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viajes

En la jungla

Atravesando las entrañas de Papúa Nueva Guinea.

Un grupo Komiupa Mama interpreta una ceremonia tradicional sing-sing (básicamente una celebración de cánticos y bailes) para los turistas y espectadores. El año pasado emprendí un largo viaje fotográfico “lejos de la civilización”. Tras meses de investigación y planificación, me decidí por Papúa Nueva Guinea. Dada su extraña mezcla de tradiciones, culturas y escenarios primitivos y modernos, no se me ocurrió mejor lugar donde escapar del tedio de la vida cotidiana. Antes de visitar la isla, la mayor parte de la información la había obtenido de guías de viaje, censos y folletos informativos. Casi todo eran cosas que yo ya sabía: que la raza humana la habitaba, como cualquier otro lugar del planeta, desde hacía aproximadamente 60.000 años; que es uno de los pocos lugares que no ha sido todavía totalmente adoctrinado por el mundo occidental; que a lo largo de la historia se han hablado allí más de 800 lenguas, y que aún se cuentan historias de caníbales que viven en la profundidad de la jungla y que podrían cocerte vivo. Aunque yo no me aventuré en esas peligrosas zonas cubiertas de vegetación (a las que sólo se puede acceder mediante aviones especialmente contratados), sí llegó a mis oídos un incidente en el cual un padre se comió la cara de su hijo recién nacido enfrente de un grupo de espectadores porque Dios le dijo que “se comiera al niño” antes de que el niño se lo comiera a él. Una de las cosas que más me atraían era averiguar cómo la constante expansión de las zonas urbanas por todo el país estaba afectando a su cultura tribal. Por lo que yo puedo decir, la mayoría de estos cambios implican un aumento del número de raskols (criminales) en las áreas urbanas de crecimiento descontrolado. Además de la pequeña delincuencia, aquellos que hacen visitas de larga duración al país se encuentran con otro tipo de problemas. En primer lugar está el oficioso toque de queda, que da comienzo a las seis de la tarde y partía por la mitad mi jornada de trabajo. Luego está la falta de transporte público, la nula familiaridad con el concepto de organización, la necesidad de pagar sobornos para satisfacer necesidades básicas, la intensa humedad, las constantes nubes de mosquitos y el alto coste de la vida. Al cabo de ocho meses, varios de los cuales pasé trabajando para un periódico local, el National, me di cuenta de que mi fase “¿Me estás tomando el pelo?” no era sino el perpetuo estado en el que se encuentra la nación. El eslogan turístico del país es “La tierra de lo inesperado”. No tengo problema en confirmar la veracidad de un lema tan chungo, y espero que la siguiente serie de fotografías sirva como prueba de mis marcianas aventuras en la isla de Bougainville, la isla de East New Britain, Goroka, Madang, Morobe, Port Moresby y el río Sepik. Peter Siwa y su hijo Weslie exhibiendo un casco del ejército y una ametralladora australiana grande de la hostia que hallaron en su casa, un antiguo bunker de la 2ª Guerra Mundial en Paga Hill, Port Moresby. Hay seis de estas estructuras en la colina, y cada una acoge como mínimo a una familia. Papúa Nueva Guinea ha sido una posesión colonial a lo largo de la historia, más recientemente de Australia, que controló el país hasta 1975; sigue formando parte de la Commonwealth, bajo dominio del Reino Unido. Esta mujer vive en un barco en ruinas en el puerto de Rabaul, en la isla de East New Britain, junto a otras tres familias. Me explicó su ingenioso método para cazar ratas, en el que una rata muerta se utiliza como cebo para cazar más ratas. Hombres Sili Muli de la provincia de Enga. Sus sombreros-peluca están hechos con su propio pelo. Y les encanta la Coca-Cola. Cerca de la aldea de Yambon, unos mocosos matan el tiempo antes del desayuno con un cuchillo afilado. Cynthia recibió sus tradicionales tatuajes en el rostro de joven, en Bougainville. El “jódete” en caracteres chinos que lleva en el pecho se lo hizo el año pasado en Port Moresby con una pistola de tatuar casera. Un mirador con vistas a Arawa utilizado por el Ejército Revolucionario de Bougainville, que luchó por la independencia de Papúa Nueva Guinea en los años 80 y 90. Una conferencia de prensa en Port Moresby anunciando la creación de un nuevo equipo de rugby, el Hela Wigmen. Confío en que a los tipos que flanquean la mesa les pagaran una razonable tarifa de aparición. Una tarde de domingo normal y corriente en el Sports Inn, Port Moresby. El tipo ahí tirado no está muerto, sólo borrach Una turba rodea un vehículo destrozado enfrente de un concesionario de coches en la calle mayor de Waigani, Port Moresby. La tribu de los hombres de barro Asaro ha aparecido en anuncios de Toyota, Pepsi, Benetton, el perfume Tribu Benetton y otras marcas. Toyota se encarga de que la tribu viaje con estilo a sing-sings de todo el país, y de ahí el logo en el casco. El éxito de esta emprendedora tribu ha hecho que otros papú-neoguineanos imiten su forma de vestir e interpreten sing-sings para los turistas. Ruipo Okoro, un hombre de barro original, dijo que los imitadores deberían abstenerse de intentar beneficiarse a costa de los Asaros. Un isleño llamado Chris vestido con su traje sing-sing en su cocina/sala de estar en Hote Village. Un recién iniciado de la tribu Iatmul en el haus tambaran (casa de los espíritus) de Palambei Village. Sus nudosas cicatrices se supone que imitan la piel de un cocodrilo. Los hombres escarificados cobran a los extranjeros unos diez kina (cuatro dólares) por fotografiarlos.