FYI.

This story is over 5 years old.

Música

It's Time for Hip Hop for Putos: Cakes Da Killa demuestra que el hip hop no tiene que ser homófobo ni misógino

Hablamos con Cakes da Killa antes de su presentación en Nrmal.

Foto tomada del Facebook de la casa.

El Easy Bake Oven de Cakes Da Killa arranca con una intro que tiene una grabación vintage de finales de los 60, en la que una hombruna aunque ñoña voz con tono de educador presbiterano, superpuesta a un jingle de orquesta juguetona, advierte a los padres de familia sobre el peligro de la amistad muy cercana entre dos niños, pues según la grabación, tanto pinche cariñito puede ser caldo de cultivo de la homosexualidad —y ni qué decir de los morros delicaditos, quienes, la voz asegura, pueden contagiar la homosexualidad con un simple abrazo.

Publicidad

Después arranca “Mussy Mayhem” con un ritmo funky, mezclando con más grabaciones vintage gringas contra la homosexualidad, y poco a poco el EP va tomando un retorcido camino de hip hop y trap espeso con letras que hablan sobre hombres hambrientos de plumas y verga.

Entre el Óscar que recientemente ganó Sam Smith y que dedicó a la comunidad, y los escándalos por boicotear los conciertos de Yuri después que la jarocha (sin albur) decidió apoyar con un tuit la película mexicana Pink —cinta producida desde las arcas de organizaciones cristianas para difundir la idea de que la adopción gay es lo peor que le puede suceder a la sociedad mexicana desde la polio—, una cosa quedó clara: el pop enjuto deslactosado light es lo que predomina en la mayoría del imaginario gay.

“El pop gay de hoy parece estar muy obsesionado con la confección bien hecha, los coros y solos prolongados y limpios, y eso me parece una burbuja fantasiosa. Yo empecé a rapear porque quería ser cantante y no sé cantar. No puedo. Soy muy desafinado. Pero ya ves, eso no fue un problema,” me dice Cakes Da Killa por teléfono.

La fórmula de Sam Smith se reduce a la de ser un cantante más empalagoso que creativo, y aunque abiertamente gay, sus letras románticas son meras analogías heteronormadas protagonizadas por dos batos, y listo. Básicamente, les dice a muchos gays una sarta de fantasías de hadas modernas y persignadas; los gays muerden el anzuelo, sueñan con el novio ideal que en términos de Sam Smith tiene que ver con un buen partido, y no alguien con una verga satánica.

Publicidad

Y Yuri, bueno: siempre instalada en las baladas de desamor y las ansias de renunciar a su papel de “la otra” para convertirse, al fin, en la “ñora” oficial, y así ser reconocida por el vecindario.

Hablarles de hip hop a ese acumulado de gays que escuchan a Sam Smith y Yuri y a sus letras edulcoradas y monógamas, urgidas por alienarse a las convenciones bugas de las más genéricas moralmente hablando, como si fueran líderes de opinión progresistas en busca de la igualdad y la erradicación de la jodida homofobia, es pintarles un submundo desteñido y hostil en donde las fantasías de final feliz han sido aniquiladas por el embate de la realidad del barrio, fotogramas que se evaden en buena parte del pop comercial adoptado por los gays.

Y es en ese punto cuando la propuesta de Cakes Da Killa genera un doble quiebre: cimbrar la zona de confort del actual pop demandado por las huestes gay y trastornar el paradigma del hiphop asociado casi de inmediato al machismo recalcitrante y misoginia:

“Todos los géneros musicales tienen en sus filas a personas que son homofóbicas, así que no pienso en ello en absoluto. El hip hop no encierra por si mismo una perspectiva de conjunto, una sola visión y mi presencia en la música no es combatir la convicción u opinión de alguien. Me queda claro que yo estoy sólo en esto y por lo mismo solo quiero ir por ahí viviendo y contando mi verdad” dice Rashard Bradshaw mejor conocido como Cakes Da Killa, rapero de Nueva Jersey, abiertamente homosexual, algo mamón y cortante, pero con una visión del tipo bravucona sobre los nuevos rumbos de la música asociada al colectivo en México conocido como LGBTTTI.

Publicidad

Foto vía.

Lo curioso es que el anecdotario de Cakes Da Killa no es muy distinto de los periplos por los que muchos gays atravesamos, salir del clóset, decirle a tus seres queridos que te gusta por detrás, ese tipo de cosas:

“Le dije a mi madre que me sentía diferente al resto de los compañeros desde que tenía ocho o nueve años. Y con diferente me refería a que muy probablemente no sería el típico hombre afroamericano que se le va la mirada con los grandes traseros de las chicas del barrio. Creo que le sorprendió un poco porque me veía muy metido escuchando al polémico e impetuoso rapero de Harlem Cam´ron (a menudo lo cito como una de mis influencias) y a mis ídolos del hiphop de Brooklyn Lil Kim y Foxy Brown. Pensaba que quería unas novias como ellas. La verdad es que envidiaba sus nalgas”

“¿Y cómo te gustan los hombres?” – pregunto-

“Siempre ando seduciendo a hombres hétero,” dice.

Da Killa utiliza el gélido tecnicismo del hip-hop para abordar la homosexualidad en su narrativa más cruda y urbana, sin glamour aspiracional ni renegando de los barroquismos afeminados. Tampoco se desgasta tratando de ganarse las simpatías de los activistas fascistas de las nomenclaturas políticamente correctas, que buscan posicionar la imagen del gay burgués codependiente de las revistas de diseños de interiores; a menudo utiliza la palabra faggot para contextualizar sus historias o para describirse a sí mismo, y cuya traducción literal sería puto. Suele usar más prendas coloridas cortesía de la línea de ropa Mishka —que también hace de sello disquero para uno de sus mixtapes— y no tanta bisutería bling bling. El estilo de rapeo de da Killa es un combativo híbrido entre la violencia de una pandilla del Bronx de principios de los setenta y una actitud afeminada y retadora. En sus conciertos llega a salir con tacones y aretes, resucitando un poco la parafernalia de Grace Jones, acompañado de bailarines, y aunque forma parte de algo que empieza conocerse como una generación emergente de raperos queers, al lado de Mykki Blanco y Le1f, esta nueva ola de hip-hop producida por MC's abiertamente homosexuales no termina por posicionarse del todo en los circuitos gays.

“Supongo depende de la locación; es cierto que muchos gays escuchan el pop más bailable, romántico y predecible, pero empiezo a ver que hay muchos lugares en los que gays y lesbianas y trans, sobretodo muy jóvenes, se empiezan a interesar por el hip-hop de flow más agresivo, intricado, oscuro, confuso, como el que yo hago, que es la neta. Y no se están quedando en el R&B, que a veces es lo más rudo a lo que llegan los gays”.

Cakes Da Killa cuenta con un cortometraje titulado No Homo (homo, gizzies suelen ser palabras peyorativas del argot del hip-hop para referirse a los homosexuales) en la que comparte sus experiencias de vida y su incursión al hip hop, y será uno de los actos principales del festival Nrmal 2016.

Sigue a Wences en Twitter