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¿Qué miedo puede tener el sistema de que nos enorgullezcamos de un buen y sustancioso bostezo anal? Observemos cómo se verbaliza la condena colectiva ante los voceros del buen jiñar: "asqueroso", "repulsivo", "soez" y, el peor de todo, "anti-erótico". El último da la clave. La hipersexualización es el mayor éxito del consumismo, el castigo más hábil para que nos sometemos a sus leyes voluntariamente. La forma más eficaz de repudiar una realidad es nombrándola de otra forma. Así nos manipulan. Nunca miramos debajo de un eufemismo por miedo a lo que podamos encontrar, el eufemismo no enaltece la categoría de algo, sino que la cubre para que se degrade y se pudra en silencio. Por eso, a los explícitos intestinales debemos admirarlos como a una auténtica Resistencia.
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De cualquier manera, el gusto del ser humano por abordar con franqueza estos asuntos es universal e histórico. La primera broma registrada en el mundo, según aclaró la británica Universidad de Wolverhampton, se anotó en Sumeria y decía así: "Algo que no ha ocurrido desde tiempos inmemoriales; una mujer joven no se tiró un pedo sobre las rodillas de su marido". También la premio Nobel Alice Munro retrató la costumbre ancestral: "(En la cocina) hablaban de sus propias digestiones, de cómo les funcionaban los riñones y los nervios. No parecía que mencionar cuestiones corporales íntimas estuviese fuera de lugar o fuese tan sospechoso como hablar de algo leído en una revista o de un tema de actualidad". Las heces como instrumento de cohesión social, de reconocimiento de clase.En este punto, las madres saben lo que se hacen. Conocen el arte de aprovechar una sobremesa de domingo para conversar sobre la fidelidad de los ciclos fecales o recorrer el histórico, la niñez, la pubertad y la adultez de los mondongos o para trazar la taxonomía de los pedos de cada miembro de la unidad familiar. Hay una placidez innegable en esa conversación, un hermanamiento de los lazos sanguíneos, y hasta uno siente su estómago más benevolente; hay sonrisas, hay paz, y siempre se levanta alguno, camino del baño, con el buche animado por la charla, llevando en la cara una placidez anticipada. Pero no ocurre lo mismo cuando algún familiar político (normalmente un cuñado) arruga la cara con repulsión o utiliza una expresión eufemística. Ese gesto mínimo expulsa a la familia de la intimidad, la arroja al mundo de los pudores, la deja como desnuda en medio de la calle. Sucede entonces un ahorcamiento de rectos, una constricción, y los hermanos empiezan a ser menos hermanos.
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El coaching se basa en la exageración de las metas y la divinización de las capacidades del individuo. La perversión de estas terapias es que, de tanto simplificar, acaban identificando la voluntad con el logro, y como esto no es real, te cuelan un botoncito que lo arregle todo. Una conferencia, un libro, un deporte con nombre inglés. En resumen, elCoaching Fecalte dice que no eres feliz porque no cagas, pero a la vez invisibiliza el cagar mismo. Mira, si no, la siniestra campaña de
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