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Música

Fui al Corona Capital y no vi ninguna banda —sólo me subí a activaciones

La historia de cómo no vi a Calvin Harris en el CC15 pero me la pasé haciendo desmadre en los juegos.

María, en un descanso entre activaciones. Gifs y fotos por Wagic Magic.

En esta edición del Corona Capital hubo tantas, pero tantas activaciones de marcas (muchas más que escenarios, puestos de cerveza y casi igual que puestos de comida), que decidimos buscar a alguien que se atreviera a sacrificar su experiencia musical e intentar subirse o recorrer todas y cada de una de ellas. Afortunadamente, María Fernández y Wagic Magic salieron al quite, y estuvieron dos días formándose hasta el cansancio.

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Creo que es el primer año que no me gustó mucho el cartel de artistas a presentarse en el festival Corona Capital, o tal vez estuve muy distraída como para interesarme. Generalmente desde que sale el cartel empiezas a hacer tu lista de artistas a ver y conforme pasa el tiempo y salen los horarios es cuando armas tu horario personal del festival. Pero este año, no. Para este festival Corona Capital decidí aventurarme en el mar de gente sin ningún tipo de preocupación de ver a alguien.

Cuando llegas al festival te acuerdas del gran desmadre que es encontrar la puerta correcta y pasar por los múltiples filtros de seguridad (por eso de si traes algo escondido). Ya cuando llegas a la entrada principal del festival y no sabes qué hacer, ahí es cuando comienza lo divertido.

Nunca he sido de las que hace actividades en festivales porque la verdad es que que me da mucho oso y siempre quiero ir a escuchar buena música. Pero ahora que iba simplemente llevándome por la corriente, decidí explorar las tierras desconocidas del mundo de las marcas y sus actividades.

PRIMERA PARADA: LA RUEDA DE LA FORTUNA DE VANS

Lo primero que ves al entrar al festival es la enorme rueda de la fortuna que siempre sale en las fotos del Instagram como recuerdito del Corona Capital. Me asomé a ver cómo estaba la fila y decidí formarme. Ya en la fila escuché a un grupo de amigos decir: “no mames, vienes a un festival a hacer 30 minutos de fila para una rueda de la fortuna”. Y pues ahí estaba yo. La última vez que me subí a una rueda de la fortuna fue como a los 10 años y solo tengo buenos recuerdos de esa experiencia hasta ahora.

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Lo que no recordaba es que a mi edad ya me da un poco de pánico las alturas y esta maldita rueda de la fortuna sí te sube a grandes alturas. Lo más chistoso fue ver a toda la juventud tomándose selfies en la altura mientras yo me agachaba para no ver abajo.

EL CUBO PARA DIBUJAR

Esta actividad pensé que era de Sharpie, pero al acercarme vi que era de una marca de pañuelos de papel. Nunca entendí el porqué de la actividad, pero lo que sí hice fue intervenir algunos de los dibujos que ya estaban ahí. Algo que me di cuenta es que a la banda le gusta explayarse denso cuando hay paredes blancas para escribir y dibujar un chingo de cosas horribles.

LA CAJA DE SELFIE PÚBLICA

Mientras caminaba de un escenario a otro pude ver unas cajas con unas pantallas que evidentemente eran fotos de pubertos poniendo frases como: “Arriba TJ jijiji”. La neta es que a la gente le gusta escribir pendejadas públicamente y qué mejor forma que hacerlo en una pantalla en un festival de música. No tenía idea de cómo funcionaba, pero me intrigaba hacer la actividad – y un poco el ridículo. Al llegar al stand había una edecán – obviamente – que te explicaba las reglas del juego. Muy simple: solo tómate una selfie y escribe un mensaje. Soy pésima para tomarme selfies, pero lo intenté y gané un poco de cariño para mi ser.

EL BRINCA BRINCA

Entre más avanzas en el laberinto del festival te vas encontrando más gente rara y más actividades del nivel “haz el ridículo en público”. La fila de esta actividad no estaba tan larga, pero sí perdías bastante tiempo para firmar las cláusulas de: “si te mueres no nos hacemos responsables”.

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Ya antes de entrar te explican que debes agarrar un poco de vuelo para lanzarte al inflable, pero que tengas cuidado de no caerte en las orillas. Después de pensarla un rato me aventé y juro que fue un alivio sentir que no me di en la madre – aunque la foto diga lo contrario. Después de brincar un ratote me di en la madre al caerme en una de las orillas pero con tanta adrenalina no sentí nada y le seguí en la brincadera.

