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Música

“Mi sueño es ser como Nacho Cano”: Una entrevista con La Entrópica

Además, ve aquí en exclusiva “Maneras”, el nuevo video de la estrella chilena del electropop.

Francisca Bascuñán es la Entrópica, la nueva voz del electropop chileno, quién le ha entregado densidad, técnica y rigor a una escena en plena experimentación. Hace unos meses, Entrópica publicó su segundo EP, Niña Nuclear, a través de Ponk Records. Aprovechamos para platicar con ella sobre cómo pasó de ser rapera a una de las nuevas figuras de la abundante escena de electropop en Chile, cómo empezó a colaborar con Javiera Mena, y por qué su sueño es ser como Nacho Cano, de Mecano. ¡Ah! Y además estrenamos aquí abajo el video para su sencillo más reciente, "Maneras", tema que dedicó a su mamá.

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NOISEY: ¿Qué es La Entrópica?
Francisca Bascuñán: La Entrópica es un concepto que tiene que ver como con el no poder repetir un experimento, una acción o algo físico en el tiempo para obtener los mismos resultados. O sea, es cuando uno hace un experimento —en física— y obtienes resultados. Pero si lo repites cinco minutos después obtienes otro. Hay una definición sicológica y una humanista que yo no conozco.

O sea, es como un accidente…
Claro. La idea me gusta mucho, porque si una banda pudiera ser así significaría que todos sus discos serían distintos y nunca sabríamos por qué.

¿Cómo asumes ese concepto y lo llevas a tu proyecto musical?
En la música se nota que de repente hay melodías súper correctas y armonías súper incorrectas; yo nunca en mi vida he estudiado armonía, entonces todos los acordes que salen son como “Oh, suena bueno… ya dale”, pero para las melodías soy más ordenada. Por ejemplo, yo nunca tengo acordes de paso. Hay gente que siempre dice que tiene que haber un acorde de paso. Yo no sé hacer eso. Soy radical: voy directamente a la otra parte y eso se cacha en mis canciones. No hay bálsamo.

Pero con el nombre pasó una cosa súper divertida. Un profesor que teníamos en acústica llegó y me dijo: “Tú deberías tener una banda y se debería llamar La Entrópica”, y se sentó. Me dijo eso de la nada, y yo quedé espirituá [asustada]. Igual yo sabía que no me iba a llamar Francisca, porque qué fome [aburrido]: imagínate buscar un video de Francisca; hay ochocientos.

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En ese tiempo yo tenía una grupo rapero súper raro: LM2, donde cantaban dos gallos y yo, que cantaba lírico, porque —en verdad— estudié lírico ¿cachai? Esa es mi escuela. Fue brígido cuando me puse a cantar popular, era: “¡¿Cómo se hace eso?!” Entré en crisis. Me ha servido saber lírico, porque hace levantar el paladar completamente, me canso menos. Pero también ha costado ene sacarme eso así [habla como locutor radial]. Esa hueá como de vieja pituca [fresa] que tuve que extirpar, si no iba sonar todo como si fuera una María Calas pobre, jajaja. Ahora que lo pienso, creo que es terrible estar destinado a cantar canciones de otras personas todo el tiempo. O sea, bacán porque aprendí muchísimo de línea melódica, pero igual es un mundo súper difícil; como que tenías que parecer señora, porque si no el mundo no te compra. Tu vei a la Verónica Villaroel y vei a una señora con vuelos en las manos. ¡O te poní vestidos con fierros o la hueá no va! No sé si hubiera podido bancarme eso.

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Además de estudiar lírico, estudiaste ingeniería en sonido y acústica. ¿Cómo se fueron amalgamando esos saberes?
Fue súper bacán porque aprendí todo lo que no sabía de sonoridad, de grabación, de estética sonora; el lado más numérico de la música. Ese lado que es el único que tengo 100% certeza de que sí lo conozco. Y me gusta mucho. ¡Es bacán no depender de nadie para sacar un disco! Cacho muchos amigos que están en la onda de: “puta la hueá tengo que grabar, tengo que ir donde este hueón, pero este hueón no me va a entregar las pistas.” Es como un eterno rollo. Yo empiezo a tener problemas recién cuando hay que hacer el arte del disco, ¿cachai? Igual me entrego a quién hace el master, que en mi caso es Pascal Coulon. Uno no puede estar en todas, sino te volverías loca.

