​Del Carnaval al rave, por Pernett
Pernettcito de Carnaval.

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Música

​Del Carnaval al rave, por Pernett

El pionero en la mezcla de nuestro folclor caribe con música electrónica recuerda cómo fue que se anticipó al futuro.

Siempre he sido un gran amante de los sonidos electrónicos, esos que me hacen sentir que la vida es como un videojuego o como un programa de computadora, algo así tipo Matrix. Por esto siempre me han gustado los sintetizadores, las máquinas de ritmos, los procesadores de señal… todos estos instrumentos que hoy en día son utilizados por músicos de todo el mundo que buscan expandir sus horizontes sonoros.

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El mantenimiento de nuestras tradiciones nos ha llevado a investigar sonidos parecidos a los nuestros en otras latitudes, y eso fue precisamente lo que me sucedió a mí, un barranquillero que vivía en la sede de una danza tradicional llamada El Cipote Garabato, todo un ícono del Carnaval de Barranquilla. Yo vengo de una familia amante de la música, mi tía abuela Carmencita Pernett, apodada "La Reina del Trópico", fue una gran diva de la cumbia y el merecumbé en los años 50. Ella fue un gran referente para mí durante toda mi vida, y por supuesto mi padre, un melómano con grandes colecciones de música, algunas de ellas heredadas de mi abuelo, quien también trabajó como booker en Colombia para el gran Dámaso Perez Prado, a quien yo considero como el Beethoven latino y con quien mi tía abuela grabó el clásico "Cu Curru Cu Cú Paloma" en 1964.

Estaba escrito. El gran Pérez Prado junto a Carmencita Pernett a mediados del siglo pasado.

En 1989 escuché a The KLF, que desde entonces ha sido una de mis bandas favoritas. Recuerdo que en ese momento sentí que el house y el techno tenían estructuras rítmicas similares a las de la chalupa, la tambora y los bailes cantaos del Caribe, empezando porque todas son músicas bailables, y al igual que en cualquier discurso, se utilizan como símbolos sonoros para referirnos a lo mismo: bailar. En esa época muchos temas de esta onda pegaban en Colombia, como el "Pump Up The Jam" de Technotronic, que de hecho fue el primer disco que tuve, pues mi papá me lo regaló en vinilo, diciéndome que a él también le gustaba la música que yo escuchaba; sin embargo, quizá el mayor regalo que él me dio ese día fue su aceptación de esta nueva pasión que era el techno rave, el acid house o como quiera que se llamara esa hermosa masa sonora de sintetizadores con samples de baterías de funk, máquinas de ritmos y voces de soul mezcladas con partes de rap. ¡Todos éstos grupos musicales me volaron la cabeza! Yo tenía algo así como once o doce años y mi madre pensaba que me drogaba porque me encontraba tirado en la cama con una grabadora en el pecho, escuchando el efecto cuadrafónico del álbum Cosmic Jam de Quadrophonia. También la música de los videojuegos hacía parte de mis playlist ya que me gustaba grabarla en cassette y llevarla al colegio, por lo cual algunos amigos me apodaron "El Loco Techno".

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Recuerdo que en ese momento de la vida todos estaban en el metal y en el grunge y la moda era Nirvana, pero yo sabía que había un universo inexplorado, uno que no solo me identificaba como parte de una tribu urbana, a la que en mi ciudad y mi círculo de amigos solo pertenecía yo, sino uno que sentía que era mas afín a mis tradiciones. Finalmente, el techno también es de carnavales, ¿no? La pregunta, entonces, era: ¿podemos juntar lo que mueve al Love Parade con lo que mueve al Carnaval de Barranquilla?

En Barranquilla existía un sitio llamado La Disquería de Roy Sound, a donde llegaban tesoros inapreciables para muchos. Allí conseguí algunos títulos raros para el mercado local como B-Tribe, que mezclaba su sonido electrónico con guitarras españolas, las compilaciones de ToCo International que venían de Bélgica, a Crystal Waters con su "Gypsy Woman", y clásicos como los discos de Kitaro y Jean Michelle Jarre. Nunca vi un sintetizador análogo hasta que viajé a estudiar a Bogotá más adelante, pero hasta entonces todo lo que conocía eran teclados Yamaha, Casio y si mucho un Korg W1 en alguna orquesta de salsa. Lo más duro fue cuando Tower Records abrió su primera tienda en Barranquilla, entonces llegaron revistas de instrumentos como Computer Music, donde pude leer acerca de varios sintetizadores como los Novation Nova que utilizaría después para los primeros discos de Pernett. Pero hasta ese momento, mi instrumento era una Yamaha PSR 510, con la cual desarrollé mi idea de mezclar los ritmos autóctonos con la música electrónica.

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El 'caribbean raver' en todo su esplendor afronáutico.

