Foto del coleccionista de vinos en su juventud
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Este hombre logró coleccionar los vinos más raros del mundo

Entren a la bodega de Michel-Jack Chasseuil: "el Louvre del vino".

Artículo publicado originalmente por VICE en francés.

Imaginen solo poder mirar su vino. Sin degustarlo, sin olerlo, simplemente contemplando algunas de las botellas más hermosas de la historia de la elaboración del vino, con la intención de nunca descorcharlas.

Es el juramento que vincula al coleccionista francés Michel-Jack Chasseuil, de 79 años, a sus bodegas. Es un mandamiento creado por el coleccionista: no beberás. Esta disciplina autoimpuesta ha dado frutos: Chasseuil tiene una de las colecciones de vinos más valiosas del mundo.

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Sus tesoros están resguardados en una bodega en La Chapelle-Bâton, un pequeño pueblo en la región de Deux-Sèvres, al oeste de Francia, lejos de los grandes viñedos a los que suelen acudir los amantes del vino. Sin embargo, “aquellos que quieran visitar la mejor bodega del mundo deben venir aquí”, aconseja Chausseuil en su libro, 100 Vintage Treasures: From the World’s Finest Wine Cellar (100 tesoros añejos: de la bodega más fina del mundo).

Chausseuil está orgulloso de sus raíces en Deux-Sèvres. Vive en una casa que perteneció a sus abuelos, quienes eran propietarios de un bistró en el pueblo.

Hijo de un cartero, comenzó coleccionando sellos, antes de pasar a las monedas y minerales. Finalmente se aficionó por el vino en la década de 1980. Ahora canaliza todas sus energías y ahorros en este pasatiempo. Es conocido por gastarse el salario de tres meses en un lote de dos o tres botellas, quedarse con una y vender las otras para pagar futuras compras. Los crecientes precios del vino ayudan a financiar su obsesión.

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La entrada fortificada a la casa de Chasseuil

Entrar a su santuario, la bodega original de la casa, donde sus abuelos solían almacenar vino en barriles, es como retroceder en el tiempo. Una puerta reforzada conduce a otra habitación llena de botellas. Esta sala eventualmente se convertirá en un “alcoholarium”, lleno de whisky, ron, chartreuse, sake y otras bebidas espirituosas. El único criterio de Chausseuil: deben ser una rareza.

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Una grieta en la pared revela un pasaje. Un túnel estrecho y bajo, similar al de un búnker, lleva a un pasillo que finalmente deviene en la bodega principal. Las paredes están cubiertas de crucifijos y pinturas religiosas, mientras que Chasseuil ocasionalmente pone música ceremonial desde un sistema de altavoces para agregar atmósfera.

Aquí encontrarán algunos de los vinos más raros y caros del mundo, desde Pétrus y Château d’Yquem hasta Cheval Blanc y Coche-Dury.

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Una pared tapizada con cajas de vino en la bodega principal

Las botellas excepcionales están separadas de las simplemente excelentes por una puerta de hierro forjado. Sólo los más raros se exhiben en la bodega, que también funciona como galería.

“Todos los días hay alguien que quiere venir a ver mi bodega”, cuenta Chasseuil. “Las cartas y las llamadas telefónicas llegan como una plaga. El hijo de alguien quiere venir, o su abuelo, o es para una boda o un cumpleaños. Pero ya no permito visitas, no tendría la energía para ello. Cuando están aquí, ya no quieren marcharse”.

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Michel-Jack Chasseuil en los pasillos entre sus bodegas

Lo que solía ser un callejón sin salida es ahora una nueva área que actualmente se encuentra en construcción: una cava capaz de exhibir 3.000 cajas de una colección de más de 40.000 botellas. Este búnker de 50 metros a prueba de terremotos albergará gemas cuyos precios, espera, se inflarán año tras año. En 2018, una botella de Romanée-Conti de 1945 se vendió por alrededor de 460.000 euros en Nueva York. Hace treinta años, Chasseuil compró dos, así como un Romanée-Conti de 1921, por tan solo 1.500 euros.

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Si bien es posible que no tenga la energía para las bodas y fiestas de cumpleaños, Chasseuil está ansioso por hacer de este nuevo escaparate una atracción para los turistas adinerados. Visitantes de todo el mundo llegarían en helicóptero a su jardín una vez por semana. Ya se ha puesto en contacto con un hotel de lujo local para colaborar juntos. “El Puy du Fou [el segundo parque temático más grande de Francia] comenzó con una carreta y cuatro mujeres. Saint-Tropez con un barco y tres pescadores”, dice. “Entonces, ¿por qué no La Chapelle-Bâton?”.

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Chasseuil frente a los estantes de su futura bodega

Chasseuil es bastante elocuente. Disfruta contando la historia de cómo consiguió el éxito a través de su propio esfuerzo, mientras declara que el contenido de su bodega es “el Louvre del vino”. Sin embargo, es un vendedor sin ningún producto a la venta; sus vinos no salen de la bodega. “Mi reputación se basa en mi colección, al igual que el oro del Banco de Francia garantiza la moneda”, escribió en su libro.

Aún así, algunas personas han intentado despojarlo de sus tesoros. El 19 de junio de 2014, un repartidor llamó a la puerta: “Hola señor Chasseuil, tengo un paquete para usted, ¿puede firmar aquí, por favor?” Antes de que tuviera la oportunidad de decir algo, varios matones encapuchados se abrieron paso por la cochera y lo tomaron como rehén durante varias horas.

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La bodega principal iluminada

Uno de los hombres sacó un cuchillo de carnicero oxidado del cajón de los utensilios y amenazó con cortarle tres dedos a Chasseuil. Atado y golpeado, los convenció de que la llave de la bodega estaba guardada en el banco. Los criminales terminaron saliendo casi con las manos vacías; sólo se llevaron unas cuantas botellas del viñedo de Burdeos de Chasseuil (Feytit Clinet y Pomerol) y su BMW. Chasseuil no culpa a los intrusos. “No estaban ahí por mí”, dice.

Pero muchos enemigos no esconden sus identidades. Tiene una lista interminable de críticos y rivales, junto con políticos que no escuchan sus ambiciones de abrir un museo. Para algunos, el principal crimen de Chasseuil es acumular tantos vinos maravillosos sin ninguna intención de abrirlos. Aubert de Villaine, codirector de la prestigiosa finca Romanée-Conti, se entristece por el hecho de que las botellas “morirán” sin haber visto nunca un sacacorchos. “A pesar de mi admiración y respeto por él, no estoy de acuerdo con su proyecto”, dice Villaine.

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Chasseuil en su cocina

“He bebido de todo”, responde Chasseuil cuando se lo menciono. Es cierto que en su casa hay una ventana llena de botellas vacías de vino que no son nada baratas. Cuando trabajaba en Dassault Aviation (una empresa de fabricación de aviones), las comidas de negocios a menudo incluían alcohol, y Chasseuil se valía de los sommeliers que los atendían para obtener lo mejor de lo mejor. Educó su paladar a expensas de su jefe.

Después de toda una vida de beber lo mejor, este entusiasta se dedica ahora a atender su bodega. Entre los artículos más preciados que se exhiben aquí se encuentra una pequeña placa blanca con una inscripción sobre un fondo rojo: la licencia para vender alcohol de su abuelo, de cuando tenía su propio bistró. Hubo un tiempo en el que simplemente tomabas una copa en casa de los Chasseuil.