¿Va a explotar la tensión entre los manteros y la administración en Barcelona?

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¿Va a explotar la tensión entre los manteros y la administración en Barcelona?

El cada vez más influyente Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, el primer sindicato de manteros de España, nunca ha visto claras las medidas de Colau y la tensión sigue creciendo ante la falta de resultados.

Con una sonrisa pícara y sin apartar la vista del paseo de la Barceloneta un avispado vendedor ambulante de origen senegalés seduce a una turista de aspecto nórdico y caminar distraído:"¿Sunglasses, señorita?". Una frase que, lejos de ser inocente, ha provocado una incipiente guerra civil en las instituciones de la ciudad más trendy del sur de Europa.

Son los prolegómenos de la que ya podría llamarse como la '1º Revuelta de los Manteros' y que, según lo visto en los últimos meses, podría acabar con más fuego valyrio que la última temporada de Juego de Tronos.

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Pero antes, volvamos al amigo de la Barceloneta y su legendaria habilidad para vender gafas falsificadas por tres veces su precio original a los turistas. Todo ello a la vez que vigila para que no aparezca una de las patrullas de la Guardia Urbana que les vigilan día y noche. Con doce años a sus espaldas pateando Barcelona con su manta a rastras, este antiguo pescador de Dakar de 36 años no suelta prenda sobre su verdadero nombre (insiste en que le llamemos "M") aunque sí que disfruta revelando algunas de sus técnicas empresariales.

"En esta manta he invertido 135 euros. Si consigo vender toda una fila de gafas obtendré unos 35 o 40 euros al día. Si todo va bien, al final de la semana debería doblar el beneficio", resume M, como si de un experto de cualquier otro negocio se tratara. Aunque su experiencia le permita no parecer el hombre más preocupado del mundo (mientras se lía un porrito al sol de la Barceloneta y observa pasar a las exuberantes turistas) reconoce que su vida en la ciudad ha sido una auténtica odisea: "Llevo más de una década aquí y me paso el día huyendo de la policía. Muchas veces he perdido toda mi mercancía y no he tenido ni para comer. Vivir así cada día durante doce años es muy jodido".

El relato de este padre de dos niños, ambos en Senegal, es estremecedor. A pesar de considerarse un "afortunado" por no haber tenido problemas con la Guardia Urbana, no oculta su desesperación ante el aumento de la competencia entre vendedores (los pakistaníes se han introducido con fuerza en el 'top manta'), el acoso de las fuerzas de seguridad y la imposibilidad de regularizar su situación.

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Según la prensa de Barcelona, el optimismo generado en junio de 2015 por la llegada al gobierno municipal de la alcaldesa Ada Colau, debido a su actividad destacada dentro del activismo catalán, provocó que el número de manteros pasase de 400 individuos a más de 800 en apenas 14 meses. De hecho, las expectativas de los nuevos manteros catalanes parecieron cumplirse cuando el pasado mes de agosto la alcaldesa puso en marcha una novedosa iniciativa consistente en la creación de una cooperativa de inclusión que emplearía a 15 vendedores a lo largo de 2017. Una cifra que se ampliaría a 40 vendedores en 2018 y que convertiría a los antiguos manteros en personal de mantenimiento del ayuntamiento con contratos de 12 meses y jornada de 37,5 horas semanales. Por fin, una medida que parecía corresponderse con el talante progre de Colau y los suyos.

Sin embargo, el cada vez más influyente Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, el primer sindicato de manteros de España, nunca ha visto con buenos ojos una medida que en caso de ser aplicada únicamente beneficiará al 10% del colectivo. "Desde el principio hemos pensado que se trata de una medida trampa con la que se perseguirá aun más a quienes no consigan acceder a la cooperativa", explica Aziz Faye el más mediático de los portavoces del sindicato. Este senegalés, afincado desde 2007 en Barcelona, llegó a las Islas Canarias con un kayuko desde las costas de Mauritania y en los últimos tiempos se ha convertido en uno de los líderes indiscutibles de los manteros en la ciudad. Con más aspecto de modelo de Calvin Klein o de rapero del Bronx que de inmigrante sin papeles, insiste en que el verdadero problema es la falta total de diálogo y la represión violenta de la Guardia Urbana sobre el colectivo.

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"El acoso de la policía es tal que muchos no pueden ni salir a la calle. Lo único que queremos es ganarnos la vida legalmente sin tener que recibir los golpes de los agentes o el racismo de la administración. Te venden que quieren arreglar las cosas pero no están haciendo nada", denuncia Faye quien asegura que "si la gente viese con sus propios ojos la violencia brutal que ejerce la Guardia Urbana contra los inmigrantes cambiarían su punto de vista para siempre". En este sentido, la coordinadora del Servicio de Atención y Denuncias de SOS Racisme, Alicia Rodríguez, apunta que del total de 90 casos de agresión denunciados anualmente por inmigrantes un 35% tuvieron como protagonistas a agentes de las fuerzas de seguridad aunque recalca que "la mayoría nunca llega a denunciar por miedo a las represalias".

