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Identidad

Paraguay, no me mates

“Bruno, un joven artista queer, está siendo acusado de ‘actos de exhibicionismo’ basado en una performance que denuncia violencia y discriminación contra la comunidad LGBTI en Paraguay. Si es sentenciado culpable, podría enfrentar hasta un año de prisión"
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Artículo publicado por VICE Argentina

Lo primero que se ve en el video es a un joven vestido de short y musculosa negra quitándose una enorme envoltura de plástico como si fuera una crisálida. Detrás suyo, niños subidos a un escenario mirando el show, atónitos. Lo último que se ve es el mismo joven, ahora dando saltos y tirando purpurina, con el mismo escenario y los mismos niños de fondo.

“Siempre los niños, sólo los niños”, dice Bruno A. Comas con cara de embole: el video viral sólo muestra fragmentos y casi siempre los que enfocan a ese público. “Todos los adultos que estaban ahí no aparecen en este video”.

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—¿Quién hizo el video?

—Este lo hicieron los pro vida.

—Tiene muy buena producción.

—Sí, se fueron a la puta.

Militante del placer y el instante

Hasta los pájaros cantan con más calma en Paraguay. Asunción, la capital del país, con su tráfico caótico, su traza urbana enmarañada, sus desigualdades sociales que se hacen visibles en el alto contraste ofrecen las camionetas y autos de alta gama junto a vehículos destartalados, las cinematográficas mansiones y la Plaza de Armas invadida por campesinos desplazados por las inundaciones y gente sin hogar. Paraguay, un país conservador y sufrido: primero la guerra de la Triple Alianza que diezmó su población masculina, luego tres décadas y media de dictadura que dejó una estela de analfabetismo, escasa movilidad social e inequidad en cuanto al acceso a la cultura, la educación y el empleo, pese a ser hoy una de las naciones sudamericanas con mejores —y sostenidos— índices de crecimiento económico. ¿Qué lugar ocupan el placer, la espontaneidad, la libertad, la sexualidad en un lugar como éste?

Acción urgente: Artista queer en riesgo de ir a prisión

“Bruno Almada Comas, un joven artista queer, está siendo acusado de ‘actos de exhibicionismo’ basado en una performance que denuncia violencia y discriminación contra la comunidad LGBTI en Paraguay. Si es sentenciado culpable, podría enfrentar hasta un año en prisión”.

Amnistía Internacional publicó una petición en su web en diciembre del 2018. Allí contaba que Bruno A. Comas, conocido con el nombre artístico de Vena Rota, había sido imputado por la performance que hizo el 12 de mayo de ese año en el Festival Besatón, organizado por SOMOSGAY, la principal ONG que defiende los derechos de la comunidad LGBTI. El festival tuvo lugar la Plaza de Armas, espacio que fue facilitado a la organización por instituciones de gobierno.

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La obra de Bruno se titulaba Paraguay, no me mates.

La denuncia por "actos de exhibicionismo", "abuso sexual de menores" y “actos homosexuales en menores”, fue presentada por el grupo Somos Muchos, Muchos más, una de las tantas organizaciones conservadoras que ha hecho lobby político a lo largo de los últimos años para evitar que se filtren temas de género en la discusión pública y en la educación.

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VICE: ¿Cómo es posible que si este grupo pro vida no es tan grande haya tenido el poder de imputarte? —le pregunto a Bruno mientras picoteamos unas uvas de un tazón.

Bruno: Porque tienen plata. Y porque dominan un sector de la opinión pública que se corresponde con unos vicios culturales que sólo fueron transformados o revisitados desde un discurso religioso, pero que no están realmente anclados en ideales religiosos ni de la teología; no hay una mínima teología ahí, en los grupos pro vida.


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Delgadísimo, fibroso, nariz recta, ojos negros penetrantes, labios carnosos, cara de niño, cara de hartazgo, movimientos lentos y felinos. Cada vez que arrastra la erre es como si hiciera un ovillo con la lengua y las palabras quedaran envueltas en una funda de cashmere.

