La experiencia de Quantic en Colombia

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Música

La experiencia de Quantic en Colombia

Al parecer, durante los años que vivió en nuestro país el productor inglés no solo adquirió un especial gusto por el biche...

Conocido en la pista de baile como Quantic, William Holland arribó a tierras colombianas a finales de la década pasada, atraído por las leyendas musicales que le llegaban sobre nuestro país y por la promesa, quizás, de ampliar el espectro de sus fértiles exploraciones creativas y por qué no, llenar de oro colombiano su ya copiosa colección de pasta negra. En 2007, el músico, productor, DJ y en últimas melómano empedernido oriundo de Worcestershire, Inglaterra, se instaló en Cali, donde rápidamente conectó con la escena local, montó un combo bárbaro y hasta tuvo la oportunidad de competir con este en el Petronio Álvarez 2010. Desde su centro de operaciones en el barrio San Fernando, llamado Sonido del Valle, continuó sus ya reconocidos experimentos en mestizaje musical, basados en una profunda reflexión sobre el largo viaje del ritmo desde África hasta el dance electrónico, esta vez agregándole a sus platos exquisitos y globales ingredientes sonoros de la Colombia profunda. Luego de algunos años en la Sultana, William se trasladó a Bogotá, donde residió hasta el año pasado, que decidió emprender vuelo hacia Nueva York, la siguiente estación de su peregrinaje artístico.

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El paso de Quantic por Colombia significó para él un vasto aprendizaje musical a través de nuestra geografía. Desde el Pacífico hasta el Caribe, anteponiendo siempre el intercambio y el respeto por la tradición, durante su temporada en este trópico Will trabajó con maestros de la vieja escuela como Aníbal Velásquez, Michi Sarmiento, Pedro Ramayá y Mario Rincón (ingeniero y productor de la legendaria Discos Fuentes); y de la nueva, como Mario Galeano (AKA Frente Cumbiero), Nidia Góngora, Esteban Copete y Pernett, dejando en el camino un poderoso corpus que, entre compilados, mixes y múltiples encarnaciones, todas atravesadas por su firma, logra articular con maestría aires de antaño con riesgos de última generación. La joya de la corona de la experiencia de William por nuestro país es sin duda un proyecto en el que hizo parte y que además ha sido embajador nacional en escenarios de la talla de Glastonbury: Ondatrópica, que a propósito se prepara para grabar su segundo larga duración muy pronto en la isla de Providencia.

En las últimas semanas, Will volvió a pisar la tierrita y los escenarios de Bogotá (con sus colegas guaqueros Galeano y Barba Roja) y Medellín, en el marco del la feria conjunta Paralelo. A propósito de esto y del próximo capítulo de Ondatrópica, charlé con él sobre su tiempo en territorio colombiano y sobre todo, sobre las lecciones que esta experiencia le dejó. Puntos adicionales porque respondió toda la entrevista en español. ¡Bienvenido siempre, Williamcito!

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VICE: Si pudieras resumir tu tiempo en Colombia en una frase, ¿cuál sería?

Quantic: Impactante y potente.

¿Por qué decidiste vivir aquí y, en retrospectiva, qué te dejó tu experiencia colombiana?

La primera vez que viajé a Cali fue cuando me invitó un amigo caleño que vivía en Nueva York, él me ofreció quedarme con su abuelo en el barrio Versalles. Cuando fui a conocer la ciudad, yo ya tenía algunas referencias, por ejemplo había escuchado mucho de sus coleccionistas y mercados de discos. Estuve particularmente interesado en buscar discos colombianos, comprar 45s, LPs y 78s, y también tenía ganas de grabar. Esta fue la razón por la cual llegué a Cali, pero después de varios viajes más, decidí quedarme por la música y la calidad de vida tropical. Viviendo en Cali era fácil viajar a grabar en Barranquilla, Cuidad de Panamá, Caracas, Timbiquí, Medellín, incluso hasta Ibagué…

¿Qué es lo que más extrañas de acá, aparte, por supuesto, del biche?

El ambiente social es muy especial, claro, es un país en donde hay ciertas complicaciones, pero en general, su gente tiene un cariño muy amplio y sin igual. La música y la melodía están presentes en el día a día, eso es algo muy lindo. Colombia tiene un contraste muy marcado entre conflicto y paz, ricos y pobres, es un lugar con muchas historias, unas muy dolorosas, pero la creatividad siempre está presente como un valor básico del pueblo. El espacio que tuve para grabar en Cali era especial también, allí grabamos muchos temas que ya están rotando en los tornamesas del mundo. Es chévere escuchar estos discos y recordar que fueron grabados en una época más sencilla, donde era todo más casero, entre amigos y familia.

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¿Y sí aprendiste a bailar o no? ¿Algún ritmo que no hayas cogido?

Bueno, sí, más o menos, suficiente para pasar la noche en unos de los grills de salsa en Cali o un remate prendido del Petronio. La cultura de baile es muy variada en el país, los caleños bailan ritmos muy distintos a los de Valledupar. Lo más fácil siempre fue bailar el 'levanta polvo' de Chocó, que a veces parece como un baile punkero. Pero aparte de aprender y permear a nivel personal toda esta información, siempre he tratado de introducir en mis fiestas y producciones ritmos y estilos de afuera, mostrando cositas desconocidas del exterior, generando un intercambio… ¡eso espero!

