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No podía ir a dormir a casa de ninguna amiga, siempre ponía una excusa tipo mi madre no me deja. Creo que sólo fui un par de veces a casa de alguien, y terminaba durmiéndome del cansancio, pero sin descansar apenas y deseando llegar a casa para meterme el chupón. Ni hablemos de que vinieran a dormir a la mía… Siempre que alguien entraba a casa lo primero era esconderlos donde fuera. Si por cualquier motivo alguien los veía tenía que ponerme ingeniosa para inventar una excusa convincente de por qué guardaba un manojo de chupetes tamaño grande.Una de las experiencias más traumáticas me ocurrió durante la escuela. Se lo oculté a todo el mundo, sólo se lo conté en 5º de primaria a una chica nueva con la que empezaba a llevarme genial y a otro chico con el que no tenía tanta relación pero esperaba que guardara mi secreto. Quedamos para hacer un trabajo, y no se cómo acabaron contando sus experiencias sobre hacerse pis en la cama y demás, así que creí que estábamos en igualdad de condiciones y me sinceré.
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Mi familia quería que los dejara, para mí eran totalmente una adicción, y me sentía incomprendida porque aunque estaban acostumbrados a ello y lo aceptaban no eran capaces de entender la magnitud del problema. Parecía que creían que eso era tan fácil como dejar de beber refrescos, pero para mí era realmente una necesidad, los chupones eran como una droga. Traté de buscar en foros gente con el mismo problema, cualquier cosa que me hiciera sentir que no era tan bicho raro como creía, y que había por ahí alguien más que entendía cómo me sentía, pero no encontré a nadie.Tenía muchos chupones. Me proporcionaban una sensación de paz y de tranquilidad comparables a cualquier adicción que puedas imaginar.
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Me pasé media vida culpando y odiando a mi madre por no habérmelos quitado en su momento, aunque años después me reveló que intentó deshacerse de ellos cuando todo niño debe decirles adiós, pero entré en una especie de depresión y no comía ni dormía, y el (pendejo del) médico le dijo que me los volviera a dar, que sería menor el daño que me podrían causar los chupones que lo que estaba pasando.Durante los primeros años al parecer mi madre me supervisaba el paladar para comprobar que no me estuviera provocando ninguna deformación importante, aunque eso no impidió que los dientes se me desarrollaran dejando el hueco para el chupón y tuviera lo que mi dentista denominó "mordida abierta", por lo que me pusieron aparato a los 17. Como seguía usándolos la colocación de mis dientes no progresaba mucho, y cada mes la dentista me decía que tendría que acabar poniéndome una rejilla para que me acostumbrase a no sacar la lengua por el agujero para tragar, que era lo que la pobre pensaba que hacía que no avanzara.
Ese año fui de viaje de fin de curso en primero de bachillerato, y aunque en 6º de primaria me llevaba a escondidas los chupones para metérmelos cuando estuviera a solas, para este viaje decidí dejarlos en casa. Como estuve entretenida me acordé pocas ocasiones de ellos, y por fin creí que sería capaz de dejarlos. En tan sólo una semana que pasé sin ellos comprobé que el hueco entre mis dientes parecía más pequeño, y me di cuenta de que era el momento, no podía seguir retrasándolo, así que al regresar a casa no los toqué y los guardé en la mesita de noche.No quería tirarlos, quería saber que estaban ahí pero no tomarlos. Tuve que acostumbrarme a humedecerme los labios de vez en cuando, cosa que no tenía que hacer al llevarlos siempre, y cada vez que tenía ganas de metérmelos masticaba chicle o chupaba un dulce. Fue duro pero al final conseguí dejarlos atrás, y un mes después el hueco de mis dientes casi estaba cerrado (aunque llevé el aparato varios meses más), eso me confirmó que había hecho bien.Al día de hoy muy de vez en cuando los recuerdo, pero ya no provocan en mí la misma sensación, así que simplemente siento algo de nostalgia. Supongo que los usaba porque me trasladaban a la sensación de tranquilidad que tienes cuando eres un bebé y no hay nada de qué preocuparse. Sólo puedo decir que personalmente me alegro y me siento orgullosa de haberlos dejado.Sólo puedo decir que personalmente me alegro y me siento orgullosa de haberlos dejado.