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Hay dos temas recurrentes en la conversación de Bruno: el cuerpo y la teología. Esta última la estudió al terminar el colegio Alberto Schweitzer, una de las varias instituciones educativas creadas por los menonitas llegados a Paraguay después de la Segunda Guerra Mundial. Hoy es un colegio privado, pero en su origen el Alberto Schweitzer era la posibilidad de salir de la miseria para niños de escasos recursos; un trabajo de misioneros con una fuerte impronta progresista. “Yo me ubico dentro de ese contexto pluricultural, los paraguayos, los menonitas que hablaban plautdietsch, los indígenas”, dirá Bruno con cierto orgullo.

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Lo cierto es que saliendo de allí, con una buena calificación y una beca para estudiar lo que quisiera, eligió la teología. “Dudaba de mi cuerpo, de vivir así como estaba viviendo. En el último año de teología me empecé a enganchar con un chico, me di cuenta de que quería hacer arte, fue como una instancia en la que me dije voy a hacer un estudio sobre la vida, sobre la fe”.

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Verlo convertido en performer no es, probablemente, lo que habrían esperado sus maestros de teología, pero ha sido una herramienta interesante para movilizar a las almas paraguayas: “A mí me parece inclusive más valioso tener estas herramientas porque no hay una figura así, como yo, ahora mismo en Paraguay que activamente pueda tener una sexualidad disidente y que tenga un trasfondo con el que ‘todo bien’. O sea, no soy una combativa, no quemo las iglesias; no es mi rollo, todo bien con la gente a la que le pinta eso, a mí no, y mira que recibí mucho odio hasta el punto de que me denunció el odio”.

¿Qué o quién es ese “odio” que denunció a Bruno?

“Yo conozco amigos que eran homosexuales ¡y hoy no lo son! Hoy son heterosexuales. Cuando esa persona puede perdonar al papá que lo abusó, a la mamá que le sobreprotegió, a la persona que le abusó, lo que sea”, dice uno de los audios que Bruno usó como fondo en su performance; también usó otros tomados de políticos, periodistas, figuras públicas, hablando contra la ideología de género, sobre el aborto (y su inaccesibilidad aun en casos de violación) y con comentarios abiertamente homofóbicos.

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"En el entramado de la demanda, el grupo pro vida hizo el video [del performance editado] y testificó en mi contra, pero la denuncia partió de la Secretaría de la Niñez, porque en mi performance había niños de la calle. La Secretaría elevó una denuncia abierta y la Fiscalía me imputó directamente a mí" continúa Bruno.

¿La Secretaria de la Niñez está tan activa en la vida real?

B: No, ¡obvio que no! Y ahí es donde te digo que ese es el lugar de poder que tienen los pro vida. Es una cuestión política y estructural. La performance que yo hice les re picó porque era sobre ellos.

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El 23 de noviembre de 2018, la Fiscalía General acusó a Bruno Almada Comas de “actos de exhibicionismo” y fijó una fecha para un juicio que finalmente logró suspender, gracias al apoyo de Amnistía Internacional, que lo asesoró y le brindó asistencia legal. Paraguay es un país que no cuenta con ningún tipo de legislación anti discriminación, tampoco tiene muchos datos al respecto: por un lado, los espacios para denunciarla son relativamente nuevos y por el otro, la discriminación está tan naturalizada que incluso no se denuncia por no saber que es algo que atenta contra los derechos de quien la sufre.

Karina Rodríguez, Asistente de Dirección y Julia Cabello, la asesora jurídica de Amnistía Internacional Paraguay, me explican que existe un proyecto de ley anti discriminación que ya cuenta con dos dictámenes favorables en comisiones del Senado paraguayo, pero que no han sido todavía estudiados en el pleno. El proyecto es de 2015.

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La iglesia de las pasiones alegres

Nuestra conversación se bifurca entre divagues filosóficos, antropológicos, teológicos, recomendaciones de autores, revisión de videos:

"Cuando uno piensa desde el punto de vista de la teología, la iglesia es una figura metafórica de un conjunto de gente que se crea, se convoca, que está en un proceso, no sé, hago esos paralelismos. Y de repente recuerdo las cosas que estudié, como Spinoza, que habla de perseguir las pasiones alegres, cómo perseguir eso: me parece también algo espiritual, que tiene más que ver con lo creador, con lo activo y con la formulación de otra realidad, de otra humanidad" reflexiona Bruno.