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¿Y qué paso luego de LM2?
Me puse a hacer canciones; no sabía para qué, pero seguía haciéndolas, entonces caché que en la carpeta de las canciones equis, tenía como 12 canciones de un estilo totalmente distinto al que había hecho antes. Dije: “las voy a trabajar un poco más,” y cuando terminé, caché que esto era como pop electrónico. Y yo venía del rap, que es un mundo súper rígido… compadezco a la gente que está en ese mundo, porque es demasiado prejuicioso y demasiado difícil. Como que si llegai a hacer algo y les corrís la tapa a los locos, es como que viene Esqueletor a sacarte la chucha. No sé si ahora es así, pero en los 90 lo era. Ahora existen, por ejemplo, los de la Zonora Point, que son súper divertidos y nadie los critica, pero si hubieran existido en el 2000, la gente hubiera sido súper mala onda. No hubiera entendido la onda.

¿Cómo ha influenciado tu trabajo el hecho de que tú seas tu propia productora?
Influye heavy, porque cometo los mismos errores en todos los procesos, jajaja… Es terrible y lo justifico en mi cabeza, pero cuando la canción está terminada y no hay nada que hacer, me doy cuenta. Y yo no soy de esos músicos que llegan al master y quieren darle una vuelta y cambiarle algo a la cuestión… no. Esa hueá ya no. Mi rollo siempre ha sido componer. Pero componer para la mezcla; siempre pienso en tener un bajo que no moleste con otro. Como tengo el espectro súper dibujado en mi cabeza, no diseño sonidos que se peleen entre ellos. A mí me encantaría tener productor, lo encontraría súper entretenido, pero como que en verdad, siempre he hecho todo sola. Soy antisocial yo creo. Me gusta trabajar sola, me pone nerviosa trabajar con gente.

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Oye leí una entrevista que te hicieron y decía que La Entrópica era un proyecto serio. ¿Por qué no sería algo serio?
Es que para mí todos los proyectos son algo serio, todo proyecto que sea armado de una manera linda es un proyecto serio. Que suene increíble o que no suene tan increíble, pero que tenga una columna vertebral que te convenza. Por ejemplo, el primer disco de Adrianigual, quizá no suena tan bien pero las letras son increíbles. No sé… Lulú Jam es súper juguetón, como súper en su hueá, pero el trabajo es serio. De hecho como que el disco Corazón Caliente fue el primer disco de electro pop en que la hueá sonó bien y le dió paso a muchos otros grupos que venían después.

En algún momento me gustaría tocar todos los instrumentos, hacerme como un Nacho Cano, ¿cachai? Mi sueño, en serio, es ser como Nacho Cano. Ese es mi objetivo de vida. No sé si algún día podré tener una vocalista como Ana Torroja,pero sí quiero ser como él. Onda tocar muchos teclados al mismo tiempo. De hecho estoy en clases de teclado. Ahora, lo que toco con la Javiera [Mena] son acordes simples y esas cosas, como que ella necesitaba a alguien que le hiciera cama. Y que le hiciera como un diseño sonoro de eso y yo soy súper buena en eso. Pero si me pusieran a hacer un solo así, no. No, no puedo, ahora no.

Ya que llegaste a tocar este tema, ¿cómo llegaste a colaborar con ella?
Ah, ella una vez me llamó para que yo hiciera coros en el Teatro Cariola. Me dijo, onda: “Hola, soy Javiera Mena” y yo pensé que era un amigo que estaba agarrando pal hueveo, como típico los amigos que te huevean de celulares equis, onda: “Hola soy la Kel Calderón. Me contó que tenía una fecha en el Cariola, la otra semana… "yo sé que es encima, onda ¿te gustaría hacer coro? Y yo: “Oh, qué la raja, bacán”. Y no la cachaba ni nada. Llegué al escenario medio asustada, no cachaba a nadie. Yo creo que le gustaron mis cosas y como que igual nuestros timbres se parecen un poco, entonces eso es bueno para los coros. He aprendido muchísimo de ella. Como, por ejemplo, qué sonidos son buenos tocar en vivo y qué sonido no es tan bueno. Tiene un mapa súper bueno de sus canciones, las conoce muy bien entonces sabe que hay algunas cosas que funcionan mejores que otras. He aprendido a tocar con público grande… cachai que igual es heavy: el público de la Javiera es como un coliseo de leones. Igual da miedo.

