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Música

AAAA: obsesión por el hardware y lo alienígena

Sea en MUTEK o en Raymondstock, veremos mucho de Gabo Barranco en los próximos días. Por eso nos sentamos a platicar con él. Para tranquilizarnos todos.

Cuando busqué a Gabo Barranco para hacerle unas preguntas sobre AAAA, el proyecto con el que le veremos mucho en acción por estos días –por lo pronto, sé de tres apariciones solo en octubre: el sábado 4 en Raymondstock, el viernes 10 como parte de la Intergalactic Acid Nite donde toca Tin Man y el jueves 23 como parte del —, inicié preguntándole un par de cosas que ya se me ha hecho costumbre preguntar en casi todas las entrevistas: cómo nació su relación con la música –pretendo que me digan desde el primer recuerdo que tengan relacionado con una canción hasta el momento en que escucharon algo ya con la conciencia de ser escuchas— y de qué manera surgió su interés por el tipo de música con el que hoy se encuentran vinculados.

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Las respuestas a ese tipo de cuestiones siempre aluden a una disfrutable parte emotiva que siempre procuro abordar, ayuda a sacudirse uno que otro prejuicio que podrías haberte hecho a partir de algún dato aparecido –u oculto— en las biografías de los artistas. Por ejemplo, cuando busqué a Stefan Goldmann, el cerebro y corazón detrás de Macro, sabía que había crecido en un entorno familiar de músicos clásicos, e imaginé que había sido fundamental esa circunstancia en su formación. Pero resultó que habían tenido más influencia sus amigos, unos que por fortuna estaban sedientos de música. En el caso de Gabo Barranco, me contó que su papá escuchaba montones de música: desde Chico Buarque y Milton Nascimiento, hasta Los Beatles y Wendy Carlos, pasando por Miles Davis. Su papá también fue el responsable de que Gabo aprendiera a grabar sus propios mixtapes antes de entrar a primaria. Y cuando tenía 5 o 6 años, a Gabo le encantaba poner el vinilo de Popcorn, de Jean Michel Jarre.

–Se me hacía música de extraterrestres –cuenta a Noisey.

Resulta fácil imaginar que en la colección discográfica de la familia, además de joyitas hechas con sintetizadores como las de Jarre, había muchas otras cosas que influyeron en que Gabo se inclinara por los sonidos sintéticos, un gusto que derivaría, con Gabo ya adolescente, en la escucha de otras cosas: Boards of Canada y Chris Clark, y artistas del catálogo de Warp o de Skam, a Richard Devine o, ya en plan más tranquilo, trabajos de Steve Reich o Fennesz. Y más adelante, tuvo un grupo de amigos con los que mezclaba, compraban vinilos, competían por conseguir copias promocionales que todavía no salían en los sellos… Y le tocó ir a enfiestar todavía en el Continental, donde llegó a escuchar a Holden, Phil Kieran o Sasha.

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Un día, Gabo comenzó a hacer música y a tocar con varios de sus amigos. Se bautizaron como D.D.A., y tocaban algo que para Gabo era shoegaze, para Ramón era punk y para Sonny era post-rock. Lo cierto es que era ruidoso, y probablemente fruto de la atracción de los tres por la música de Pavement, Sonic Youth, Swirlies y Astrobrite.

A propósito de esa etapa, Gabo confiesa que el shoegaze siempre le gustó por melódico, porque la voz siempre se encuentra detrás de la distorsión de las guitarras, por sus múltiples capas, por la melancolía, por el reverb… Hoy, ya convertido en AAAA (ese proyecto cuyo nombre salió de aporrear al azar el teclado y que resultó ser ideal porque así podían encontrarse sus tracks más rápidamente en el ipod), Gabo crea techno, a veces de naturaleza espacial –probablemente fruto de su exposición temprana a los sintetizadores y de su interés más o menos reciente por Theo Kamecke, un escultor y cineasta obsesionado por los circuitos y al que descubrió en Tumblr mientras veía imágenes de gatos y cosas de tinte alienígena—; siempre emotivo –estoy seguro de que herencia de su pasión por el shoegaze— y en ocasiones, más ruidosillo y experimental, como cuando se encuentra probando algún arribo reciente de equipo, como sucedió cuando me tocó oír a AAAA por primera vez. Fue en el Museo del Chopo, justo después de que tocaran los Lucky Dragons. Esa noche me quedé con la impresión de que su proyecto tenía una vena noise importante, pero resultó que no. Ese día acababa de llegarle un sintetizador modular y nunca había usado uno.

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–Ese secuenciador funciona de manera distinta –explica Gabo—, básicamente lo probé ahí, ¡jajaja!, por eso sonó tan noisero supongo. En vivo, estoy más orientado al techno.

A Gabo le encanta el equipo. Así que tiene una colección de máquinas con las que a veces juguetea hasta que sale un nuevo

track

, y en ocasiones, va tras una idea que surgió lejos del estudio. Para varios de sus temas –tal vez alguno de los que incluirá su

Shiva Watts

(publicado por Maligna)—, usó un Voyager XL, de Moog, que podía usar en donde trabajaba y que hoy extraña profundamente, pero también ha utilizado su Sh-101, de Roland; su Miniatur, de Moog; una MFB-522 (una caja de ritmos parecida a la 808), un Kaoss Pad, su consola, un Juno-D, un Casiotone 101, un modular, piano, guitarras, algunos micrófonos y hasta un Echo Dream que le prestó un amigo…

Sí, a Gabo Barranco le encanta el equipo y experimentar con él, así que podría asegurar que cualquiera de sus

live sets

siempre será distinto del siguiente. Dependerá de muchos factores. Habrá tracks que toque en uno que tal vez no toque en el siguiente. Los bpm puede que cambien, y dependerá también del tiempo que tenga en cada ocasión para desarrollar su set. Lo cierto es que se aproxima una fecha especial para AAAA, la del martes 21 de octubre, donde compartirá el escenario del Foro Indie Rocks con Missing Human, Schem y Omaar.

–Me emociona tocar en Mutek –nos confiesa—, voy desde morro: escuché a Apparat cuando todavía hacía techno; a Robert Henke y a 34B (el proyecto de Mario de Vega) en el Espacio Escultórico, y a Telefon Tel Aviv antes de que Charles Cooper se suicidara.

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Mientras esa fecha llega, podemos ver Moonwalk One, documental de Theo Kamecke, el creador de los circuitos que figuran en la portada de Shiva Watts y cuyos patrones tomados de circuitos llamaron la atención de Gabo apenas los descubrió.

Investigando sobre él, Gabo dio con ese documental para el que la NASA le dio acceso a la torre de control y a todo el material grabado durante la primera visita humana a la Luna. Después de aquella experiencia, Kamecke se obsesionó con los circuitos y empezó a hacer con ellos piezas escultóricas que aluden a culturas ancestrales (la egipcia, la maya, la china, la griega…).

–La tecnología avanza rápidamente, los procesadores se hacen cada vez más potentes y diminutos –explica Gabo—, me pone a pensar cómo van a ver en 200 años el equipo que usamos ahora; todos estos circuitos son los ancestros del equipo que viene adelante.

@peach_melba