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Música

HISTORIAS DE AMOR Y TECNOLOGÍA

Los que aún no hayan desarrollado alzheimer prematuro se acordarán del concurso que estamos haciendo con Intel. El premio es una jornada de paracaidismo para el ganador y cuatro amigos, y os pedíamos que nos mandárais vuestras anécdotas acerca de cómo la tecnología os cambió la vida. El concurso sigue en pie.
Si el idea de tirarte de un avión es el tipo de cosa que te pone burro, pincha aquí para ver el video de Bass Jump y escríbe a meli@vice.es diciendo cuántos ingenieros saltan desde el edificio y cómo la tecnología ha cambiado tu vida. Algo como lo siguiente, pero mejor.

El vídeo me ha recordado una experiencia de mi juventud. Estando hace años en un parque temático de Maryland junto a un grupo de petardos y petardas de estos de intercambio, alguien sugirió montarse en la atracción del Puenting. Consistía en algo parecido al puenting pero desde una estructura metálica grande de la ostia. Yo me monté con un tío del grupo y la chica que me gustaba, puesto que en cada turno se montaban tres de golpe y de forma parelela al suelo. Ella en medio y cada uno de nosotros a los lados. Mientras ascendíamos el tío susurró una guarrada a la chica y ella se rió. Intuí que se habían enrollado de modo que lo pregunté, y entre risas balbucearon que la noche anterior. Entré en cólera y a 300 metros de altura intenté sacudir al desgraciado. El arnés empezó a menearse peligrosamente y por los altavoces nos advirtieron que nos estuviésemos quietos. Impotente, decidí tirar de la anilla antes de lo permitido y sin que ninguno de los dos se lo esperara. Caímos medio de lado y la cachonda profirió los gritos más aterradores que he escuchado en mi vida. Una vez abajo me pegué con ganas con el tío y perdí algo de audición debido a los gritos de la chica. Además, nos dijeron que podíamos haber muerto por hacer el estúpido de ese modo, intentaron sancionarnos y nos expulsaron del parque. La chica se libró y no volvió a dirigirme la palabra (sobra decir que tampoco se enrolló conmigo). En el párking el tío y yo volvimos a discutir y a zumbarnos otro rato, aunque finalmente hicimos las paces y quedamos amigos. Días después metí un reloj en su mochila dentro de una tienda. Le pillaron y expulsaron del país. En mi defensa diré que tenía 15 años, pillaba poco y era un poco cabrón.