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¿Cómo aparecen las letras de tus canciones?
De repente en conversaciones que tengo con gente muy loca, referenciadas a mí o referenciadas a otras personas. Ponte tú, siempre me preguntan: “oye ¿en la canción “Estoy usándote” hablas de ti?” Y en verdad no. Una vez hablaba por teléfono con una galla que era como una amiga del colegio que me decía: “Ay, me encanta salir con este gallo porque me invita a lugares súper caros y es bacán; pero cuando me quiere dar un beso, no quiero, me da demasiada vergüenza; demasiado asco” ¿Cómo chucha te podís bancar a un hueón en toda la cita, si no te gusta? ¡Qué brígido! Debe haber mucha gente que hace eso. Yo prefiero comer ratas en mi casa antes que eso.

¿Qué sientes cuando ves que la otra persona está atenta o entendiendo lo que quieres decir en tus letras?
De hecho, casi ninguna letra tiene un carácter publico. No sé, me da pudor, igual. Pero lo encuentro muy lindo. Es que igual sigue siendo una cosa súper intima, pero si alguna vez uno la escribió es porque necesitaba que alguien genere empatía con eso o, por lo menos, reafirmar que alguien también le pasó para una no sentirse tan rara.

¿Cómo se gestó Niña Nuclear?
Uy, en verdad como que lo empecé a hacer en una época muy caótica. Trabajaba en una agencia de publicidad y tenía un horario horrible. Yo trabajaba de 9:00am a 9:00pm, era horrible, y como que llegaba a mi casa y me ponía a trabajar en el disco. Me acostaba todos los días a medianoche. Durante 6 o 7 meses estaba en esa. No sé cómo no me volví loca. Después de hacer el disco tuve que renunciar a la agencia, porque si no me iba a matar o tirar por el balcón para abajo. Cuando empecé a cachar que las canciones comenzaron a tener sentido entre ellas, un hilo conductor, dije: este es otro disco.

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La portada de Niña Nuclear, de Entrópica

¿Y el título de dónde salió?
Lo puse en honor a Hombre Nuclear, un proyecto de Francisco Pinto con Javier Barría. Me encantan ellos y encuentro que este disco grafica un reflejo mío súper 3D. De hecho, por eso el diseño es una mona en 3D, porque es como una versión mía pero en una onda súper metálica, plástica. De hecho, a ese personaje le pusimos nombre: se llama Bubu. Queremos hacer visuales con ella después. El arte lo hizo Víctor Verdugo, que es un chico que conocí en mi ex-trabajo. Para los shows la quiero bailando, haciendo coreografías que yo no puedo hacer. Como que Bubu tiene que hacer todo lo que yo no puedo. Tiene que ser como mi hermana chica, y la hermana chica siempre dice cosas que uno no quiere escuchar o hace cosas que uno no quiere que hagan, ¿cachai?

¿Cuales —dirías tú— son las diferencias gruesas entre el primer y el segundo disco?
El primero tiene mas trabajo melódico y el segundo tiene un trabajo más timbrístico. En el primero no dominaba tanto eso. Como que en el segundo creo que lo dominé más, entonces traté de hacer melodías más simples, pero un trabajo timbrístico más importante. De hecho, con las letras también me las jugué más, en cómo estructurarlas, cantarlas, cómo no ser tan correcta. Además en el segundo me atreví a meter una canción rap. A mí el rap me encanta y no lo había hecho en el primero. Me atreví a meter una canción más ambient, mas rara y hasta le hice un video de esa canción.

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En ese sentido, ¿cómo nace “Maneras”?
La música de esa canción la hizo Alfredo Ibarra. Un día me la mandó, la escuché, me gustó mucho y salió muy rápido, en una tarde. Llegué, la escribí, la grabé y se la mandé. Esa canción se la escribí a mi mamá por esas formas que tiene ella de hacer ciertas cosas que tienen una súper intención, pero que son poco comprendidas por su entorno. Yo y ella lo comprendemos, pero sus amigos y hermanos nunca. Tiene una lucha constante de tener que demostrarle al resto por qué, cuando a lo mejor no hay un por qué. Ella no cacha que se la hice a ella.

Ahora va a cachar poh…
Jajaja, sí. Es como para decirle, sabís qué, no tenís porqué justificar tus maneras. Tus maneras son.

