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¿Por qué nos gusta tanto Pixar?

"Del revés (Inside Out)" es la última genialidad de la compañía que revolucionó el mundo de la animación y el cine en general.

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Pixar irrumpió en el mundo del cine en un momento en el que Disney estaba en horas bajas. La gran factoría de animación había perdido el rumbo, ya no era capaz de generar películas memorables y sus productos de entonces estaban casi destinados al mercado casero. Todavía eran los tiempos del VHS. Y entonces llegó un flexo que saltaba sobre una pelota y la animación se volvió digital. Con una idea tan sencilla como esa, Pixar logró que Luxo Jr. inaugurara la era de los dibujos creados por ordenador.

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Pero la revolución no solo era tecnológica. La gran aportación de la joven compañía fue a nivel narrativo. Este corto de 1986 puso las bases de lo que luego ha sido una marca de la casa. Una constante de calidad que, con algunos errores (aunque pocos), ha convertido a Pixar en una factoría de crear maravillas digitales. A los mandos estaba John Lasseter, el genio que miró la lámpara que tenía en su escritorio y decidió animarla y ponerla a dar saltos sobre una pelota. Así de sencillo. Y luego lo hizo con una bola de esas que tienen nieve dentro ( Knick Knack ) o con un muñeco de latón (Tin Toy ). Los cortos se convirtieron en un emblema de la casa. Con cada película, de regalo, Pixar ofrece una historieta en miniatura. Y verlas todas de una sentada es una auténtica orgía audiovisual.

Uno de los grandes méritos de Pixar a lo largo de estos treinta años es conocer a qué público van dirigidas sus películas. Y, básicamente, la respuesta es a todos. Es decir, que lo que en apariencia podía estar destinado al público infantil, acaba calando igual en los adultos. Incluso con más intensidad, porque toca esa tecla escondida que todos llevamos dentro y nos hace olvidarnos de la realidad por dos horas. Y eso pasa pocas veces en una sala de cine. Todo esto quedó claro desde su primera película, Toy Story (1995). La idea volvía a ser similar, dar vida a objetos que no la tienen, en este caso juguetes, y crear un mundo paralelo. ¿Quién no ha hecho hablar a sus muñecos cuando era pequeño? Pues eso es lo que imaginó Lasseter, con la ayuda de Pete Docter y Andrew Stanton (otros dos nombres indispensables en la factoría) en el guión.

Un astronauta y un vaquero protagonizan una historia que es pura épica a ras de suelo. Incluso se le perdonaba que tuviera una canción de Randy Newman que acaba por taladrar la cabeza, con esa letra empalagosa, porque el resto era algo que no se había visto hasta entonces. Las grandes compañías seguían empeñadas en creer que la animación era un juego de niños y Pixar dio en el clavo del mercado adulto. Y, de paso, comenzó a crear un mercado paralelo en torno al merchandising de las películas que no ha dejado de generar interesantes ingresos desde entonces. Esta operación se repetiría con Cars, Wall-E o Monstruos S.A., películas que parecen concebidas para vender muñequitos, pero que tienen tanta genialidad dentro que hasta eso se le perdona. Igual que esa costumbre de generar secuelas - Cars 2 es el único patinazo que se puede reprochar a Pixar- o reestrenar las películas en 3D en un intento de exprimir su carrera comercial hasta la última gota. No iba a ser todo perfecto.

Incluso un festival tan serio y estirado como es Cannes, meca del cine de autor más sesudo y poco dado a los experimentos, ha caído rendido a la genialidad de Lasseter y compañía este año, estrenando este año Del revés (Inside Out) la última obra maestra de la casa al nivel de Up o Ratatouille. En este caso han viajado al interior de una niña de 11 años, hasta el lugar donde viven sus emociones: Tristeza, Alegría, Ira, Miedo o Asco son los protagonistas de la película. Parece una idea imposible y resulta ser pura magia.

Las pautas son las mismas desde hace 15 películas: un estilo de animación aparentemente sencillo, mucho ritmo, personajes creíbles (aunque sean emociones), pero, sobre todo, tener una buena historia entre manos, currárselo, y no tratar al espectador como un imbécil. Que es un defecto en el que cae habitualmente el cine que llega desde Hollywood. Y así, convencernos de que la animación no es una cosa infantil. Que es algo muy serio esto de los dibujitos que hasta consiguen deshelar el corazón hasta de los críticos más serios y habitualmente enfadados con el mundo.