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Un trole llamado empoderamiento: Las Trolebuseras de Córdoba

Las tres rutas más importantes de trolebuses eléctricos en Córdoba, Argentina, son operadas exclusivamente por mujeres. De ellas depende la movilidad de más de 10 millones de pasajeros al año en la segunda ciudad más poblada del país. Sin quitar los ojos
Fotos de Ignacio Conese

Artículo publicado por VICE Argentina

Mirta conduce el viejo trolebús soviético con tal naturalidad que lo hace ver fácil. La operadora, como oficialmente se les llama a las Conductoras del Servicio de Trolebuses de la Ciudad de Córdoba, verifica que los pasajeros pasen su tarjeta de transporte al abordar y hasta se entretiene charlando con algunos, claramente conocidos. Me cuenta que entró al servicio a principios de los 90 y a pesar de los años no quiere ni pensar en el retiro. Ser operadora es su vida y no podría pensar en una vida mejor. Como en todos lados, admite, el derecho de piso existe, aunque a experimentadas como ella apenas les significa poder elegir “su línea”. La de ella es la “B”. Dice también que no le gusta nada la idea de que sigan sumando colectivos comunes a las líneas de troles, como viene pasando en el ultimo tiempo, porque es una forma de “barrerles el piso”.

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Al menos la mitad de los coches que operan en la actualidad lo hacen a combustión, en lugar de ser alimentados por el tendal eléctrico que recorre partes de la ciudad como un gran exoesqueleto.

Me dice Mirta que "por denuncias en redes sociales que ha tenido la Empresa con fotos y videos, nos han pedido a las operadoras que prohíban tomar fotografías arriba de los coches, salvo expreso permiso del director". El tramite que me comenta Mirta ya está en la oficina del director hace semanas. Estoy parado de frente mirándola en la entrada del coche. Me río, se ríe, y me dice que tampoco puedo quedarme parado ahí. Las operadoras son generalas de sus coches. Retrocedo levantando la cámara, mientras le pido una sola, y por el espejo. Amor por la calcomanía del alacrán arriba del espejo, que explica tanto.


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Fui usuario asiduo del servicio de troles durante los 11 meses que trabajé en un call center en pleno centro de la ciudad hace 10 años atrás. Circulaban muchos más, de los ahora pintados de verde y blanco y en ese entonces azul Francia y blanco, troles soviéticos. Vivía a 20 cuadras del trabajo, y cuando salía y estaba con la cabeza quemada de tratar de venderle servicios de Internet a personas del otro lado del Atlantico, esperaba a que pasara el trole que me dejaba a metros de mi departamento. En la misma cuadra había paradas de colectivos con mucha más frecuencia, pero a mí me gustaba viajar en trole. La idea de usar un transporte ecológico, conducido por mujeres, que en general eran muy amables, era algo que me producía una satisfacción extra que el colectivo, y el rudo colectivero, no me daban ni por asomo. Recuerdo el ritual de sentarme, y comenzar a disfrutar del necesario silencio que mi cerebro exigía, y que el motor eléctrico, aunque viejo, proporcionaba. Volver a casa era mas placentero en trole, en un sentido amplio del concepto. El transporte público es conocido como el cementerio de elefantes de todos los Intendentes de la historia reciente de la ciudad; es malo, caro, y encima, crónicamente deficitario, o eso dicen. En ese desastre, fui un usuario feliz de transporte público, en el oasis que significaba el servicio de trolebuses.

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En 1988 el Intendente Ramón Mestre, padre de Ramoncito, actual Intendente de la ciudad, tomó la decisión de modernizar el transporte comenzando por tramos neurálgicos de la ciudad que la conectaban de norte a sur y de este a oeste, y para eso, hizo construir la infraestructura necesaria y adquirió de la entonces Unión Soviética los primeros trolebuses. Como parte de la estrategia de promoción del mismo, determinó que estos fueran conducidos por mujeres, decisión tomada en ese entonces dado “lo fácil” que eran de conducir, que “hasta mujeres podían hacerlo”.