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Amenaza con llover y a la noche se presenta Bruno con Cula Performance, un colectivo conformado recientemente con artistas de otras disciplinas que hasta ahora ha realizado performances, conversatorios y shows incendiarios en fiestas privadas, centros culturales y boliches de Paraguay.

¿La discriminación en Paraguay se da sólo en cuestiones de género?

B: No, lo que pasa con la sexualidad es que es algo más alevoso y nosotros estamos en una cuestión más de resistencia, muy intencionada, pero los pobres siempre son discriminados, los pobres ni entran en la conversación. Hay gente tan discriminada acá que ni es tenida en cuenta. Es una cuestión mucho más profunda que la del género. Acá se quiere disfrazar el género como problemática para perpetuar una discriminación que está basada en la clase social.

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Para Bruno hubo algo muy claro desde el comienzo de su peregrinaje por los juzgados: no se convertiría en mártir del movimiento LGTB porque nunca estuvo en sus planes ser uno de sus líderes, y lograr que la imputación sirviera para dar pie a un movimiento en la estructura más honda y no atada exclusivamente al tema de género:

"Hay una intención de un agenciamiento colectivo que a la vez sirva de lugar de refugio, de guarida, de lugar donde tomar fuerzas, que debe manifestarse de una manera activa, y que se manifiesta así queramos o no. Por ejemplo, acá todo el mundo hace acá la performática de Caacupé y se van a caminar, a sudar, a morir, a llorar… participan en una performática que pone sus cuerpos en un lugar afectivo y de relacionamiento y de producción de subjetividad" — cuenta Bruno, levantándose—. "Nosotros proponemos algo intencionado que tiene que ver con el goce, con el placer, con el cuerpo político, con la consciencia corporal, con el uso desprejuiciado de sustancias, con el reconocimiento del otro; es un proceso que estamos habitando desde un lugar de completa experimentación, y estamos empezando a poder mirar atrás para poder seguir".

Cula ofrece el dispositivo perfecto para combatir la rigidez conceptual y existencial desde adentro: el performance.


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"Para mí lo primero, como dice Suely Rolnik en una de sus charlas sobre cómo desarticular el inconsciente colonial, es desarmar la vulnerabilidad ante las fuerzas: acá estamos en eso, como en una rotura de cascarón" dice Bruno poco antes de que nos marchemos. "La gente está muy armada: te vas a farrear y ves a todos los varones con camisitas a cuadros y las chicas con polleritas, y yo bien regia voy a pasarla bien, pero se ve y se siente".

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¿Y qué percibís de ese público que está en la fiesta tan acartonado cuando los ven a ustedes?

B: La gente te copia los pasos. Es un proceso, conforme más se vaya dando, más se va a volver natural. Para mí el rollo es dejar de ser extraño, que la gente tenga acceso a bailar y a ir lookeada a una fiesta sin ser A o B y que eso sea parte del club in, que pueda yo habitar mi cuerpo y vestir mi cuerpo como yo quiera.

El cuerpo que habita Paraguay

Vamos a la sede de Cula Performance, una casa de techos altísimos, con vigas de madera, ubicada en el histórico y popular barrio de Punta Karapá. Al llegar veo una mesa de última cena con jóvenes en los dos lados produciéndose con cualquier elemento encontrado en el lugar: medias red en la cabeza, sogas, un salva pantallas de celular, un trozo de plástico.

Cuando estamos listos para partir y se nos unen tres miembros más de Cula. Una de las chicas trae un parlante con rueditas que musicaliza nuestra breve travesía por las penumbras del centro de Asunción.

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En Motion los reciben como rockstars. Esa noche hay tres DJ’s, dos de Brasil, dos de ellos mujeres. La gente comienza a bailar furiosamente; Bruno y compañía eclipsan la luz de la pantalla de fondo con sus cuerpos, pero el frenesí baja de intensidad cuando descienden del escenario para bailar con la gente. Algo se pierde en la oscuridad del boliche, la gente parece aburrirse adentro de sí misma.

De pronto, un enorme tul empieza a circular por sobre nuestras cabezas. Una de las Cula lo despliega y el resto se agrupa debajo de éste, bailando ellos siempre, hermanados bajo la textura casi invisible que los envuelve: invitan a los que no quieren abandonar su condición de espectadores a unirse bajo su halo mítico, a entrar en la caverna del cuerpo multiplicado.