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Música

7 lamentables decepciones del 2014

Valdría la pena aclarar que "decepción" no es empleado como sinónimo de malo. A veces.

Valdría la pena aclarar que "decepción" no es empleado como sinónimo de malo. En algunos títulos claro, puesto que sí hubo casos en que al tercer track necesitabas de un Saldeuvas Picot para curarte la indigestión de tantas malas ideas en tres, cuatro, cinco minutos, etc. Sin embargo, este año estuvo salpicado de obras que en muchos casos eran esperadas con el oído salivando puesto que el lanzamiento previo de varios sencillos o eps nos hacían elevan las expectativas.

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En otros casos, se tratan de artistas o bandas que de alguna manera nos tenían acostumbrado al nulo regateo, y que simplemente presentaron obras sin personalidad que bien pudieron ser el trabajo de final de semestre de algún estudiante de la G. Martell fanático de Audioslave. Cierto que en mucho de lo que hay a continuación hay víscera subjetiva pero, ¿qué lista no es subjetiva? Si la objetividad existiera en las listas, no habría berrinches cuándo Santa o los Reyes ponían bajo el árbol justo lo que no pedimos… cuando ponían algo.

Merchandise

After the end

Después de dos extraordinarios eps (Total Nite pero sobretodo su brutal segunda grabación Children of desire, primer impacto afuera del under local), en los que éste cuarteto oriundo de Tampa Florida daba muestra de un versatilidad musical que iba de un krautrock desvariado sin miedo al cronómetro al más encantador y sofisticado shoegaze, y que los alejaba, dignamente, del rock hecho en el así llamado patio trasero de EUA por los propios gringos, esperábamos (al menos yo) que su primer largo fuera una montaña rusa con buen número de caídas de riffs que impactaran en baladas sombrías. Pero todo parece indicar que en After the end, su primer álbum editado por la legendaria 4AD Records, decidieron acomodar las nalgas en el confort del acorde y el esquema facilón; pero quizás dónde más se note la desidia es en cómo echaron la hueva creativamente para que la voz de Carson Cox (similar al tono desgarrado de Morrissey) se encargara tanto de la destreza como de la personalidad. Canciones campechanas incluso bobaliconas con uno que otro reverb tímido. Creo que sólo el track 4, “Green Lady” es el que más se asemeje a la fuera de sus anteriores trabajos. Pero, no es precisamente un disco, digamos, del todo malo.

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Pixies

Indie Cindy

Para empezar: ¿a quién chingados se le ocurrió titular al nuevo trabajo de los Pixies La Cindy Indie? Sobretodo cuándo esté término ya parece botox almacenado en el laboratorio clandestino de la MataBellas. Sin Kim Deal dándole al bajo y con el peso de arrastrar una discografía que fue cimiento del rock alternativo como lo entendemos hoy día, los Pixies (o quizás un Frank Black medio diabético y perdido en el tiempo), creyeron que era buen momento de lanzar un nuevo disco. Si hay preadolescentes que andan con los tímpanos produciendo semen con el nuevo disco de los Swans ¿porqué no hacer lo mismo y darles algo de leyenda viviente? El pedo es que Michael Gira, el cerebro atrás de los Swans, no trata de esconder su vejez ni la perversión que eso conlleva. Mientras que el To be Kind de los Swans es un trabajo de madurez y senilidad magistral, rock corrosivo hecho por viejitos mañosos que no sabes si sólo quieren sacudirte el pelo o te sonríen para llevarte a un aterrador cuarto con un colchón desvencijado y las paredes húmedas y agrietadas, el Indie Cindy es un patético intento por sonar desmadroso, cervecero, guitarrero y hasta actualizado, los loops metidos con calzador en la canción “Bagboy” dan pena y agruras.

Aphex Twin

Syro

Apenas supimos de un nuevo álbum del maniático irlandés que a mitad de la década de los 90 nos mostró el lado ojete de la música electrónica, enseñándonos que hasta detrás de inofensivos géneros como el trip hop, el ambiente y el mentado chill out, pueden caber errores de programación capaces de provocar en el ser humano ataques de isquemia sonora, angustia a punta de beats abruptos cuyo único remedio era el baile epiléptico (cuándo se podía bailar) ahí estábamos, repasando sus clásicos sencillos que a mucho nos abrieron las puertas un antro imaginario dónde los djs parecían ser Philip K. Dick o William Gibson hasta la madre de MDMA, esperando con ansias el futuro inmediato. Ni que decir de sus videos, pesadillas de cyber-terrorismo ególatra que te perturbaban pero simplemente no podías dejar de verlo. Cómo olvidar cuándo en Ozono, el programa de música electrónica conducido por Ruth Inferinato en la era dorada del MTV Latino, salía el video “Come to daddy” dirigido retorcidamente por Chris Cinningham. Pero apenas sonó “Minipops 67 (Sourced Field Mix)” el primer track de Syro, nuevo disco de Aphex Twin tras 13 años de ausencia, la adrenalina fue convirtiéndose en fiasco y así hasta que a la mitad del disco parecía que tenía puesto una compilación de el artista más locochón de la Morr Music para Dj Kicks y opté por poner cualquier cosa de la Modern Love Records o TTT (The Trilogy Tapes) records, sellos que asimilaron la escuela de Aphex Twin llevándola al delirio distópico. Syro se me hizo un disco entretenido pero huidizo, reprimido, poco ambicioso, conformista. Como si Aphex Twin fuera el protagonista de la novela 1984 de George Orwell y mientras componía Syro, se dio cuenta que amaba al Gran Hermano. O algo así.