Hiciste de todo mientras estuviste por aquí: desde tocar en el Petronio hasta grabar en Discos Fuentes. ¿Nos puedes contar un poco de qué fue todo lo que hiciste? ¿Cuál fue tu experiencia musical más gratificante en Colombia?

Pues durante más o menos siete años tuve la oportunidad de ver mucha música en vivo en lugares muy distintos. En el pacifico pasé buenos tiempos en pueblitos como Nuquí y Timbiquí, en el Caribe varias veces en el Carnaval de Barranquilla y en Palenque. Me puse a estudiar acordeón en Cali con un profe de Ovejas, después viajé a aprender ritmos y canciones en San Jacinto; con Carmelo Torres en Sincelejo; con los Hermanos Tuiran en Barranquilla; con Aníbal Velásquez en Valledupar; con el Turco Gil en Chitre y Guararé; en Panamá con Papi Brandao y Fito Espino. Conocer estos tipos legendarios y aprender de ellos fue algo grande, pero el momento musical más bonito durante mi estadía en el país fue en Medellín con la grabación del disco de Ondatrópica. Con Mario Galeano nos quedamos allí un mes grabando en Discos Fuentes, componiendo temas y colaborando con una alta clase de músicos. Los experimentos que hice en mi estudio en Cali también fueron una buena práctica para realizar algo más potente en los estudios de Fuentes. Aprendimos mucho de Mario Rincón y Fruko, de su proceso, de los métodos, los que usan en el estudio y los arreglos.

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También estuviste en algunas de las guacas de vinilos más recónditas del país, extrayendo algunos tesoros musicales perdidos. ¿Dónde estuviste "diggin" y cuál es el vinilo más valioso que encontraste?

Las joyas más sentimentales que tengo, no por precio o por ser raras, vienen del proceso que tuve para encontrarlas. Como dicen, "el proceso de viajar se disfruta más que el propio destino". En el mundo de vendedores de discos hay muchas personalidades muy excéntricas, gente que tiene casas llenas de discos, señores de la tercera edad que venden en la calle o gente que va por todos los barrios buscando material. Estos personajes son como los propagadores o patrocinadores del escenario.

En Cali, una vez que llegaba de viaje, en el camino desde el aeropuerto, el carro de mi amigo se varó en la carretera y de repente escuché una chicha sonando por la radio mientras arreglábamos el carro y los zancudos nos comían. Esa misma semana fui donde Bigote, uno de los mejores vendedores y buscadores de discos de Cali, le canté la canción y él me sacó el 45. El tema es peruano, se llama "Mi gran noche", de Aniceto. Pero los discos más raros que tengo son los 78s, temas muy antiguos de Los Gaiteros de San Jacinto y Landero.

En muy poco tiempo, te volviste un cumbiero empedernido. ¿Qué fue lo que te llamó la atención de la cumbia?

Pues al fin la cumbia, como el porro y bullerengue, tiene un espíritu muy único. Las primeras grabaciones hechas por personajes como Curro Fuentes y los sellos antiguos como discos Ondina y Rafalo tienen mucha personalidad y todavía viven como obras grandes. El formato de acordeón, tambor y guacharaca es excelente y también súper portátil y potente. La cumbia a veces es sencilla y a veces es compleja y sus letras hablan de cosas que día a día se pueden identificar con la gente. En un tiempo donde el país se está volviendo más urbano cada día, la narrativa campesina tiene más importancia que nunca. Aparte de la cumbia, sin embargo, soy fanático de la música del Pacífico, la nueva y la vieja.

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Trabajaste con grandes maestros de la vieja y de la nueva escuela. ¿Cómo ves que se da esa conexión entre pasado y presente en la música colombiana?

Pues en todo el mundo hay este tipo de intercambios, lo bonito de Colombia es que uno puede escuchar música de todas las épocas en la calle, no sólo la nueva. Por ejemplo, en la costa los jóvenes tienen el chance de escuchar no sólo cosas recientes, sino también guarachas de los 60, soukous de África de los 70 y champeta de los 80. Hay grabaciones como "La Rebelión" o "Te Olvide" que ya tienen más de cuarenta años y siguen sonando como himnos de la costa. Hay esquinitas de Colombia donde habita la nostalgia congelada de un tiempo pasado, como por ejemplo la salsa y la música cubana en Cali, la música costeña en la fiesta navideña, los bailes de porro y tango en Medellín, la música africana en Cartagena…

Musicalmente, ¿cuál fue la lección principal que aprendiste acerca de Colombia?

Aprendí a arreglar metales, a tocar ritmos colombianos en acordeón, a manejar los sonidos psicodélicos y latinos, a arreglar una maquina de cinta cuando no hay quién te ayude, a sacar la mugre de un 45 que lleva años en una bodega arrumado, a grabar voces encima de una lancha sobre el río Timbiquí.

¿Qué haces en Colombia este año?

Arrancamos de nuevo con Ondatrópica, empezamos a grabar otro disco en junio. Vamos a montar una campaña de crowdfunding para financiar el disco por Indiegogo, los que estén interesados en apoyarnos pueden dar clic [aquí. ](https://www.indiegogo.com/projects/ondatropica-vol-2--3#/story)*** Al viejo William pueden seguirle la pista por aquí y por acá. ¡Y no olviden apoyar la iniciativa de Ondatrópica!