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Música

¿Por qué diablos Slipknot son tan exitosos?

Se han convertido en un fenómeno de cultura pop a pesar de hacer todo lo posible por ser la antítesis de lo que sea que tenga que ver con “pop” o “cultura.”
Emma Garland
London, GB

Casi todos los artistas globalmente populares tienen una masa central de superfans devotos que se unen colectivamente. Justin Bieber tiene a sus “Beliebers”, Lady Gaga a sus “Monsters” y Slipknot tienen a sus “Maggots”, que son un poco como los “Monsters” pero están menos interesados en la alta costura y tienen un deseo más grande de que les escupan encima.

Los superfans compensan el punto de referencia más alto de los consumidores cuando se trata del valor comercial de un artista. Cuando los superfans proclaman su “amor” por algo, no lo dicen de la misma manera en la que tú y yo decimos que amamos el chipotle o algún meme arriba de lo promedio, a lo que ellos se refieren es a que los calzones sin lavar de Neil Young son una de sus posesiones más valiosas y tienen 20 tatuajes dedicados a One Direction en su cuerpo.

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Como los hormonalmente cargados fans de Bieber y Gaga, los fans de Slipknot pueden llegar a ser muy intensos (como se ilustra adecuadamente en el video de "Duality" aquí abajo). Durante su lapso de 19 años de carrera, la banda ha sido señalada como la razón por la cual se han salvado incontables vidas de adolescentes hasta ser la inspiración de asesinatos en escuelas, y todo lo que hay en medio de esas dos. Pero los superfans sólo representan un punto muy extremo del amplio espectro de consumidores. Por cada maniaco que se cuela al camerino de Lady Gaga para acariciar sus outfits, hay miles de tipos que ponen el Born This Way para precopear, porque para eso está hecho. En términos de artistas mainstream, el espectro de fans está rara vez limitado a una mujer demente que tiene los mismos tatuajes que Harry Styles, todos en la industria musical se involucran en el tema. Desde su aparición en la portada del Revolver, hasta recibir una reseña de 4 estrellas en The Guardian, Slipknot siguen probando que son merecedores de la atención de los medios, y que van mucho más allá de del demográfico de “música para adolescentes que de vergüenza”.

Se han convertido en un fenómeno de cultura pop a pesar de hacer todo lo posible por ser la antítesis de lo que sea que tenga que ver con “pop” o “cultura.” De todas formas, hay algo en este desfile da payasos literales de Iowa que provoca que la gente los trate con un grado de respeto que nunca se le dio a ninguna de las otras bandas que surgieron del boom del nü metal a finales de los 90. ¿Linkin Park? Seh, tal vez ese único disco. ¿Korn? Jaja, qué buen chiste. ¿System of a qué? Sin embargo, Slipknot, se ha mantenido como un accesorio constante, no sólo en nuestra memoria musical colectiva, sino en las listas de ventas y popularidad. Claro, vivimos en un mundo en el que el Hybrid Theory es el disco más vendido del siglo XXI y todos somos testigos de que el metal vende bien, pero nada de eso explica cómo es que una banda compuesta de hombres adultos disfrazados de bocetos rechazados de personajes de Mortal Kombat estén a punto de lograr su segundo álbum en el número uno de Billboard. Entonces, ¿cómo es que Slipknot logró el éxito donde el resto fracasó? ¿Por qué son los únicos que sobrevivieron al imperio de los skinny jeans?

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Cuando empecé a escuchar a Slipknot, me gustaban porque bordeaban los límites de aceptación y censura, pero sobre todo, como cualquier adolescente podrido, quería hacer enojar a mis padres lo más posible. Pero todavía cuento al Iowa como uno de los discos que moldeó mi gusto musical y hay muy pocos fans de la música pesada que no podrían decir lo mismo. Detrás de todas esas putas máscaras estúpidas y esa respiración intensa, es la sinceridad genuina con la que la gente puede relacionarse. Porque a veces la gente realmente se siente como una mierda (“people = shit”) y muy seguido la mejor manera de soportarlo es escuchando una canción que describe la situación con esas mismas palabras, murmurándolas muy bajito mientras estás parado en el metro un lunes en la mañana con la nariz sumergida en la axila de un desconocido.

