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La historia del piloto que ganó un Mundial de Fórmula 1 empujando su coche

El australiano Jack Brabham revolucionó la Fórmula 1 gracias a sus conocimientos de mecánica... y también protagonizó multitud de episodios memorables en el gran circo de la velocidad.
Imagen vía Wikimedia Commons

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Trasladémonos al final de la década de los sesenta del siglo pasado. La Fórmula 1 vivía su novena temporada: el paddock no era el entresijo de famosos, dinero y glamour descontrolado que es ahora.

Los coches llevaban el motor en el morro del vehículo y distaban mucho de ser los bólidos actuales. Un piloto, sin embargo, fue el primero en visualizar que el deporte debía cambiar, así que corrió la temporada de 1959 con un coche que llevaba el motor en la parte de atrás.

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Ese año ganó el mundial. Al año siguiente repitió.

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Jack Brabham era un australiano enfermo por la mecánica que solo vivía para montar, desmontar, destruir o mejorar los motores. En su existencia prácticamente tenía más peso la gasolina que la comida. Después de pasar años cuidando y manteniendo el coche del piloto John Schonberg en su Australia natal, Brabham se quedó con el automóvil… y pasó a pilotarlo él mismo.

Jack Brabham pilotó durante 16 años, ganó 3 mundiales y fue el primer piloto-director de equipo que ganó un Mundial de constructores con un coche creado por él mismo. Imagen vía sportfoto

Brabham vio que no solo se le daba bien la mecánica: también era un as al volante. Pronto empezó a ganar carreras en su país, hasta que finalmente se trasladó al Reino Unido para competir. El 1958 debutó en la Fórmula 1: al año siguiente venció en el legendario circuito de Mónaco.

Su coche, un Cooper, fue la novedad en un paddock muy receloso a los cambios… y más los que imponía un australiano recién llegado a la F1. Al cabo de dos o tres años, sin embargo, todos los vehículos ya llevaban el motor detrás del piloto.

En 1959, Jack llegó a la última carrera de la temporada liderando la clasificación, pero dos corredores más, Stirling Moss y Tony Brooks, aún optaban a aguarle la fiesta. Cuando quedaban pocas vueltas para el final, todo iba sobre ruedas: Moss y Brooks habían tenido problemas mecánicos, así que Brabham tenía el título a tiro… o eso parecía.

En la última vuelta, el Cooper de Brabham se quedó sin gasolina porque el australiano había decidido no llenar demasiado el depósito para ganar más velocidad. El coche de Jack tenía que hacer los últimos 370 metros sin gasolina y con la inercia que llevaba, pero a menos de 50 metros de la línea de meta el monoplaza se paró.

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Brabham disponía de mucha ventaja con sus competidores directos, pero tenía que puntuar: si no ganaba su revolución no serviría de nada… así Jack que bajó del coche y lo empujó hasta que la bandera blanca y negra de cuadros ondeó por encima de su cabeza. Había quedado cuarto y el título mundial de la Fórmula 1 era suyo.

Jack Brabham decía que en el coche estaba solo, no dependía de nadie… y sobre todo, que así podía callar las bocas de los rivales que tenía en el paddock. Imagen vía F1

El hombre orquesta

Enzo Ferrari, que fue el último en aceptar el cambio de ciclo, quiso fichar a Brabham, pero para el australiano la scuderia era el enemigo. Él decía que contra el enemigo se compite, no se unen esfuerzos. Jack tenía un carácter muy diferente al del resto de pilotos y eso le convirtió en el ogro gruñón del paddock.

Brabham creó una escudería llamada Brabham BT junto a Ron Tauranac; había sido mecánico y gracias a su habilidad había dado el salto al pilotaje, de modo que cuando se puso tras el volante decidió seguir construyéndose sus propios coches.

Cuando ganó su tercer mundial, el australiano tenía ya 40 años. Muchos de los corredores y directores de equipo le decían que era viejo para seguir corriendo, pero Brabham no estaba de acuerdo en absoluto: él vivía para crear y desarrollar motores de coche. "Corría para relajarme", dijo Jack en sus memorias.

Mark Webber siempre contó con los consejos de Brabham y nunca fue a Ferrari, lo cual enorgulleció a Jack. Foto de David Callow, Reuters

En 1966 llegó otra muestra de su carácter terco. Para reírse de quienes le acusaban de viejo, Brabham se presentó al Gran Premio de Holanda con una barba postiza y un bastón; su pequeña venganza no se limitó al disfraz, puesto que Jack terminó ganando esa carrera y el Mundial entero.

Brabham se convirtió, pues, en el primer hombre capaz de ganar un Mundial conduciendo un coche creado por él mismo y perteneciendo a su propio equipo. Un hombre orquesta que compitió contra los Bruce McLaren y Emerson Fittipaldi, vendió su equipo al mismísimo Bernie Ecclestone, tuvo a Ron Dennis como mecánico… e incluso asesoró a nuevas generaciones de pilotos, notablemente a su compatriota Mark Webber.

Brabham volvió a su país a acabar de disfrutar la vida con su familia buscando alejarse de la popularidad que le habían dado sus triunfos en la Fórmula 1. Su figura, sin embargo, no caerá en el olvido para los auténticos fans del motor: al fin y al cabo, ¿cuántos pilotos se han mostrado tan tercos como Jack, capaz de empujar el coche que él mismo había diseñado para ganar y demostrar al mundo que tenía razón?

Sigue al autor en Twitter: @21pauriera