En mayo del 89 entraron en servicio los primeros troles, y sus “trolebuseras” como eran llamadas de forma despectiva las operadoras, haciendo la palabra misma sinónimo de lesbianismo, o travestismo para más de una generación. El servicio era un atractivo para los curiosos y un programa de paseo dominguero para las familias cordobesas. Pero los troles de fácil de conducir no tenían nada, y las primeras versiones, luego corregidas un poco, hacían que la tarea de llevarlos suaves por las calles fuera titánica. Las operadoras no solo debían vigilar su conducción en el tránsito céntrico, sino que además y con espejos debían vigilar la correcta posición de las lanzas, y bastante seguido bajarse en el medio del tráfico para recolocarlas en posición adecuada, una tarea para nada “femenina” ni mucho menos fácil.


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Las operadoras no se achicaron. Mujeres de clases populares cordobesas habían logrado una posición y un puesto antes solo reservado a sus pares masculinos. Eran sostenes de familias con un trabajo que no habían podido ni soñar antes, lejos de limpiar casas ajenas, criar hijos de otros, coser, atender, y los demás oficios de los que trabajaron sus madres y las madres de sus madres. A sabiendas o no, Ramón Mestre padre, tomo la decisión política más progresista, inclusiva, ecológica y sostenible que haya hecho cualquier otro de sus pares en la ciudad, instalando este servicio de la forma que lo hizo.

En Julio del 2017, en el medio de un conflicto entre el Sindicato y la Municipalidad y con una protesta que significó dejar la ciudad sin transporte público regular durante nueve días, el actual Intendente, Ramón Mestre hijo, despidió a 200 choferes, y entre ellos tuvo un ensañamiento especial con el servicio de troles, dejando a 66 operadoras en la calle. De los 100 reincorporados post conflicto, menos de 10 han sido mujeres. Un clavo más en el cajón que vienen construyendo los intendentes de la ciudad con este servicio.

Estoy arriba de un trole A, de los soviéticos, que maneja una operaria que parece la versión latina de Rosie la remachadora, solo le falta el pañuelo en la cabeza. La operadora mastica un chicle rosa con el que juega a veces un poco, y observa atenta y serena todo, notando y sin molestarle que esté tomando fotos. Afuera, lo que era una cálida noche, se convierte en una tormentosa y helada, y como de costumbre hay una protesta que enloquece el tránsito de la ciudad, y un Inspector avisa a nuestra Rosie que debe desviarse. Para hacerlo, primero tiene que desconectar manualmente las lanzas, desde afuera. Veo la situación y atino a acompañarla, justo a tiempo para darme cuenta que la foto es desde adentro, desde el fondo. Corro entre los pasajeros y llego para hacer una sola toma.

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Presento la fotografía al concurso Córdoba Tierra de Mujeres y gano una mención del jurado. El Museo de las Mujeres de Córdoba entiende el valor de las operadoras en la construcción de la identidad de la mujer cordobesa, y la foto forma parte de su colección permanente. Tengo mi entrada para hacer el trabajo que quiero hacer con este servicio y sus trabajadoras que tanto me atraen, o eso pienso. La empresa nunca responderá, ni dará acceso, ni en ese entonces, ni ahora para VICE. Hablar bien, de algo que está bien pensado, y que podría ser modelo para mejorar algo que no esta bien, no parece estar en la agenda del gobierno municipal ni de la Empresa TAMSE que maneja el servicio de trolebuses y que tiene, por supuesto, a un hombre como director.

Mientras tanto, hace 29 años que estas mujeres conducen todos los días por las calles de la ciudad lo que ya es un auténtico legado y que les pertenece a ellas y a todos los que apreciamos un servicio público inteligente. Las operadoras, como muchas veces pasa con los términos despectivos, con el tiempo se adueñaron de la palabra trolebuseras, y es algo que las enorgullece y empodera, a ellas, y a la sociedad completa.