En principio empecé programando los golpes tradicionales con las máquinas de ritmo que traía el aparato. Recuerdo que me tocaba guardar todo en cassettes, que aún conservo, porque si le quitaba las pilas DDD al teclado todo el trabajo se perdía. Fue ahí que empecé a fabricar ideas, a mezclar fórmulas rítmicas, no solo colombianas, sino también del Caribe, en especial de islas como Jamaica, Cuba y Haití, donde también han tenido la incursión de instrumentos electrónicos, en Jamaica en el dancehall y en el dub, en Haití con los beats delirantes de la zoca, y en Cuba, en donde además de la timba con sus baterías electrónicas, la nueva trova también hacía experimentos con grupos como Irakere y Afrocuba, quienes experimentaban con sintetizadores y sonidos electrónicos muy trabajados, como el caso de la "Canción en Harapos" de Silvio Rodriguez y los discos del grupo de experimentación sonora I.C.A.I.C (Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográfica), que incluían colaboraciones de los músicos del momento, como Chucho Valdés o Frank Fernandez, quienes muchas veces protagonizaban los solos de sintetizador.

Todo esto me cautivaba mucho: cómo la tecnología entraba en la tradición y cómo la experimentación sonora podía tener una visión distinta desde el plano caribeño y latinoamericano.

Hubo muchos casos interesantes de fusiones entre lo electrónico y la cumbia, por así llamar a ese compendio gigante de ritmos originales del Caribe colombiano. La popularísima "Che Cumbia" de El Checo Acosta fue quizás la mas notoria, pero para 1989 ya existía el proyecto Ramayá Beltrán y los Ahijados de Colombia, que duró tres años y quizá fue el primero que logró fusionar lo de por acá con esos sonidos que parecían tan lejanos. Con la fiebre de la música techno, igualmente, aparecieron remixes particulares, como el "Diomedes Dance Mix" de 1996, firmado por Luis Fernando Ochoa, el productor de Shakira.

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A mi parecer, Colombia siempre ha sido el país de la fusión, y sin embargo faltaba ese elemento de modernidad en nuestros sonidos. Yo siempre sentía que cuando la gente hablaba de algo moderno en nuestra música se refería a un solo de guitarra eléctrica bien metalero, nadie pensaba en un solo de teclado siquiera, los teclados estaban atrás, con pocas excepciones como los solos de Chelito de Castro en "La Noche" con un Yamaha DX7 o en "Musa Original", y algunos casos excepcionales que llegaban de Medellín como Estados Alterados y sus sintetizadores Akai y Ensoniq, y por supuesto su tema "Muévete", que en 1989 llegó a sonar en todo el territorio nacional. Para ese entonces, sin embargo, ya empezaba lo que en la champeta se denomina "espeluque": la introducción de los sonidos de la Casio Tone SK5, y más adelante de la batería electrónica Yamaha DD55, que entraría para los 90. Para 1993, mi papá llevó a la casa el álbum La Candela Viva de Totó La Momposina, lo cual significó para mí una revelación, pues la forma en que estaba concebido el disco develaba para mí un concepto de música folclórica muy diferente al regional: este fue un disco pensado para un mercado global, para ese que bailaba con las canciones de KLF, Erasure o Pet Shop Boys. Yo tomé ese disco y al sentir su fuerza rítmica me impulsé a agregarle teclados a sus temas. A mí me gustaba tocar con mis amigos, interpretar canciones y todo eso, pero sentía también una profunda atracción por éste tipo de experimentos en solitario.

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Cuando llegué a Bogotá en 1996 y entré a la universidad, me enfrenté a algo que anhelaba desde que tenía doce años: los raves. Siempre había querido estar en uno. Al primero que fui fue a un Pink Odditty, que luego se llamaría solo Pink: fiestas clandestinas celebradas en un viejo parqueadero en el centro. Los flyers eran contundentes: un screen shot de Pac Man, Space Invaders o imágenes de animés japoneses. Ahí en la universidad, así mismo, me fui juntando con otras personas a quienes también les gustaba la música electrónica, en especial el drum n bass y el jungle, que era la locura del momento, y el acid jazz. Con eso empezamos a hacer jams en Bogotá con maquinas de ritmos, baterías electrónicas, guitarras sicodélicas y muchos teclados… aún me reúno con mis viejos amigos de universidad a hacer esto.

Algo que nos influenció fuertemente a todos en esa época fue el concierto de la banda francesa de acid jazz Julien Loureu and the Groove Gang, en el 98, cuando lanzaron su album City Boom Boom, y lo más curioso fue que la trajo la Universidad Javeriana. Para todos fue contundente ver a una banda de acid jazz tocando jungle en vivo, con batería, teclados e instrumentos de verdad. No era un DJ poniendo pistas, el Dj hacía scratch y soltaba samples en vivo, era un instrumento más dentro de la banda. Esto, a muchos nos marcó lo suficiente como para empezar a hacer bandas con instrumentos electrónicos, con el ingrediente adicional de nuestro sueño, que era mezclar la música electrónica y la folclórica.

