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Ahora sí: el matrimonio gay es legal en Colombia

Hoy, 7 de abril de 2016, la Corte Constitucional, en una decisión sin precedentes en Colombia, aprobó que los notarios deben casar a las parejas del mismo sexo. El matrimonio gay es una realidad.

En diciembre de 2014 VICE le pidió a Regina 11, la polémica exsenadora y excandidata a la presidencia, que predijo con tino la explosión del Nevado del Ruiz y la toma del Palacio de Justicia en 1985, que nos diera sus pronósticos para el año pasado. Uno de ellos, nos dijo, era que el matrimonio gay se legalizaría en Colombia. Se descachó por un año pero acá tenemos la noticia, fresquita: la Corte acaba de decir que, al fin sí, dos personas del mismo sexo se pueden casar bajo la figura de matrimonio.

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No es una cuestión menor ni de uso correcto de las palabras. Que el "matrimonio" sea la institución, y, al mismo tiempo, que Colombia no acuda a la antipática figura de "unión solemne", es un triunfo histórico frente a la discriminación de la que la comunidad LGBTI ha sido víctima desde hace décadas. Tal y como lo mencionaba Rodrigo Uprimny en su última columna de El Espectador, generar una figura distinta para las poblaciones homosexuales era igual de absurdo, hoy, siglo XXI, que el mantenimiento de la segregación racial en Estados Unidos del siglo pasado. Esto es un avance. Y grande.

Hoy, 7 de abril de 2016, un año después de las predicciones de la señora Regina presenciamos con orgullo que Colombia dio el último gran paso (al menos en el terreno legal) en la lucha que la comunidad LGBTI emprendió desde 2007.

La sentencia de entonces, la que marcó el primer hito, registrada como la C-075/07, e impulsada por el profesor de derecho Daniel Bonilla Maldonado, en conjunto con un grupo de abogados de la Universidad de los Andes, fue la ventana abierta por la que el viento fresco de la igualdad logró colarse poco a poco. Si la ley no reconocía lo que la Constitución de 1991 dice a viva voz (esto es, que en este país uno no discrimina por la orientación sexual), pues un juez constitucional sí lo debía hacer valer.

Desde entonces, y a lo largo de la última década, se han dado pasos que, a nuestra manera de ver, allanaron el terreno para lo que tenemos hoy: beneficios en salud, derecho a tener derecho a alimentos (subsistencia), el reconocimiento de que las parejas homosexuales son familia y la adopción (que se dio en dos tiempos) de todas las parejas. Lo único que faltaba en el papel era el matrimonio legal. Y eso se traducirá, se materializará, en la vida real. La cosa, por supuesto, no va a quedar en el registro histórico de los medios y las cortes. Esto redundará en una sociedad más justa e igualitaria.

La lucha de derechos, sin ponernos a citar nombres de organizaciones civiles que han cogido fuerza a lo largo de los últimos diez años, se la debemos a un sinnúmero de actores que, día a día, han usado variadas y creativas formas de protestar por sus derechos. Todo sirvió.

Tal y como lo dijo Julio Londoño, colaborador de VICE en temas LGBTI, en una columna del año pasado (mucho más acertada que la de la mismísima Regina 11), para febrero o marzo de 2016 (un mes de descache, bien por Julio) , la Corte tendría que estar decidiendo sobre el tema.

Era de ahí: dejar a la voluntad del Congreso un tema de minorías pudo haber retardado mucho las cosas. Como afirmaba Mauricio Albarracín, investigador de Dejusticia y activista LGBTI, en ese mismo artículo: "la Corte tiene que cerrar la controversia, tiene que decir que todos los jueces y notarios deben casar a las personas".

Así fue. ¡Destapen la de guaro!