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Música

La mujer en la música: Reflexiones de Juanita Carvajal, bajista de Esteman

"No debemos sufrir estas situaciones de forma separada. Es el momento de unir fuerzas y cerrar las brechas de la industria en nuestro día a día".

Foto por Andrés Alvarado.

A propósito de la marcha de hoy 25 noviembre de la no violencia contra la mujer, que enmarca a movimientos como "Ni Una Menos", a la fundación peruana "Paremos el acoso callejero", y otras revoluciones feministas actuales, quiero hablar un poco sobre mi experiencia como mujer en una industria que es bastante machista.

La música es una industria donde las chicas claramente somos una minoría, y la prueba más fehaciente está en los carteles de los festivales: es muy común encontrar pocos nombres femeninos en estos. Es además un mercado que se caracteriza por la desigualdad de género, y donde se presentan conductas sexistas y esteriotipadas. Para nadie es un secreto cómo el cuerpo femenino ha sido un objeto en la industria del entretenimiento a lo largo de la historia y es algo que podemos ver tanto en los conciertos de reggaeton como en grupos legendarios como Sonic Youth, cuando Kim Gordon explicaba por qué ella siempre se ubicaba en el centro de la banda: "como nuestra música puede ser extraña y disonante, al tenerme a mí en el centro hacía más fácil vender la banda: 'mira, es una mujer, lleva un vestido, está con todos esos hombre, entonces las cosas deben estar bien", explicaba Kim.

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Estudié en un colegio femenino de Bogotá, ahí comencé a involucrarme en la música desde muy pequeña, a los 7 años, cantando en el coro. Más adelante mis papas me regalaron una guitarra y seguí aprendiendo en diferentes academias. Un día llegó al colegio un instrumento que no conocía y para que me dejaran agarrarlo me tocó aprender a tocarlo primero. Así incursioné en el bajo eléctrico desde los 12 años. Al estar en un colegio de mujeres nunca entendí realmente que el bajo era un "instrumento masculino". Fue cuando entré a la universidad, y trabajando en la industria musical, que me di cuenta lo poco común que es ver a una mujer bajista, aunque incluso veo menos mujeres guitarristas. De los aproximadamente quince bajistas que conocí durante esos cinco años y medio en mi carrera de bajo eléctrico con énfasis en jazz, solo tres éramos mujeres.

Al irme incorporando en el mundo laboral encontré ventajas y desventajas de ser una chica. Mientras mis compañeros encontraban trabajos más serios, a mí me llamaban para hacer una banda de solo mujeres para tocar en eventos en dónde debíamos usar, usualmente, vestidos muy cortos; o para hacer playback en televisión. Recuerdo una ocasión en un ensayo de un playback durante el cual el cantante del proyecto decidió dejar de cantar y ponerse detrás de la banda -de solo chicas- y empezar a hacer comentarios sobre cuál estaba mejor. Un trabajo que solo estaba haciendo por ser buen pago.

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Este estilo de situaciones hicieron que hoy en día me molesten mucho los comentarios que hablan de formar "una banda de chicas" o de "buscar un remplazo y que este debe una chica". No creo que el género debiera importar. La búsqueda debe ser por la calidad, por los buenos profesionales interesados en su labor.

Por fortuna me encontré finalmente en un trabajo donde pude sentirme cómoda más allá del género. Aún así, debo decir que he sabido aprovechar la exposición que da una presencia femenina en una industria masculina, porque claramente también puede tener varias ventajas. Más en este momento de la industria musical en el que se empieza a hablar del empoderamiento femenino y en el que están surgiendo grandes figuras femeninas  latinoamericanas que luchan por encontrar una igualdad de género y cerrar la brecha que se ha abierto en esta industria.

Dentro de esta línea, en primer lugar es importante resaltar un colectivo de mujeres lideradas por la chilena Francisca Valenzuela llamado Ruidosa. Nació este año en Chile como un festival unido a conferencias, y luego tuvo una segunda edición en México en el pasado mes de noviembre. Ruidosa busca crear una red de apoyo entre "hermanas", y a través de esta luchar contra la discriminación de género y romper el paradigma de la típica mujer que escribe canciones de desamor. En las conferencias, donde participaron artistas como las cantantes Mon Laferte y Teri Gender, se habló de esa violencia que presiona a que las mujeres tengamos que moderar la forma de vestir y actuar. Se buscó unir las historias de todas, para así identificar que hemos tenido problemas similares. Ruidosa ha logrado crear una plataforma de inclusión, de conversación y activismo en pro de las mujeres latinoamericanas activas en la industria de la música.

Podemos encontrar otros casos donde las chicas se manifiestan a través de la independencia artística y de ser muy proactivas, como es el caso de Carla Morrison. Además de ser uno de los proyectos femeninos más exitosos de este momento, y de ser muy respetada en la industria de la música, creó una productora musical propia para impulsar los proyectos de otros artistas, se llama Pan Dulce Producciones. Carla es un gran ejemplo de una mujer activista que se dedica a hacer su música sin importar si su apariencia es la de una diva de la música pop o si tiene una disquera detrás de ella con la cual sostener económicamente su proyecto. Como música es completamente independiente y ha logrado superar muchas barreras, aún cuando esto le a costado varios años y unos cuantos trabajos discográficos. Este año pude verla recibir un Grammy latino por su último álbum y estaba absolutamente orgullosa de ella y de lo que representa.

Es una realidad que todas las mujeres o casi todas las que hemos trabajado en esta industria -aunque no es algo exlcusivo de la música-, hemos vivido violencia psicológica producida por estereotipos y cánones creados por la sociedad. Es una tarea difícil, pero aún así es el momento estar activas como mujeres y dejar de sufrir estas situaciones de forma separada. Es el momento de unir fuerzas y cerrar las brechas de la industria en nuestro día a día.