Slipknot utiliza las mismas tácticas visuales que el resto de las bandas de metal, con un ritual de maquillaje que dura más que el todos los concursantes del Drag Race de RuPaul juntos. Su imagen es extremadamente importante para su “marca” en general. Insane Clown Posse, GWAR, Lordi y Nekrogoblikon, todos son ejemplos de que incorporar pintura facial o un pito falso perturbadoramente monstruoso a tu vestuario puede generar muchísimo estatus de culto, pero ser tan de nicho los deja todavía muy lejos del brinco hacia el mainstream. ICP podrán tener su propia red social y GWAR podrán haber aparecido en el show de Jimmy Fallon alguna vez, pero Slipknot se las han arreglado para mantener relevancia cultural y aclamación por parte de la crítica durante casi dos décadas de una forma que va mucho más allá del truco y el disfraz. Desde el lanzamiento de su álbum debut en 1999, Slipknot han sido nominados para 7 Grammys (y ganado uno), sus cuatro discos de estudio son por lo menos doble platino, y es tan común verlos en los VMA’s abrazados de un McLovin’ borracho hasta escucharlos pidiéndoles a sus fans que no lleven restos humanos a sus conciertos, tratando de no comprometer la identidad de esos fans en cuestión. El underground los ama, el mundo comercial los ama y los medios no pueden ignorarlos. Contra todo lo imaginable, encajan en todos lados.

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Por lo menos, parte del éxito incesante de Slipknot recae en su dedicación al schtick, su comportamiento característico. Requiere de mucha convicción ponerse un overol de gasolinera y una máscara de plástico en 1995 y no quitártelos por el resto de tu carrera. A juzgar por las entrevistas, que son desconcertantemente sinceras, el disfraz es más que una táctica de relaciones públicas (aunque siete nominaciones al Grammy confirma que es una bastante buena). Hay algo definitivamente más sincero ahí para ellos. No es como que se ponen la máscara y mágicamente se trasforman en la versión de Rob Zombie de My Chemical Romance cuyo vocabulario se limita a las palabras “shit”, “suffer” y “die”, es más como si tu papá se pusiera una máscara de Darth Vader en la mesa y continuara hablando sobre David Attenborough como si nada. Encajan tan casualmente bien en sus personalidades auto-prescritas que no las han cambiado por casi veinte años. No han tenido que hacerlo.

Máscaras aparte, y quizá por lo que Slipknot ha sido tan resistente, es porque resuenan en los adolescentes enojados de una manera importante, y al mundo nunca se le van a acabar esos. Slipknot representa a un demográfico gigantesco de personas cuya respuesta a tener que lidiar con familias disfuncionales, bullying, soledad y cualquier otra mierda de la vida puede muy bien liberarse con echar un buen grito furioso al respecto. Y la cosa con ICP, GWAR y Lordi es que no son universalmente relacionables. Todo es muy exagerado, muy melodramático, mucho como el rincón oscuro del internet en donde el erotismo de World of Warcraft es debatido y revisado. Slipknot encontró la línea del ridículo aceptable y eso es un hombre vestido de payaso pegándole apasionadamente a un bote de basura con toda la convicción de un profesional de piano clásico. Todo lo demás ya es un exceso. Nadie puede sostener una carrera aclamada por la crítica solamente con un truco. Las modas cambian. La gente se aburre. Lo que separa a Slipknot de cualquier otra banda de alt metal de las dos ultimas décadas es que hay una forma artística creíble de lo que hacen.

.5: The Gray Chapter es el quinto álbum de estudio de Slipknot y el primero después de la muerte de su bajista Paul Gray en 2010 y la partida del baterista Joey Jordison el año pasado. Los dos eran escritores primordiales de las canciones. A pesar de haber entrado al estudio sin ellos, el disco se sostiene bastante bien, particularmente para un clima en el que el pop domina las listas de popularidad. No quiero meter a Slipknot en el mismo saco que todas las bandas de nü metal porque siempre han tendido mucho más hacia el thrash, pero es cierto que surgieron en la época dorada de ese género, tanto así que the Guardian los describió como “el ultimo movimiento basado en la guitarra que generó una brecha generacional genuina.”

No importan los resultados del top 100 de Billboard, de todas maneras es impresionante que la batalla por el #1 está entre Taylor Swift, la niña más querida de Norteamérica y siete dudes cuyas señas personales incluyen cabezas de cabras, pentagramas y un letrero gigante vete-a-la-verga de un 666 prendido en fuego.

Sigue a Emma en Twitter: @emmaggarland