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Música

La guía Noisey para identificar la música de mierda

Mecanismos infalibles para reconocer y evitar las canciones – por no decir artistas, bandas, discos o remixes- que puedan perturbar un oído fino o un gusto exquisito.

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"Uno no es consciente de hasta qué punto sus gustos pueden ser unos controladores egoístas hasta que intenta traicionarlos, y sirvan como muestra las contorsiones bufonescas que he necesitado para, simplemente, poder escuchar a Céline Dion" cuenta Carl Wilson, referenciando su ensayo Música de Mierda, originalmente editado por 33 1/3 (bajo el título de Let's Talk About Love) y que ahora publica en España Blackie Books. Del mismo modo que el síndrome de Stendhal o la metodología de la belleza kantiana defienden que la música buena provoca éxtasis cerebrales, existe un odio visceral hacía la música mala que es tan físico como el placer. Aunque en este caso, te den ganas de torturar lenta y sutilmente al autor de la pieza. El amor igual que el dolor, hay que compartirlo.

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La idea de Wilson era hablar sobre qué ocurre cuando decidimos qué nos gusta o no de cualquier obra de arte. Pero he decidido utilizar la demagogia y de su lectura he extraído mecanismos infalibles para reconocer y evitar las canciones –por no decir artistas, bandas, discos o remixes– que puedan perturbar un oído fino o un gusto exquisito. El agudo trazo de Juanjo Sáez en Hit Emocional (Sexto Piso, 2015) ayudará a entender los ejemplos.

La crítica

Tu primer indicador para determinar la calidad de una canción debe ser, sin duda, la opinión de los críticos culturales. ¿Qué importa que juzguen con "ideas preconcebidas totalmente arbitrarias que utilizan como arma arrojadiza contra los no ilustrados"?

Tampoco influye que se hayan equivocado tantas veces a lo largo de la historia, menospreciado a ABBA o a Mötörhead en sus inicios. Algunos, como el autor del libro, se preguntan "¿por qué la música pop tuvo que envejecer para que la trataran como merecía?". Pero no seamos duros con los críticos, bastante fuerte les ha pegado ya el paso del tiempo; no son oportunistas, está en la propia naturaleza del gusto ser curioso y volátil.

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"Como es bien sabido, Harold Bloom regañó a los miles de millones de niños que leen Harry Potter. Simplemente estaban 'equivocados'". –Nick Hornby

Tus experiencias previas

En una entrevista al periodista Jesse Jarnow, me contó que ya había escuchado a Yo La Tengo, se prendó de la canción "Green Arrow" porqué sonó mientras conducía a través del desierto durante un crepúsculo glorioso. Lo mismo puede pasar a la inversa y sin recurrir al método Ludovico. Así que para saber si una canción es mala sólo tienes que echar la vista atrás, y como apunta Nick Hornby "abarcar una serie de variables inconmensurables" que van desde tu experiencia personal con la música y las asociaciones derivadas, a toda una larga lista de rasgos cognitivos, emocionales y demás. Si analizas tu pasado puedes descubrir el punto justo donde cierto artista empezó a parecerte malo (o al revés).

Tus principios

Es probable que te digan que el hecho de que no disfrutes determinada música quizás se deba a tus ángulos muertos, a un sesgo cultural y regional. Wilson nos cuenta que se familiarizó con la música electrónica al bailarla en los clubes gays de Montreal o que se enganchó al country –cuando antes lo odiaba– porque le introdujeron a él unos amigos tejanos. "Me di cuenta que mi desprecio barato delataba mi ignorancia sobre comunidades enteras y sus formas de vida. Fue una epifanía ética que se tradujo en más placer musical".

No te alarmes, si te mantienes lo suficientemente estrecho de miras, nunca tendrás que hacer el doloroso esfuerzo de abrir tus orejas a otros estilos que te aparten de tu integridad personal.

