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Cultură

La polémica playa de Buenos Aires Playa

El verano terminó, sin el mar soñado y dentro de la ciudad.
Foto por Paloma Navarro Nicoletti

Artículo publicado por VICE Argentina

El conflicto empezó con la circulación de memes y comentarios despectivos en Twitter y Facebook, en relación a la “pileta” de Buenos Aires Playa. El Jefe de Gobierno de la ciudad Horacio Rodríguez Larreta dio el discurso inaugural, Buenos Aires Playa en el Parque de los niños, con el que dio inicio a la temporada de verano 2018: “con más actividades para que sus usuarios puedan aprovechar”. Un lugar, donde, según informes oficiales, pasan entre 400,000 y 500,000 personas por verano.

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Decidí ir por la mañana hasta el barrio de Nuñez —donde se encuentra Buenos Aires Playa— y ver con mis propios ojos lo que se estaba criticando. En la puerta del parque nos vino a buscar una camioneta blanca. Como en Little Miss Sunshine, todas las personas que estábamos esperando nos subimos ansiosas a dar un paseo de cinco minutos hasta llegar al predio. Dentro de la combi había tres familias que —como nosotros— padecían el calor, y que, repletas de comida, habían decidido a pasar ahí el día entero. Saqué mi cámara de fotos, caminé y hablé con padres, madres y niños que estaban ahí.

Foto por Paloma Navarro Nicoletti

¿Qué es una playa? Este concepto entendido por los argentinos se basa en un espacio de arena con mar, piedras con río, costa con lago. Sin embargo, lo único que observé al levantar la vista fue una cantidad descomunal de arena bien puesta, con reposares y sombrillas amarillas mirando a una valla, esa valla que separaba el mundo artificial con el Río de la Plata.


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La realidad no es tan obvia y simple como nos gusta pensar. Algunas de las cosas que aceptamos como certezas, son notoriamente erróneas. Según Platón, detrás de nuestra percepción de la realidad descansa un mundo de formas "perfectas". Todo lo que vemos es solo una sombra, una imitación de como realmente son las cosas. En el Mito de la Caverna, se explica que los humanos somos prisioneros de nuestro cuerpo y de nuestros sentidos, y tomamos por realidad las cosas particulares y sensibles que, en verdad, no son más que copias de la auténtica realidad: las ideas. ¿Es nuestra playa porteña una caverna? ¿Hay una idea detrás?

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Foto por Paloma Navarro Nicoletti

Seguíamos caminando sin sentido, observando el enorme parque que nos rodeaba. Sabemos que existe una distancia descomunal entre lo natural y lo artificial, entre una ola de verdad, de agua, que se arma y se desarma en cuestión de segundos, y entre una ola de cemento, estancada, pintada de celeste, prácticamente perfecta. Es en ese momento cuando observo a una nena pararse en una tabla de madera, con la mano apoyada en una ola quieta, simulando una aventura surfista, cuando su amiga le saca una foto.

Foto por Paloma Navarro Nicoletti

Buscamos los comentarios y las agresiones que se difundieron en las redes con la cifra pública. Según la cuenta del Boletín Oficial, la Subsecretaría de Contenidos porteño, contrató a la empresa de marketing Prado Del Ganso S.A. por casi 39 millones de pesos por el “servicio de producción integral”. Hablé con una persona, a la que llamaremos R., que trabaja dentro del Ministerio en el área de Ambiente y Espacio Público, y esta persona me aseguró que el gasto del monto publicado se utilizó para la reparación de juegos ya existentes, adquisición de otros y la frutilla del postre: la tela deslizante celeste inaugurada como un parque acuático que militantes de la oposición y gente con sentido común salieron a cuestionar.

Foto extraída del Boletín Oficial del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Una pileta, para los argentinos, es un espacio con una pequeña, mediana o gran profundidad utilizada para bañarse, nadar o practicar deportes acuáticos. Todo parecía magnifico mostrado desde un dron a lo lejos, pero de cerca observé que se trataba de un suelo antideslizante pintado de celeste, donde miles de niños jugaban, se refrescaban y pasaban sus tardes de verano porteño. Desde lo alto —a unos 4 metros del suelo— caen baldes gigantes con agua, los niños festejan al ritmo de la ansiedad por ver como otro comienza a llenarse rápidamente con agua fría para volverlos a mojar.

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Foto por Paloma Navarro Nicoletti

Mientras tanto, observo a una madre hablando con su pequeña hija mientras ella está encerrada en una “jaula” de colores. Nada peligroso les puede pasar. Trabajadores uniformados caminan por todas partes, todo está perfectamente calculado, cortado y limpio. Es como estar en un parque de Willy Wonka pero sin chocolate gratis.

Foto por Paloma Navarro Nicoletti

Desafortunadamente, existe en Argentina un porcentaje altísimo de familias que no pudieron irse a ninguna parte de vacaciones, lejos de sus hogares y de su rutina. Buenos Aires Playa es lo más cercano a lo que mucha gente está de conocer el mar, aunque ahí mismo ni siquiera exista. Me acerqué a preguntarles sobre sus tardes libres y las familias me confirmaban que ahí estaban bien, que el lugar era tranquilo y que esas serían sus vacaciones de verano. Las cifras muestran que los fines de semana alrededor de 15,000 personas aprovechan el espacio de recreación.

Los ciudadanos nos vimos convencidos de algo y en muchas situaciones la verdad es el poder de convencimiento. Un universo paralelo en donde se le llama playa a un sitio que no es playa. En este caso, la ficción jugaba el papel protagonista, y toda credibilidad se iba desmoronando mientras caminaba por el predio.


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George Berkeley, el padre del idealismo, argumentó que todo existe como una idea en la mente de alguien. Si todas las personas tuviésemos en nuestra cabeza la idea de playa como tal también nos decepcionaríamos un poco al ver que no existe como tal.

La realidad es tan compleja y profunda como nos atrevamos a pensarla. Y no pensamos demasiado cuando los problemas básicos están solucionados. Si nosotros también formamos parte de esto: ¿Qué podemos discutirle a un funcionario que nos engañó con el nombre de un sitio que no existe si nosotros mismos nos empeñamos en eternizar la mentira? ¿Qué podemos pedirle a alguien que invirtió casi 39 millones de pesos en convertir el espacio verde de una ciudad sin playa en algo que se parece más a la película The Truman Show?.