EL TOBOGÁN DE LA MUERTE

Este juego fue una de las actividades que si pasas por ahí de noche ni te das cuentas que hay algo que hacer. Después de rodear el juego me di cuenta que era una resbaladilla enorme que te aventaba a una alberca de pelotas. Así que me formé. Después de volver a firmar la cláusula de: “si me pasa algo le marcan a mis papás”, me dieron un tapete y me dijeron que subiera. Al llegar al tercer piso de la torre nos explicaron que para aventarnos solo teníamos que meternos en el costal y listo.

Así me que metí al tobogán y sin muchas explicaciones me aventaron. No sé qué pasó, pero sólo me acuerdo que abrí los ojos mientras alguien me decía: “con cuidado señora”. Mátenme ya.

LA LUCHA LIBRE DE TENNIS

Mientras más actividades hacía durante el festival, menos pena ajena sentía. Además, ya me la estaba pasando demasiado increíble como para que me importara ver a las bandas o no. A este punto ya me estaba poniendo una botarga en forma de tennis para un duelo de lucha libre. Después de darme por vencida de mi condición física para levantarme cada vez que me caía, decidí dejarlo por la paz.

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LA TIROLESA

De todos los juegos, este fue el que más me pregunté el porqué la gente se subía. No entiendo por qué a la gente le gusta estar colgada arriba de un chingo de gente que te está viendo cómo te desplazas de una esquina a otra. La enorme fila (duraba una hora) sólo me hacía pensar que la gente es muy intensa para estas cosas – o que la neta se gastaron una lana en los boletos sólo para ir a los juegos. Después de mil explicaciones de seguridad, una prueba de alcoholímetro, y nervios de quedarme atorada a medio cable, me aventé al más allá. Todo sea por la adrenalina de vivir. La verdad es que a pesar de que hice una fila como de una hora, súper aburrida, y escuchando a Miami Horror de fondo, valió la pena aventarme de la tirolesa. Aquí la velocidad me ayudó a olvidar mi fobia a las alturas y después de aterrizar tan rápido solo tenía ganas de volver a intentarlo. Después de asomarme a ver la fila me dieron muchas ganas de tener uno de esos pases “express” de los parques de diversiones.

LA BICICLETA DE HÁMSTER

Este fue de los más divertidos, no sólo por el tipo de juego que es, sino por toda la carrilla que te hacían los que estaban en la fila y los espectadores. Aquí el show eras tú y si no lograbas dar la vuelta en la rueda con la bici entonces eras un fracasado en la vida. Vi pasar a todo tipo de gente dispuesta a darlo todo sin lograrlo. Cuando fue mi turno me puse un poco nerviosa de no lograrlo, en especial porque después de estar formada más de 45 minutos ya se había acumulado un buen de público. Al arrancar en la bici me temblaban las piernas y sólo sentía que no podía pedalear bien. Gracias al encargado del juego que te daba “vuelito” logré dar mi primera vuelta. El problema fue que ya no podía dejar de dar vueltas y empecé a gritar como loca para que detuvieran la bici. Al bajar de la bici solo pude darme una palmadita mental después de lograrlo y corrí a comprarme una cheve para celebrar.

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LAS BANDERAS DEL BIEN

Otra de las actividades artísticas del festival era el stand donde te daban una bandera para decorarla. Ya sabes, para verte bien fan de alguna banda o para usarla como guía de tu grupo de amigos (por eso de si se pierden en la peda). La única instrucción que nos dijeron fue de no dibujar o escribir groserías. Obviamente los del stand esperaban que pusiéramos emojis y corazones por ser niñas. En mi bandera dibujé varias frases y símbolos sin sentido, pero la de mi amiga era una bandera totalmente anarquista/feminista. Uno de los chavos del stand le dijo que porqué dibujaba una vagina, que era muy grosero.

EL MALVIAJE DE FATBOY SLIM

María después de ver a Fatboy Slim

De lo poco que pude ver del festival fue a Fatboy Slim. La neta ya andaba un poco rusheada de todo, así que decidí quedarme a verlo. Después de unos 20 minutos de su set de rave chavoruco me empezó a dar un chingo de ansiedad que no pusiera ningún hit. Me aguanté a verlo hasta el final sólo porque sus visuales estaban muy chidos, pero la neta fue algo muy decepcionante.

Después de pasármela en juegos durante los dos días del festival me di cuenta que hay un mundo más allá que estar en la primera fila de los escenarios. Tal vez sea una clavada musical pero creo que vale la pena probar algunas de las actividades que hay en los festivales de música – solo las que involucren alguna actividad que te suba el rush. Siempre vas a encontrar alguna propuesta buena de comida, algún juego que te haga sacar la foto del recuerdo y hasta alguna que otra actividad ridícula que puedes hacer mientras esperas a tu banda favorita. ¿Lo volvería a hacer? Probablemente sí, pero con menos comida en el estómago.