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¿puedes jugar tan bien como hablas?

El ultra que se convirtió en delantero de su equipo preferido por un día

El inglés Steve Davies, aficionado del West Ham, cumplió un sueño increíble: tras pasarse medio partido criticando al equipo, el entrenador Harry Redknapp se hartó y le hizo saltar al campo.
Foto: Steve Bacon/Youtube

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"Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpentinas y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades".

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Así describía el escritor uruguayo Eduardo Galeano la extrañísima relación que se establece entre los fans del fútbol y los estadios. Se trata, en suma, de un tipo de gente que, a pesar de poder disfrutar de su deporte favorito tranquilamente desde casa, prefiere desplazarse y completar trayectos incómodos hasta estadios lejanos… solo por ver a sus ídolos de más cerca.

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Ignoro si el maestro Galeano conocía la historia que voy a contaros, pero si la hubiera conocido seguro que no se hubiera sorprendido: como mucho hubiera sentido un poco de envidia sana… porque esta es la historia de un aficionado cualquiera que cumplió el sueño de todo fan.

El inglés Steve Davies fue uno de esos niños que de pequeños sueñan con compartir terreno de juego con sus ídolos; ya de mayor, este aficionado de la ciudad de Rushden quizás renunciara a su aspiración original, pero no por ello dejó de acudir cada domingo que podía al estadio con sus hijos para que ellos pudieran soñar lo mismo.

En 1994, el entrenador del West Ham United era un joven Harry Redknapp. El fútbol inglés vivía uno de sus tradicionales periodos de humillación, dado que la selección de los Tres Leones no había logrado clasificarse para el Mundial de Estados Unidos. La pretemporada de los Hammers, sin embargo, fue testigo de uno de los hechos menos conocidos —y más curiosos— de la historia reciente del fútbol.

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Steve Davies entrando al campo del Oxford City con la camiseta del West Ham United. Detrás vemos a Harry Redknapp, probablemente diciendo a sus jugadores que no se la pasen demasiado. Foto de Steve Bacon vía Youtube

El West Ham se enfrentaba al Oxford City, un equipo de una liga regional, en un partido que debía ayudar a los londinenses a preparar la temporada en la Premier League. El pequeño campo estaba lleno hasta la bandera: los 2 000 aficionados no dejaron ni una sola butaca vacía. Nadie quería perderse a los Mike Marsh, Joey Beauchamp y Lee Chapman en acción.

El partido, en lo referente a fútbol, no pasó precisamente a la historia: sin embargo, para Davies, el momento fue inolvidable. En la segunda mitad, el West Ham llevaba ventaja en el marcador, pero sus futbolistas habían sufrido multitud de lesiones. Cuando el delantero Chapman cayó al césped y anunció que no podía continuar, Redknapp se dio cuenta de que no disponía de más jugadores de reserva.

Cabe hacer un inciso aquí para explicar que el entrenador pelirrojo es un personaje cuando menos excéntrico, capaz de ponerse a hablar con el primer aficionado que le dirija la palabra. En este caso, Redknapp se había pasado la primera parte escuchando a un fan criticando sin parar a Chapman: "¡Levántate, burro!", gritaba el aficionado cada vez que el delantero caía al suelo tras un choque.

Evidentemente, el fiel aficionado era Davies, que tras ver a Chapman jugando francamente mal se alegró cuando el delantero se tuvo que retirar del terreno de juego. Lo que el bueno de Steve nunca hubiera podido imaginar es que Redknapp, a medio camino entre el hastío de tener que aguantar las críticas de los fans y la distensión que permite un partido amistoso, le hiciera una propuesta inimaginable.

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¡Eh, tú! ¿Puedes jugar tan bien como hablas?

Harry Redknapp, ofreciendo un sueño en bandeja a Steven Davies

Redknapp se fijó en el aficionado que llevaba tatuado el West Ham por todo el cuerpo y que no paraba de rajar de su delantero: "¿Puedes hacerlo mejor que Chapman?", le preguntó Redknapp a Davies. El seguidor asintió, entusiasmado; a los pocos segundos estaba en el vestuario de su equipo, enfundándose una camiseta Hammer con el '3' en la espalda.

Davies saltó al campo y se colocó en la posición de Chapman. "Yo siempre había jugado de defensa, pero cuando el míster me pidió en qué posición lo hacía, le dije que de delantero; no podía jugar con el West Ham y no hacerlo delante de portería".

El encargado de la megafonía del estadio del Oxford City no podía creer que, por una vez que venía un equipo grande, se hubiese olvidado del nombre de uno de sus jugadores. Tímidamente, el pobre hombre preguntó a Redknapp quién era el nuevo… y el entrenador contestó con guasa.

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Davies jugó casi 40 minutos junto a algunos de sus ídolos… e incluso tocó el cielo: tras un gran pase de Matty Holmes, el pletórico —por decir algo; en realidad, los cigarrillos y la cerveza previos al partido le estaban dejando sin resuello— Davies consiguió marcar un gol.

Parecía que Dios mismo —llámale Dios, llámale energía, llámale Buda bailando la Macarena— hubiese bajado al campo y tocado con el dedo a un humilde aficionado. Sin embargo, los árbitros son capaces de cargarse hasta los mejores sueños; el línier levantó el banderín y el colegiado anuló el gol por fuera de juego.

Davies, medio en broma, se acercó al trencilla: "¡Eres un hijo de puta! ¡Te has cargado mi sueño!", le dijo, segundos antes que ambos se pusieran a reír. Davies, un aficionado cualquiera que trabajaba como mensajero en su día a día, era el tío más feliz de la Tierra en esos momentos.

Tras acabar el encuentro, el encargado del material del West Ham no permitió que Davies se quedara con la camiseta; eran otras épocas, menos opulentas, y el equipo necesitaba el uniforme para el partido frente al Newcastle United de la semana siguiente. Aún así, la anécdota que había protagonizado fue más que suficiente para hacer inmensamente feliz a Steve… máxime cuando el periódico local sacó la historia tres días después, con las instantáneas de Steve Bacon —histórico fotógrafo del West Ham— como prueba.

Davies era —y sigue siendo— uno de esos aficionados irreductibles que describió Galeano. Aún hoy se traga todos los partidos, viaja cuando puede… y de vez en cuando aún aparece en algún amistoso. Su cara no es especialmente conocida, así que no suelen pararle ni un Upton Park ni probablemente lo hagan en el Estadio Olímpico de Londres cuando el West Ham se traslade, pero… ¿qué más da ser famoso o no, cuando uno ha cumplido su sueño de niño?

El autor de este artículo sueña con meter un gol para su equipo favorito algún día, pero lo tiene aún más jodido que Davies: @21pauriera