de fumar por completo después de seis meses de terapia psicológica y psilocibina.

Krebs y Johansen descubrieron lo mismo en sus análisis de pruebas controladas de LSD para combatir el alcoholismo. “Los que ingirieron una dosis completa de LSD”, dice Kreb, “tenían el doble de probabilidad de reducir su consumo de alcohol o de abstenerse, en comparación con los que sólo ingirieron una dosis baja de LSD o un placebo”.

También yo soy un caso se éxito. En los días después de mi viaje con LSD, sentía cómo mi cuerpo me pedía nicotina pero no había nada en mi mente que insistiera en que fumara. Lo tomé como si fuera una picadura de mosquito: sólo hay que esperar a que se quite la comezón y ya no te va a molestar más.

Más o menos dos meses después, Argentina venció a Holanda en la Copa Mundial. Si había un momento ideal para volver a fumar, era justo ése. Quería hacer la prueba para ver cómo me iba. Fue horrible (aunque suene muy cliché). Tomé el cigarro de un amigo, le di una fumada y no podía creer que en serio alguna vez disfruté el tabaco. Sabía como una mala noche en un bar que se prolongó demasiado.

Según Johansen —y yo—, la gente no debe hacerse a la idea de que pueden meterse un ácido una vez y esperar que con eso se quite su adicción o su enfermedad. Simplemente tuve una experiencia con psicodélicos en la que traté de descubrir por qué había fumado por tanto tiempo. Además, soy la clase de persona que ama psicoanalizarse solo.

“Cuesta mucho trabajo dejar una adicción al alcohol o al tabaco que ha durado años”, dice Johansen. “Nuestra opinión es que los pacientes tendrían que ingerir varias dosis de psicodélicos y combinarlos con tratamiento. No es una herramienta mágica pero puede funcionar como catalizador de epifanías y hacer que te preguntes cosas como: ‘¿Si no lo hago ahora, entonces cuándo?’”.

No creo que hubiera sido capaz de frenar mi adicción al tabaco de no se por el LSD. Lo intenté muchas veces en el pasado, pero mi falta de autodisciplina siempre se interponía en el camino. La susceptibilidad a las adicciones es algo normal en la familia. Hay quienes dicen que no debería promoverse el consumo de drogas, peor aún no ha habido nadie que pueda explicarme por qué debería sentirme avergonzado por la experiencia que tuve. Estoy muy contento porque dejé de fumar. ¿Y quién sabe? Quizá mi próxima dosis de LSD por fin me envíe al gimnasio.