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The Crystal Method

The Crystal Method

Caso similar al de Richard D James a.k.a Aphex Twin. En lo personal, lo que siempre me sedujo del dúo compuesto por Ken Jordan y Scott Kirkland, es que fueron la californiana y descarada contraparte (o respuesta) al big beat británico que a todos nos tenían embobados. Se las daban como de drogadictos avanzados. The Crystal Method tuvieron dos discos emblemáticos como el Vegas de 1997 o el Tweekend de 2001 (mi favorito), dónde combinaban en plan tacha, el big beat en su programación habitual, pero con la tradición del dance más frívolo y cocainómano de Los Ángeles. El resultado era refrescante. Como si en la pista de baile de sintieras en un convertible descapotable, rebasando el límite de velocidad, rodeado de neón y palmeras Pero después, vinieron una serie de inconsistencias, parecía que debían tantos dólares al dealer que se vieron en la necesidad de rematar el convertible descapotable. Bajaron la velocidad y los lugares comunes se apoderaron de sus software. Finalmente en 2014 lanzaron un álbum homónimo que tachándolo de desastroso sería amable. Su última producción es un engrudo de beats que aparte suenan pasados de moda y hasta parece haber sido producido por David Guetta en algún cuarto barato del Hotel Excalibur, el más hotel más artificioso y deprimente de Las Vegas.

Stars

No one is lost

De cuándo el indie terminó por convertirse como en un género salido de los escenarios de American Idol. Hubo un tiempo, por lo menos tres años, en que de plano tenía que escuchar los discos Heart y Set yourself on fire de este combo surgido en la no muy complicada ciudad de Toronto, al menos una vez a la semana. Mucho antes de que Arcade Fire pusiera a Canadá en el mapa del avispero indie, los Stars y sobretodo Broken Social Scene (numeroso colectivo del cuál se desprendieron las Estrellas) ya daban majestuosas muestras de que en el país de la hoja de maple se estaba gestando un interesante movimiento ni siquiera indie, puro pop de manufactura impecable que parecía reinventar u homenajear la tradición del pop exquisito de cuidada carga literaria como el de Prefab Sprout. Entonces el sello que cobijaba a todo aquel proyecto desprendido de Broken Social Scene, Arts & Crafts Records, se empezó a dar cuenta que una audiencia empezaba a extenderse y quería más y más bandas que sonaran como los Broken o cualquiera de sus células, en las cuales también se encontraba Feist. Toronto era la gloria del indie mejor pulido. Pero quizás la demanda fue tanta, que pudo más la idea de satisfacer a un público que estaba dispuesto a pagar con tal de escuchar, recicladamente, las sensibilidades juguetonas ejecutadas tal y como sonaron en el Set yourself on fire, en vez de auscultar su propia creatividad de la cual, nos queda claro, no carecen. De pronto, los Stars parecían más modelos de una portada de la revista Nylon que músicos. Broken Social Scene se fue diluyendo y su lugar parece que lo ocuparon unos Stars que fueron cayendo en una patética autocompasión en cámara lenta. Desde The North del 2012 ya mostraban un fallido intento de acercarse al electropop ochentero como un desesperado recurso de sonar nuevos. Ahora en 2014 regresaron con No one lost, un disco medianamente superior al fiasco de The North, al menos es rescatable el esfuerzo de sonar a sus primeros discos, pero algo se les ha escapado de la mano. Aunque hay canciones muy bien compuestas, la mayoría te pasan de largo, no roban tu atención, no te impulsan a subirle al volumen porque el paso de verso al estribillo al coro es apoteótico, los diálogos entre Amy Millan y Torquil Campbell que antes eran prodigiosos e imprescindibles para que la historia tuviera una fuerza aparte de la canción, apenas si logran contarte un chisme venido a menos. Quizás la más trágica de las lamentables decepciones aquí numeradas, sobretodo porque parecía ser una banda con una olla llena de oro al final del camino.

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Foster the People

Supermodel

A pesar de lo pegadizo que fue el sencillo “Pumped Up Kicks”, los Foster the People, oriundos de Los Ángeles, siempre me dieron la impresión de ser unos oportunistas, buenos plagiarios de sonidos accesibles, pero sin talento ni sensibilidad visionaria. Su fórmula se reduce a meter en la licuadora el groove indie dance que antes ya habían planteado bandas como Passion Pit o Two Door Cienema Club, con la modulación de adolescentes gangosos propios de MGMT o Empire of the Sun y con ello hacer canciones que más bien parecen jingles de comerciales para una cadena de tienda de ropa cuyo nombre termine en outfitters. Pero en esta de las reseñas no hay que se tan, tan prejuiciosos y suelo ser de los que mantienen una capacidad de sorpresa fresca. Si no hubiera sido por eso el 1989 de Taylor Swift no me habría salido como refresco de cola bien helado. Pero Supermodel es un disco descarado que sólo pone en evidencia el hedor a estafa de estos batos que sólo ansiaban consumir una fantasía sin ninguna propuestas. En el repertorio de Supermodel es evidente una desesperación por repetir el fenómeno de “Pumped Up Kicks” con estribillos radio friendly y compases que te hagan sacudir el hombro pero ni siquiera eso llegan a hacerlo con decoro. Bastó un one hit wonder para que se les agotaran las ideas y casi puedo verlos, escuchando estaciones de radio por internet que tengan harta tipografía handwrite, leyendo aquellas reseñas del Pitchfork con calificación por arriba del 8.1, para plagiarse eso que hacen a otras bandas tan ovacionadas. Patético.

@wencesbgay