¿Y cómo aparece el video?
Raúl Durán es quien hizo el storyboarding, dirigió el video, maquilló y puso mucho trabajo ahí, con la Antonia Forch, también. Maquinábamos una hueá que estaba súper difícil, que era como un Jardines de Edena de Moebius. Es un cómic de Moebius que trata la versión Adán y Eva de él: dos seres andróginos venidos de un planeta que se destruyó llegan en una nave súper rara a una especie de paraíso, donde hay manzanas. Pero estaban acostumbrados a ingerir pastillas hace muchísimo rato. Los hueones tomaban hormonas para neutralizar su sexualidad, entonces eran iguales. El personaje comienza llamándose Satán y termina llamándose Satana, porque deja de recibir hormonas y termina como mujer. El tipo tiene una propuesta estética súper bonita, se enfoca en no definir a una persona en un cierto concepto, lo deja libre. Tiene mucho que ver con qué es lo que pasa si a dos personas del mundo las tiran a una tierra equis sin reglas… cómo reaccionarías, qué pasaría. Esa es la versión de Moebius. Nosotros agarramos ese concepto y pensamos en hacer un deportista del futuro que llega a un lugar raro, que no cacha, pero que lo explora. Explorar algo que no conoces y empezar a incorporarlo en tu vida. Empezar a entender que hay cosas que no tienen explicación, simplemente son. Lo grabamos en el jardín de mi abuela y en el de mi tía.

¿Cómo llegaste a hacer este cover de “Con suavidad” de Los Prisioneros?
Ay, es que esa canción me gusta demasiado. Corazones me gusta demasiado. Como que te juro que cada canción me encanta. Encuentro súper raro que en esa época le haya ido bien, porque la gente era súper juzgona: si hacías pop, eras un hueón poco serio. Esa canción en particular me da mucha risa, es muy bacán, es como tan pacata. Yo me imagino a Jorge González con Santaolalla, el loco de Bajo Fondo, como: “hueón, hagamos una reunión súper controversial, súper cochina”. Siento que fue hecha para hacer enojar a alguien, a una cuica-cartucha tipo Mary Rose McGill.

¿Cual sería la diferencia entre tu proyecto con otros proyectos del electro pop, como Javiera Mena, Sofía Oportot, etc?
La verdad es que trato de diferenciarme por el trabajo timbrístico que hago; trato de ir más allá con el timbre de las canciones. Para hacer un disco tengo que hacer, onda, nueve sonidos nuevos que no he tocado nunca. Me preocupo mucho de diferenciarlo de las otras músicas que están sonando para no sólo ser reconocible por la voz, sino que también por el background que suena. Hay muchas bandas de acá que me gustan harto, como MKRNI, que me gusta demasiado. Lulú Jam siempre me ha gustado. Hay cosas, bandas o cuestiones nuevas como Marineros, la guitarrista de ese grupo me encanta, esa mina es total. Toca muy bien. Pero también me encanta la mirada electroclash del Ignacio Redard, me gusta harto, es muy club bizarre. Me gusta mucho el rap también, como lo que hace DJ Raff o el DJ Caso. Me cuesta mucho entender que esos músicos no sean más famosos acá. Como que ha habido una explosión creativa… creo que se dio porque la gente se ha estado arriesgado más. Como ahora los sellos se acabaron, todo el trabajo es autogestionado y uno no tiene que darle explicaciones a nadie por las hueás que uno hace.

¿A qué responde tu propuesta estética?
Ay, es porque siempre me han gustado mucho las pintas divertidas, me encantaba ponerle tacos a las Barbies, de chica. Me encantan los zapatos plásticos, de charol. Me gusta mucho esa onda de disfrazarse de una muñeca que tiene una personalidad definida. Es súper chistoso eso. Es como un disfraz que muestra una parte de ti. En diferentes instancias siento que muestra un poco el cómo veo mi interacción con la realidad, qué me parece bien y qué me parece mal. Por ejemplo, cuando me visto con terno —me encantan—, también es una forma de decir: “Puta, ¿sabis qué? No porque tenga terno y el pelo corto voy a ser un niño”. Es una respuesta a todo ese estereotipo que existe frente a los géneros en sí. ¿Por qué uno tiene que ser totalmente mujer o totalmente hombre?

¿Y eso se ve reflejado en tus letras?
Sí, yo creo que sí. ¿Por qué uno tiene que ser algo definido? ¿Por que uno no puede estar al medio? Entremedio.

Sigue a Andrea Ocampo Cea en Twitter — @andreiii