Vincent Cassel habla sobre sexo, hip-hop y el legado de 'El odio'

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Vincent Cassel habla sobre sexo, hip-hop y el legado de 'El odio'

“Creo que no tomarte demasiado en serio es una de las claves para no volverte loco en este negocio".

Ilustración de Dan Evans.

Sin camisa, con pelo largo y en medio de una orgía: así es como se hace una buena entrada en una película. El problema es que no cualquier actor puede lograrlo, pero Vincent Cassel puede, y lo hace, en El cuento de los cuentos (Tale of Tales), la nueva épica loca y hermosa de Matteo Garrone. Cassel es libertino, atractivo y francés —muy francés. Ha envejecido como un buen vino disfrazado de un león andrajoso, con una barba de tres días, cabello y picardía gálica. Obviamente se ha divertido.

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"Creo que no tomarte demasiado en serio es una de las claves para no volverte loco en este negocio," dice Cassel por teléfono desde París. El actor de 49 años, que logró abrirse camino en la cinta icónica de Mathieu Kassovitz, El odio (La Haine) hace poco más de 20 años, vive en Río ahora, pero ha regresado a su país de origen. Está reemplazando a uno de sus mentores, Gerard Depardieu, en una película que abandonó el ciudadano ruso, dueño de viñedos y leyenda del cine francés. Depardieu, al parecer, está en ese momento de su vida en el que realmente no le importa un carajo.

El sentido de la diversión de Depardieu es una de las cosas que a Cassel siempre le gustó. Durante diez años, como un joven actor, Cassel fue un estudiante serio y estudió todo tipo de técnicas de actuación, desde la actuación de método en Nueva York hasta las "clases de actuación verdaderamente francesas en las que sólo hablan de la pronunciación." Se tomó en serio a sí mismo, tomó notas, agonizó sobre el proceso, y trató de tranquilizarse al pensar que lo que estaba haciendo era verdadero trabajo.


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"Y entonces me di cuenta de algo," me dice. "Lo más difícil es aceptar que la actuación es fácil. Diría que cualquiera puede hacerlo. Tienes que aceptar que no es nada, y luego, con el tiempo, puedes divertirte y tomarla como lo que es, la ciencia del momento." El momento es algo que le interesa mucho a Cassel y estar en el presente es un componente clave de su obra. Le dice a los actores jóvenes que se relajen, les señala que al menos ya están trabajando, y comenta que deben respetar lo que sucede mientras están en el marco de la cámara.

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Toma fotos de sus hijos que no puede borrar, incluso si están fuera de foco, ya que, imperfecto o no, el momento tiene valor. Sin embargo, la vida no es lo mismo que un set de filmación, y Cassel no es el primer artista que nota la diferencia entre las realidades desordenadas de la vida y las fantasías de su línea de trabajo. "Es más difícil hacerlo en la vida real, porque tienes mucho que perder," comenta. "Hacerlo delante de una cámara es de alguna manera una liberación, es más fácil estar presente en el momento como actor en una situación que es falsa, que en tu propia vida."

Unos días antes de hablar con él, The Telegraph publicó una entrevista con Cassel en la que habla de su separación, hace tres años, de la actriz italiana Monica Bellucci, la madre de sus dos hijas. El entrevistador desentierra citas que aluden a la naturaleza "europea" más abierta de la relación de Cassel y Bellucci.

Su papel en El cuento de los cuentos también hace que el francés reflexiones sobre el deseo masculino. Le describo la película como un cuento gótico, uno que me recordó a los Hermanos Grimm o Gormenghast de Mervyn Peake, pero Cassel piensa que es más una "referencia al cine de terror italiano de los años 70… hay algo nostálgico en ello, que es lo que me gusta, por cierto."

Como el Rey de Strongcliff, Cassel interpreta a un hombre obsesionado con el sexo y la belleza, que debe poseer todo lo que desea. Por eso las orgías de las escenas iniciales, en la que se arrastra de mujer desnuda en mujer desnuda. "Es una burla acerca de ser un hombre, en verdad," relata. "La búsqueda constante de carne fresca, de una manera absurda, la búsqueda del deseo, con el fin de no sentirnos muertos. El hecho de que esta situación se le regresa como una bofetada en la cara habla sobre el machismo y de cómo un hombre que quiere controlar a su familia no controla nada."

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Le pregunto a Cassel si piensa que los hombres en general son seres más inquietos. "Sí," dice, "se siente como si estuviera en nuestro ADN. Si podemos tratar, a través de nuestras vidas, de racionalizar el deseo y volverlo algo que podamos controlar, es todavía lo que hace girar al mundo. Esto es de lo que habla la gente todo el tiempo. El otro día estaba leyendo sobre Federico Fellini e Italo Calvino, que solían convivir. Estamos hablando de gente muy inteligente y talentosa. ¿De qué hablaban cuando estaban juntos? hablaban sobre mujeres."


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Cassel hace un esbozo de esto en perfecto italiano: "Ella es muy linda, pero está casada," dice Fellini. "Sí, pero si la contratas para una película, tendrás un momento con ella," responde Calvino. Cassel se ríe a carcajadas.