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Gracias a ese factor multicultural de Bogotá es que nacen nuestras músicas urbanas actuales, pues es una ciudad que recibe a personas de todas partes de Colombia día a día y que por eso yo llamo "la capital mundial de la fusión". En ese entonces, y hablo del 99-2000, en Colombia ya existían Toño Arnedo, Carlos Vives, pero aún no existía la fusión de folclor con música electrónica. Por eso, cuando me retiré de la universidad la hice por esa necesidad: sentía que el mundo iba muy rápido y había que sacar esa idea al mercado como fuera.

En esta misión, mis primeros aliados estaban mejor armados que nadie en el tema, un estudio en el que los sintetizadores eran ley. Aunque sus propietarios fueran guitarristas, ellos sabían que en la síntesis había poder. En Sonido Azulado se gestaron cientos de discos que cambiarían totalmente la cara de la música en Colombia, desde mis tres primeros discos hasta Pies descalzos de Shakira, el disco de remixes Diomedes Dance Mix del 96 y muchas otras cosas que pasaron por las manos de David Cárdenas, Felipe Álvarez y Luis Fernando Ochoa, quienes fueron los que pusieron a mi disposición los Novation Nova, el Nord Rack que utilicé durante mas de 10 años y el estudio de grabación donde empecé mi carrera como productor. Pero no fue sino hasta que conocí a Richard Blair, el mismo que mezcló La Candela Viva de Totó la Momposina y que luego se radicó en Colombia gracias a una invitación de ella, que tuve un maestro en cuanto a instrumentos electrónicos. Con él aprendí a manejar muchas cosas, como por ejemplo un Delay Line 6, que dejó de ser un simple pedal de guitarra para convertirse en un sintetizador, o muchas técnicas del dub jamaiquino. Cuando me puso a tocar en su mítica banda, Sidestepper, crecí como interprete de éstos instrumentos: una MPC, un sampler Roland, un mixer con filtros, un sintetizador y el delay, además de la gaita y la voz. Ya como Pernett, mis instrumentos eran, además de mi gaita hembra, un teclado Yamaha Dj-X y una Roland SP-505 que Rich también me enseñó a manipular.

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Siempre generoso, Rich me abrió muchas puertas, enseñándome también mucha música que yo no conocía. Alguna una vez me regaló una colección de Salsoul de cuatro discos, y lo mismo hacía con el resto de Sidestepper: recuerdo que a Eka le regaló un disco de Erikah Badu, a Yanio otro de Youssou N Dour, y así, el quería que reconociéramos las cosas afines a nosotros en el mundo y eso le aportó muchísimo a nuestras carreras. Ya con los años fui consiguiendo algunos de los instrumentos que usaba con Sidestepper, como el pedal Line 6 que usaba para los samples de trompetas y ahora uso en vivo con mi gaita. Lo mas bello es ver cómo Rich, a pesar de los años, mantiene un set electrónico supremamente estable en el que la combinación con instrumentos acústicos ha sido clave, y no solo para su banda, sino para el desarrollo de nuestros sonidos urbanos actuales, al igual que la transmisión de este conocimiento. Esa misma técnica de la SP-505 de Roland se la pasé a Slow de ChocQuibTown y Slow a otro colega, y así, todo se ha ido compartiendo.

En todos estos años, nuestras fusiones nacionales han evolucionado mucho. En lo personal, me fui más por la idea de que los tambores son el groove mas poderoso. A veces apoyo los acentos con máquinas o secuencias, pero el ritmo es de tambores, como los de Totó que tanto me han marcado, y a eso le sumo los sintetizadores y las atmósferas. Hay grupos con excelentes propuestas, como Systema Solar, cuya mezcla está mas dirigida hacia los beats electrónicos dentro del espectro de nuestra música, y justo esto es lo que hace que seamos diversos. Hay una gran variedad dentro del mismo concepto. En Colombia lo que hay es diversidad.

Ahora, después de muchos años, hemos visto nuestro sueño realizado… aunque ahora que lo pienso realmente no era un sueño: era una necesidad: esa de mezclar el Love Parade con el Carnaval. Esa de crear una nueva tribu. Una tribu donde todos somos bienvenidos.

Una tribu universal de los alegres danzantes.

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Desde finales de los 90, el nombre de Pernett es sinónimo de innovación sonora en Colombia. Hoy en día sigue disparando buena vibra desde la trinchera de su propio sello, Pernett Records. Sígalo por aquí.