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Neurosis urbanas: ¿en qué están pensando en Medellín antes de las elecciones?

Medellín está a punto de hacer algo bien extraño: en vez de premiar a las pasadas administraciones por su buena gestión, votará por el candidato de Álvaro Uribe por la sola promesa de acabar con la inseguridad.

Como andamos tan clavados siguiéndole la pista a las elecciones de nuestra ciudad, nunca hay tiempo para entender qué pasa en las otras grandes capitales del país. Así que le pedimos a un grupo de cómplices de VICE Colombia para que nos iluminen, y develen en bombas las taras y obsesiones de sus conciudadanos. Hoy presentamos: la neurosis de Medallo.

La gente en Medellín está rayada con la seguridad de la ciudad, y francamente no es para menos. Por más que seamos la ciudad más innovadora del mundo, el fantasma de las bombas de la época de Pablo, las noticias de las balaceras en los barrios y los robos en cualquier parte nos recuerdan que el mejor vividero del mundo es un sitio peligrosísimo. Si bien en Medellín han bajado los homicidios, hay un aumento preocupante en los atracos y las extorsiones.

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Los paisas nos acostumbramos a vivir con eso. Uno camina en las calles de Medellín con una especie de radar de peligro, siempre evaluando de inmediato las personas cercanas para ver si hay que cambiarse de acera o coger el primer taxi que pase. El radar sigue funcionando en cualquier lugar del mundo; una vez lo sentí prendido mientras caminaba por Estocolmo y me invadió cierto sentimiento de ridiculez. En Medellín, es la base de la supervivencia.

Por eso no es de asombrarse que la seguridad esté mandando la agenda electoral. Al fin y al cabo, la seguridad es una bandera que vende mucho, y con la que es posible movilizar sentimientos humanos profundos. ¿Cómo no se van a preocupar las mamás por sus hijos cuando salen de farra? ¿Cómo no querer una ciudad donde la abuela camina tranquila? ¿Cómo no querer proteger de todo mal a mi hermana menor?

Esta puede ser la razón que explique por qué el candidato del Centro Democrático, Juan Carlos Vélez Uribe, está liderando las encuestas. A pesar de haber sido concejal y senador, Vélez Uribe era un virtual desconocido para la opinión pública en Medellín. Lo vinimos a conocer cuando, como congresista, fue centro de un escándalo por presentar un proyecto de ley cargado de plagio. Luego, fue motivo de burla nacional por creer que la legalización de la marihuana en Colorado había causado 37 muertes por sobredosis. (Para morir por sobredosis de marihuana, hay que fumarse 680 kilos en 15 minutos. La asfixia por exceso de pizza durante una cometrapo no cuenta).

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Vélez Uribe vende su discurso en términos de seguridad y de sus apellidos invertidos, y pregona seguridad democrática de Uribe Vélez en versión ciudades: redes de informantes, tecnología, consejos diarios de seguridad y el enfoque en acabar el microtráfico. Las mismas propuestas que Pacho Santos propone para una ciudad tan distinta como Bogotá, a modo de fórmula mágica.

Los otros candidatos también tienen apreciaciones que muestran un panorama más jodido de enfrentar. Federico Gutiérrez, del movimiento Creemos, presenta una visión de una Medellín donde las bandas infiltraron las estructuras legales, y diversificaron sus ingresos más allá de la droga, al mejor estilo de la mafia siciliana. Gutiérrez propone una estrategia conjunta de desarticulación financiera de las estructuras mientras se le hace frente al crimen.

Alonso Salazar, de la Alianza Verde, se va lanza en ristre contra la corrupción al tiempo que resalta la creación de oportunidades y la institucionalidad como principal estrategia para luchar contra la criminalidad. Por su parte, Héctor Hoyos del Polo Democrático hace un llamado a combatir la corrupción al interior de la Policía y volver a tener a la fuerza pública como aliada.

¿Cómo carajos pelea uno contra un monstruo de tantas patas y que está tan enquistado en la sociedad? Si la seguridad en Medellín fuera fácil de resolver, ya se habría hecho. Probablemente necesite una combinación de estas cuatro visiones, y de cosas que no consideramos. Sospecho que el problema es tan complejo que es imposible entenderlo desde la comodidad de una oficina o de un apartamento en El Poblado. Por lo menos siento que a mí se me escapa.

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En Medellín nos han repetido siempre el cuento de las fronteras invisibles, donde los combos delimitan su territorio y un muchacho nos puede pasar de un sitio a otro sin que se exponga a convertirse en "un muñeco" y haya que recogerlo en una cuneta. Lo que nadie nos ha contado es de las otras fronteras invisibles. Esas fronteras mentales que nosotros mismos levantamos y con las que partimos la ciudad. Mi mamá, por ejemplo, está convencida de que Laureles, uno de los barrios más exclusivos de Medellín, es un peligro porque allá roban muchos carros.

Aunque me robaron el carro en Laureles (no lo mencionen), no hay nada más nocivo que montar una frontera invisible más, porque eso segrega la ciudad y hace que la gente no salga de sus "zonas seguras." La primera barrera contra la inseguridad en las calles es la misma gente y para eso necesitamos una ciudad incluyente como la que se ha tratado de construir en Medellín.

El problema es que si la gente enfoca su voto únicamente en seguridad, se expone a cambiar lo que ha ganado en términos de modelo de ciudad. Cuando Vélez Uribe era columnista planteaba una ciudad basada en los viejos paradigmas, pidiendo más vías para vehículos particulares. Sus asesores de movilidad hacen parte de la Sociedad de Arquitectos e Ingenieros – SAI, que se oponen a los proyectos más ambiciosos de espacio público, evocando la necesidad de más carriles en la autopista y de segundos pisos viales.

Medellín es hoy una ciudad muy distinta a la que era hace 12 años y, por fortuna, decidió convertirse en una ciudad pensada para el peatón, con espacio público de calidad y que crecerá hacia adentro. Los avances de la ciudad son impresionantes, y la lógica democrática indica que la sociedad debe premiar la continuidad de las ideas de gobierno que funcionan. Pero en una ciudad con un lío de crimen tan grande como el de Medellín, tener a Álvaro Uribe prometiendo seguridad es algo que convierte el debate de ciudad en una conversación donde los términos son muy puntuales.

Solo queda esperar que, quede quien quede, el próximo alcalde sea capaz de hacerle frente al capital e inmenso poder criminal que se encuentra en todos los barrios de Medellín. Y que de alguna forma, sea capaz de devolvernos de a poquitos la ciudad a los paisas.

Santiago es un ingeniero/periodista experto en ciudades, miembro del colectivo Ciudad Verde. Lo consiguen en Twitter como @sortegarango.