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Tus preferencias

Con un mecanismo tan sencillo como la retórica inconsciente del rechazo, "cerramos la puerta a los clubes de los que no queremos formar parte". Es decir, a la llamada música de mierda. Con frases como 'esto es música de fumetas' o 'el reggaetón lo bailan putillas' conformamos nuestro carácter frente a los demás. Al fin y al cabo nuestra personalidad es un medio creativo en sí mismo, podemos modelarlo públicamente como queramos.

Wilson opina que es bueno tener preferencias definidas, siempre que seamos conscientes de que no sólo son nuestras y no restemos legitimidad a los favoritismos de los demás. Claro que esta afirmación suena a 'filosofía hippie de manual'.

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¿A qué te agarras cuando se desmoronan los prejuicios?

Tus aversiones

Nuestras aversiones nos definen más que nuestros gustos, que pueden ser posturas adoptadas conscientemente para definir nuestra identidad de una forma concreta. El autor aquí se pregunta, ¿qué verdades desagradables podemos descubrir si analizamos con mayor atención nuestros miedos y odios, lo que consideramos 'mal gusto'? Mejor ni saberlo, seria como hurgar en un cubo [de música] de…

La estética y los estándares elevados

Cuando no sepas en qué confiar para detectar música de mierda, siempre puedes creer en la estética, originada por la inseguridad sobre el propio gusto. Es la que consigue que nos guste lo mismo que a un determinado grupo de personas de quienes consideramos valido su criterio, (del que no nos atrevemos a divergir).

Y aunque diga Wilson que los estándares elevados de ciertas elites culturales no quisieron reconocer la música pop o el cine como arte hasta los años 60, estamos hablando de principios ensalzados, ¿y quién no quiere formar parte la elite del buen gusto?

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La novedad vs La familiaridad

¡Carl Wilson strikes again! Esta vez con una base neurológica, contando que podemos encontrar placer (o dolor) en la música que nos es familiar, porque reconocemos su estructura o ciertas normas del género, pero a su vez toda canción que nos guste tiene que tener cierto aire de descubrimiento. Se convierte en mala cuando es demasiado compleja para que la entendamos o demasiado manida para que nos resulte interesante.

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¿Qué una música se nos haga demasiado típica o familiar significa que no es buena?

Los que están en la cumbre del buen gusto, desconfian de la novedad, porque como afirmaba –en modo profeta– el sociólogo Pierre Bourdieu, "la innovación llegará normalmente de la mano de los individuos de un campo que todavía no gocen de una posición segura, y que intentarán cambiar el juego a su favor, mientras que quienes ya estén consolidados, sean artistas, curadores, críticos, productores o lo que sea, intentarán mantener vigentes durante tanto tiempo como puedan las normas con las que ganaban". El enemigo de nuestros gustos está ahí, en algún lugar, esperando para destituirnos como hicieron los traperos con el rap.

Sobretodo hay que desconfiar de la profundidad sentimental, todo el mundo sabe que la única música profunda es aquella que se compone de complicaciones superficiales y opacidad sonora. La música sensiblona es el enemigo, no sea caso que te toque la fibra alguna de esas "baladas lacrimógenas y caigas en la cuenta de que no eres más que un perro tonto que va a tener que apañárselas como pueda hasta el día que se muera. Y eso es triste, tanto como para que te vengan ganas de llorar. E incluso de llorar junto a Céline Dion".

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Ándate con ojo y que no te desarme una canción facilona.

Al final lo único que determina si una canción es mala es algo externo, no la pieza en sí. Y ese algo externo depende exclusivamente de tu criterio. El agente eres tú. Que exista música mala es tu culpa, esto es lo que te suelta – casi como sin querer—Carl Wilson.

"Tan solo odiamos aquello con que sentimos una afinidad y que por eso debemos repudiar. […] Nos reímos para sabotear nuestro sentimiento de sincronía, pero dicha sincronía ya se ha producido".

Adam Phillips en On Being Laughted At

Música de Mierda de Carl Wilson está publicado por Blackie Books.

Hit emocional de Juanjo Sáez está publicado por Sexto Piso.