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Música

Ucranianos: ¿la música los salvará de nuevo?

En 1989, dos años antes de la caída de la URSS, se llevó a cabo un primer festival de música de rock en una ciudad ucraniana. Esta es la historia.

Y la historia se repite. Pero ¿dónde y cuándo no? Hoy es en Ucrania. Y lo que está pasando es algo muy similar a lo que pasó hace unos veinte años atrás. Lo culero es que, a diferencia de aquella antaña ocasión, esta vez se ve más difícil que la música pueda ayudar en algo.

Entonces, hoy en día tenemos a unos ucranianos que quieren ser parte de la Unión Europea y a otros que no. Éstos quieren seguir dependiendo de Rusia para las exportaciones y demás; los primeros, de la UE. Por supuesto que no voy a juzgar ni decir quién está bien o mal, pues ambas opciones parecen estar bien jodidas y si se leen los argumentos de las distintas partes acaban siendo lo mismo, pero al revés: Los jóvenes, que la UE es bien chingona. Los viejos, que la UE es una mierda. Y lo cabrón es que ambos grupos tienen razón.

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Hace una veintena de años una situación muy similar ocurría. Con el fin de la URSS en 1991 las cosas estaban igual: “No pus pinche occidente nos va a chingar, mejor quedarnos con los rusos”, “No pus estamos rejodidos, hay que entrarle con los gringos”. O algo así. Pero no. Durante el régimen soviético, algunas de las costumbres y tradiciones (por llegar a un lugar común) ucranianas fueron vetadas, despreciadas y desacreditadas. Inclusive, en la mayor parte del territorio que ahora conforma Ucrania, la banda hablaba más ruso que ucraniano. Sobre todo en el Este. El oeste, por más contradictorio que pueda sonar, era el territorio que conservó las tradiciones ucranianas, y entre ellas, por supuesto, el idioma. ¿Por qué? No fue hasta que Stalin y su ejército rojo por ahí de finales de la Segunda Guerra Mundial llevaron las costumbres soviéticas a esa zona del actual país europeo. Era, pues, un territorio dividido que a final de cuentas acabó convirtiéndose en un mismo país y de cierta manera, la música tuvo algo que ver en esto. Sin embargo, difícil es pensar y esperar sobre todo que nuevamente pueda hacer algo por Ucrania.

En 1989, dos años antes de la caída de la URSS, se llevó a cabo un primer festival de música de rock en una ciudad ucraniana. Chevrona Ruta fue su nombre, el cual estaba inspirado en el título de una muy famosa canción de los setentas que era interpretada por el cantante Volodymir Ivasiuk, quien al parecer era muy famoso. Y como buen cantante famoso de antaño, fue asesinado –o suicidado– por la KGB. Es decir, en teoría se suicidó, pero muchos creen que fue esa agencia quien a final de cuentas lo mató por andar de moja calzones y revoltoso. Bueno. Aquella ciudad se llamaba Chernivtsi. Ivasiuk era de ahí y ahí murió. “Chevrona Ruta”, el nombre de la canción que a su vez dio nombre al festival, muy seguramente tiene algo que ver con esa ciudad. Tenía, pues, que ser ahí. Pero a final de cuentas esta primera edición no sirvió de mucho… Es decir, se realizó en una ciudad del occidente de Ucrania donde la banda era pro-Ucrania y estaba en contra de los culeros soviéticos (porque así dice que eran con ellos). Las cosas tenían que salir fácilmente, y así salieron. Los promotores, que eran mitad canadienses y mitad ucranianos, buscaron que todas las canciones fueran cantadas en ucraniano, ya saben, para darle un sabor nacionalista. Y bueno, el resultado ahí está en YouTube. Este festival fue grabado para que llegara a toda la banda ucraniana fuera y dentro de esa región y la pudieran ver desde la comodidad de sus casas, imagino yo en Beta o VHS.

Más adelante, en 1991, una segunda edición de ese mismo festival tuvo lugar. Fue organizado precisamente una semana antes de que la URSS cayera, sin que los productores hayan tenido idea, creo. Ahora sí lo hicieron en una ciudad del Este de Ucrania que curiosamente en estos días está en contra de la inclusión de Ucrania en la Unión Europea. O sea, siguen siendo bien pinches pro-rusos (porque de cierta forma siguen dependiendo de ellos industrial y económicamente hablando). Su nombre, Zaporiyia, la cuna del proletariado ucraniano y la cuna de los cosacos. En otras palabras, una madre bien pinche dura de roer. Pero en esa ocasión hicieron trampa. Utilizaron la misma canción que todo mundo pinche conocía, pero la mezclaron con la religión. Entonces monjas y padrecitos de las dos más importantes iglesias en Ucrania entraron con cruces y la chingada a presentar a los grupos de rock que abogaban por la unión de los ucranianos y su independencia de la URSS. Sin saberlo, la obtendrían una semana después. Pero el chiste de esta edición del festival Chevrona Ruta es que a través de la música (que incluía rock), y bueno, sí, la religión, pudieron generar un sentimiento de unidad y nacionalismo (aunque eso esté medio jodido). El concierto fue en un estadio de futbol. Las gradas estaban repletas, pero rápidamente se vaciaron. El público ingresó a la cancha y comenzó a bailar y a tomarse de las manos y de los brazos. Se sentía al fin la unión ucraniana. Bandas de rock y cantantes de música folklórica fueron parte del line-up. El rock para demostrar que los ucranianos estaban listos para entrarle al pedo comercial de occidente, y el folk para demostrar que mantenían sus ligas con las tradiciones ucranianas y la esencia, si se quiere, ucraniana. Fue el preámbulo perfecto al fin del dominio soviético en aquel territorio.

En estos días, a pesar de que apenas todo el pedo ha comenzado, la situación parece estar más complicada. Es difícil pensar que tanto la música como la religión puedan hacer algo para calmar los ánimos y sobre todo integrar nuevamente al pueblo ucraniano.