A pesar de que SOS Racisme ha atendido incluso inmigrantes con piernas y mandíbulas rotas por la acción de los agentes de la ley "lo habitual es que los vendedores lleguen aquí no como víctimas sino como acusados de atentado contra la autoridad, desobediencia o agresiones a terceros". "Eso significa que si durante su huída de la policía una persona se cae, ellos son culpados automáticamente de las lesiones", dice la activista que, recientemente, defendió a uno de estos vendedores al que el fiscal pidió tres años y medio de cárcel por provocar una capsulitis (inflamación de la cápsula articular) a un agente de la Guardia Urbana durante un dispositivo aunque "el acusado ni siquiera estuviese presente aquel día".

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En su opinión, la presión de la Guardia Urbana hacia el colectivo mantero y sus técnicas de coacción habrían aumentado en los últimos meses como "una forma de presionar internamente a un nuevo ayuntamiento con el que el cuerpo no tiene especial afinidad". Una conspiración a la que se habrían ofrecido los medios de comunicación más conservadores de la ciudad.

Tanto la ONG como el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes coinciden en señalar la agresión del pasado mes de mayo del senegalés Sidil Moctar a un agente de la Guardia Urbana, que recibió un ramazo en la cabeza al intentar detener al mantero, como un símbolo empleado por los medios de comunicación locales para crear un clima de hostilidad hacia el colectivo que ha sido, desde entonces en adelante, presentado como violento y hostil a la autoridad.

No en vano, la detención de Sidil Moctar, quien desde entonces cumple prisión preventiva a pesar de las quejas de su abogado Andrés García Berrio, se ha convertido en un motivo de lucha y continuas movilizaciones por parte de los miembros del Sindicato Popular de Manteros, el colectivo de apoyo 'Tras La Manta' y los miembros de las CUP, único partido con presencia en el ayuntamiento que denuncia abiertamente los casos reiterados de brutalidad policial contra los inmigrantes. Una dinámica dura de lucha y activismo que, según Aziz Faye, no parará hasta alcanzar un acuerdo: "La lucha es el único camino posible para lograr la integración".

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Precisamente, el pasado jueves el concejal de la CUP en el ayuntamiento de Barcelona, Josep Garganté, levantaba el puño a la salida del Juzgado de Instrucción nº 22 de la Ciutat de la Justicia. A su lado, un tímido 'yayoflauta' de 67 años, Esteban Yanischevsky, recibía emocionado los aplausos y muestras de cariño de las decenas de activistas del colectivo 'Tras La Manta' que acudieron a su juicio y posterior absolución. Ambos habían sido acusados por la supuesta coacción a un médico del ambulatorio de Perecamps que el pasado 23 de marzo se había negado a modificar su informe médico sobre las lesiones recibidas por mantero senegalés Modou B. que, según Garganté y Yanischevsky, fue empujado por las escaleras del metro de Drassanes durante una redada de la Guardia Urbana. Un día antes de ser juzgado y absuelto, Esteban reconocía que acudiría ante la justicia con "la cabeza bien alta".

Esteban Yanischevsky

"Tengo la conciencia muy tranquila por lo que hice aquel día. Únicamente exigí al médico que escribiese su informe atendiendo a la declaración de Modou y sin que el agente de la Guardia Urbana estuviese presente. Este chico no se cayó sino que lo empujaron escaleras abajo. Es algo intolerable y volvería a defenderlo si hiciera falta", declaró este representante del poderoso colectivo 'yayoflauta', uno de los que más y mejor está ayudando a personas como Aziz y Modou. Indignado con la indiferencia de la ciudadanía hacia la situación del colectivo mantero, este anarquista declarado se preguntaba: "Si ni siquiera somos capaces de conseguir que esta gente se gane la vida con dignidad en nuestra ciudad ¿Como se nos puede llenar la boca al hablar de acoger con los brazos abiertos a los refugiados de Siria?".

La reflexión del entrañable Esteban había dado en el clavo. Mientras la Barcelona de los 30 millones de turistas se vende como un lugar abierto al mundo, especialmente a los que vienen con dólares en el bolsillo, lo cierto es que sus vecinos, dirigentes, policía y centenares de vendedores ambulantes se encuentran inmersos en un jaleo monumental que, si bien ha cristalizado en torno a la figura de los 'manteros', ha desvelado una profunda crisis de identidad y del modelo de desarrollo e integración en la capital catalana.

En definitiva, un círculo vicioso en el que sus protagonistas parecen estar dispuestos a todo para sobrevivir (especialmente los manteros que de sobrevivir saben un rato) y al que todavía le quedan muchas temporadas (unos tres años de legislatura) para resolverse.