Al principio de su vida, Vincent Cassel quería ser parte de este mundo de arte y sexo, y también quería las calles. "Asistí a internados caros y horribles, y estaba huyendo todo el tiempo," explica. "Así que, finalmente, cuando me las arreglé para volver a París y tomar el futuro en mis manos, decidí que quería ser actor y bailarín, y trabajar con mi generación y coger con los demás."

Actuó en espectáculos callejeros y luego en el teatro. No hizo mucho dinero, pero juntó más que sus amigos. Podía pagar un apartamento y podía viajar cuando quería —"no en clase Business, pero podía viajar."

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En la primera mitad de la década de 1980, cuando regresó a París, pasaba el tiempo en las calles. "Soñaba con el cine italo-americano de los años 70, todo era violento y crudo y eso era lo que estaba buscando." Este es el París que vemos en El odio. No importaba que Cassel fuera un niño de internado, su hermano era un MC, y de todos modos, "íbamos a las mismas fiestas. Había diferencias, pero no estaba conduciendo un Porsche."

En cuclillas en el distrito 19 y en los clubes como Le Globo y Le Bobino, Cassel fue testigo del nacimiento de hip-hop francés. "Estaba muy mezclado," recuerda, sobre las multitudes y los lugares. "Era el área de Jean-Paul Goude y Jean-Baptiste Mondino, pero al mismo tiempo era el comienzo del hip-hop, y teníamos a Public Enemy cerca y todos estos niños de la calle tocando música que nadie escuchaba. No se tocaban beats en ningún otro lugar, todo era muy pop y, seamos sinceros, muy blanco. Éramos diferentes, nos vestíamos diferente," continúa. "No sé, era realmente funky."

Vincent Cassel, Saïd Taghmaoui y Hubert Koundé en "El odio".

Menciono el estilo de El odio, cómo su ropa, la de Said y Hubert se ha vuelto a poner de moda. "¡Nunca dejó de estar! protesta. "Pantalones 501, Stan Smiths, una chaqueta de cuero, afeitarse la cabeza… Es curioso cómo de repente la industria de la moda quiere volver a hacerlos nuevos, pero nunca se fueron. Revisa la calle, siempre han estado ahí." Hoy en día, Cassel tiende a presentar una figura más inteligente, al menos en las sesiones de fotos. ¿Cuándo dejó de vestirse como Vinz de El odio? "¿De verdad? No sé. Mis pantalones ya no son tan anchos, y mis tenis son menos altos y no tan brillantes, pero siento que… no es tan holgado como solía ser, pero es más o menos el mismo corte." Se ríe.

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Antes de que saliera El odio, la industria cinematográfica francesa estaba tan desconectada del mundo de las calles de la nación que los distribuidores consideraron incluir subtítulos para el público francés. Hoy en día, las marcadas divisiones sociales que exploró la película están igual de presentes. Al ser un país construido con la mano de obra barata de sus colonias, Francia fracasó en invertir en los hijos y nietos de aquellos hombres y mujeres que vinieron del norte y oeste de África (entre otros lugares) para trabajar en y para Francia. Detrás de los horrendos ataques terroristas que salen en las noticias, el desempleo y la pobreza afectan la clase de lugares representados en El odio.

"Cuando tus hijos nacen en un lugar y las personas los señalan y les dicen que son diferentes, cuando se dan cuenta de que a pesar de que son franceses no tienen las mismas posibilidades, suerte y oportunidades, crecen con enojo," cuenta Cassel. "Cualquier persona haría lo mismo, los han tratado como mierda. Cada generación está cada vez más enojada y tiene menos educación."

Dice Cassel que durante toda su vida votó en contra de alguien. El voto que emitió fue para alguien que no fuera tan reprobable como el otro tipo. Sin embargo, apoya a Bern. "Me gustaría ser estadounidense, sólo para votar por Sanders. Esta es la primera vez que veo a un político que dice cosas con las que me puedo identificar." ¿Acaso cree que haya alguien como Bernie en Francia en este momento? "No creo: sé que no hay nadie en Francia como él en este momento."

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Su vida en Río suena más tranquila que su vida como un tipo fiestero amante del hip-hop en los años 80 y 90 en París. "Me volví bastante saludable, por lo que ya no bebo ni fumo mucho," relata. "Río es una ciudad muy física, todo el mundo está en forma, todos corren y van al gimnasio." Cassel dice que todavía puedes salir y "ponerte como loco hasta las 5 AM," pero que se trata más sobre surf al amanecer y comprar pescado fresco y frutas del mercado.

Ya sin Monica Bellucci, me pregunto si vivir en Río es una especie de escape para Cassel. Le pregunto si ve Irreversible, la película que hizo con ella y el director Gaspar Noé, en la que es violada brutalmente. "La mayoría de las veces no vuelvo a ver mis películas, pero ésta aún menos, aunque me encanta y creo que Gaspar es uno de los más grandes."

Capaz de intelectualizar de manera interesante sus pasiones y deseos, Vincent Cassel sigue siendo uno de los actores más interesantes del cine internacional, un hombre capaz de llevar la creatividad anárquica de las calles parisinas de los años 80 y 90 a un cuento de hadas sobre un rey obsesionado con el sexo.

El cuento de los cuentos saldrá el 17 de junio.

@oscarricketnow