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El arte es un gatillo para las conciencias

Del basural a los museos del mundo, Antonio Berni entregó un emblema para la niñez desprotegida desde el sur del Río Bravo hasta el Estrecho de Magallanes.

“¿Qué demonios es el arte?” puede preguntarse cualquiera ante una hamburguesa de oro gigante de Jeff Koons, un obelisco hecho de pan de Marta Minujín o un Parlamento envuelto en tela rosa de Christo. La pregunta ofrece respuestas infinitas y mucho dependerá del cristal con que se mire, pero hace 60 años un artista latinoamericano eligió la suya y la convirtió en canon: el arte es un gatillo para las conciencias. Ese era el argentino Antonio Berni (1905-1981), emblema de las artes visuales latinoamericanas, que en 1958 creó a imagen y semejanza de su país a un personaje-ícono de los márgenes: Juanito Laguna, el chico de la villa argentina que podría ser encontrado en cualquier barrio pobre la América parda.

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¿Quién era Berni? Imaginemos a un joven hijo de inmigrantes criado en una ciudad grande de provincias que desarrolla, ya de adolescente, un talento prodigioso para las artes plásticas. Tanto, que a los 20, con reconocidos cuadros impresionistas en su haber, el chico Berni gana una beca y deja su Rosario natal para estudiar en Europa… justo en pleno hervor del surrealismo. Con amigos como Louis Aragón, André Bretón y el filósofo marxista Henri Lefebvre, la formación intelectual y artística de Berni cerró filas con una visión del mundo afectada por la guerra y las políticas expansionistas.

Tras volver a Sudamérica fue esa mirada, aplicada a los padecimientos cotidianos de los sectores más vulnerables de Argentina, lo que fue transformando a Berni en un referente del realismo social, a la manera de muralistas como Siqueiros, pero con otras técnicas y matices. Esa mirada más la técnica del collage y años de recorrer –como fotógrafo o funcionario de organismos culturales– los márgenes americanos dio como resultado a su personaje universal: Juanito Laguna.

Acompañándolo hasta los últimos años de su vida, Juanito apareció en numerosos cuadros que cruzan magistral y dolorosamente la ternura con el descarne de la pobreza. La inocencia y la miseria. El sueño y el basural. De eso se tratan las distintas y permanentes apariciones de Laguna y su familia en la obra de Berni, de la injusticia social en la que viven millones de personas que aún, entre el deshecho literal y simbólico, sueñan despiertos un futuro mejor.

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De hecho, los collages que usaba Berni para componer sus cuadros tenían basura (bolsas, latas, madera) para lograr una mayor fidelidad con la escena. “A Juanito lo hice precisamente en collage, con materiales de rezago, porque era el entorno en que vivía; y así no apelaba justamente a lo sentimentalista. Yo les puse nombre y apellido a una multitud de anónimos, desplazados, marginados niños y humilladas mujeres; y los convertí en símbolo, por una cuestión exactamente de sentimiento. Los rodeé de la materia en que desenvolvían sus desventuras, para que, de lo sentido, brotara el testimonio”, explicó el artista en su momento.

Y sí que brotó. Museos de Europa y Estados Unidos se llenaron con esos desechos que Berni supo convertir en lágrima y querella. Madrid, París, Nueva York, Roma vieron pasar al chico de los barrios bajos, su familia y a otro personaje arquetípico que el autor hizo surgir del mismo origen: Ramona Montiel.

Encarnando los padeceres y las luchas de las mujeres pobres de su época, los cuadros de Ramona escenifican distintos momentos de la injusticia social, la exploración y la opresión del patriarcado; otra forma de alegar, en la revolucionada década del 60, por una reelaboración de lo femenino y sus cánones.

"El artista está obligado a vivir con los ojos abiertos y en ese momento la dictadura, la desocupación, la miseria, las huelgas, las luchas obreras, el hambre, las ollas populares creaban una tremenda realidad que rompían los ojos”, supo sostener Berni sobre los lineamientos de sus trabajos.

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Hoy, más de 60 años después de su creación, Juanito Laguna recorre, amén de los museos del mundo, cualquier escuela argentina donde se intente abordar la realidad social sensible y humanamente. Las cosas pueden no haber cambiado, pero Berni, como todo artista de guste, supo dejar un espejo donde mirar en tiempos difíciles.

Porque, según sus propias palabras, “Juanito es un chico pobre pero no un pobre chico. No es un vencido por las circunstancias sino un ser lleno de vida y esperanza, que supera su miseria circunstancial porque intuye vivir en un mundo cargado de porvenir”.

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