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Occupy Wall Street | Todos estamos de acuerdo en que el sistema no funciona

Pero cómo Occupy Wall Street le va a dar la vuelta aún está por ver

Ilustraciones de Malin Bergström

La transformación de Occupy Wall Street, de puñado de manifestantes de izquierdas acampando en Zuccotti Park a movimiento global, era tan predecible como sorprendente. Predecible, porque la crisis financiera global, los rescates a los bancos con dinero del contribuyente y las rigurosas medidas de austeridad que subsiguieron eran el equivalente político a derramar gasolina sobre el mundo; sorprendente, porque nadie podía adivinar que una concentración en unas tiendas de campaña instigada por Anonymous y la revista Adbusterssería la llama que la haría arder.

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A medida que Occupy, un movimiento sin líderes, se extendía a 2.400 ciudades, se convertía poco a poco en algo más organizado; mediante inacabables, latosas asambleas generales con rumor de bongos de fondo, los de Occupy están ahora tratando de llegar a un consenso sobre qué es exactamente lo que quieren cambiar. Hasta que emitan un comunicado lo bastante elocuente como para que la ciudadanía en general lo pueda entender, tendremos que deducir lo que podamos de las incontables reformas que se están sugiriendo en sus cientos, si no miles, de foros online, emisiones en directo y tuiteos.

Os hacemos a continuación un resumen de algunas de las sugerencias, tanto perspicaces como ridículas, que el movimiento Occupy ha ofrecido hasta la fecha, acompañadas de comentarios de Richard Bearsworth, profesor de filosofía política y relaciones internacionales en la American University de París, y de Martin Kragh, profesor adjunto en la Escuela de Economía de Estocolmo.

UN MUNDO SIN DINERO

Muchos manifestantes creen que un mundo sin dinero sería un lugar mejor para todos, puesto que los actuales problemas podrían arreglarse sin que alguien dijera que las soluciones son “demasiado costosas”. Además, afirman, en una sociedad basada en el trueque en la que la gente brindara libremente a los demás sus habilidades y conocimientos, el delito “se reduciría sensiblemente”.

Richard Bearsworth: Sin dinero como medio de intercambio y estándar de valor, no habría ni comercio internacional ni inversiones (ni, en consecuencia, crecimiento). Un mundo sin dinero, dicho claramente, no sería un “mundo”. Al igual que otras similares hechas durante las crisis de la edad moderna, esta propuesta es ahistórica y metafísica.

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Martin Kragh:La idea de un mundo sin dinero lleva exponiéndose desde hace siglos. Sin embargo, estudios arqueológicos y antropológicos sugieren que todas las grandes sociedades han utilizado algún tipo de moneda, por ejemplo conchas, semillas de coco o distintos metales. Hoy la mayoría de transacciones se hacen por medios electrónicos, pero al fin y al cabo sigue siendo dinero. Es probable que se pudiera cambiar ligeramente el actual sistema monetario, pero mientras el comercio y la interacción entre las personas exista, el dinero seguirá entre nosotros.

RESTAURAR EL ACTA GLASS-STEAGALL

El acta Glass-Steagall, de 1933, establecía una separación entre banca de inversión y banca comercial, previniendo que los bancos donde la gente guarda su dinero especule con valores de riesgo. Muchas de sus propuestas se revocaron en 1999, con el acta Gramm-Leach-Bliley. Algunos miembros de Occupy creen que restaurarla atajaría la especulación en arriesgados “productos” como derivados financieros.

Richard Beardsworth:El acta Gramm-Leach-Bliley derribó las barreras entre estrategias de inversión y apuestas de riesgo con fondos en depósito, permitiendo a los banqueros correr riesgos excesivos con los ahorros y deuda de la gente. Restaurar la división entre inversión y banca comercial tiene mucho sentido. La responsabilidad política de la crisis no se está asumiendo, y está claro que es fruto de una mala política.

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Martin Kragh: Ahora se está debatiendo en el Reino Unido una ley que volvería a separar las ramas comercial y de inversión de la banca. Es un proceso político y, como tal, es difícil prever el resultado, pero está claro que todas las economías occidentales emergerán de la crisis actual con una serie de nuevas regulaciones. Lo que no sabemos es en qué consistirán.

CONDUCTA RESPONSABLE

Algunos “occupiers” van tan lejos como para decir que debería ponerse un tope a la cantidad de dinero que alguien puede poseer—pongamos que un máximo de 1.000 millones—, y lo grande que puede ser el tanto por ciento que posea una compañía de un mercado a nivel global; digamos que un 10%. Un posteador llamado “apacheman” señala en el foro de Occupywallstreet.com: “No hay terreno moral, ético o legal que sostenga el derecho de una corporación o una persona a una riqueza ilimitada. Para que todos mejoremos es necesario fijar un tope a la riqueza individual y a la cuota de mercado de una corporación”.

Richard Beardsworth: La disparidad en la riqueza entre ricos y pobres ha aumentado sustancialmente en los últimos 20 años, aunque es importante recordar que la pobreza relativa ha declinado a lo largo del mismo periodo (en buena medida debido al acelerado crecimiento de las economías “emergentes”). Por un buen número de razones morales, se impone una respuesta a esta creciente disparidad. No obstante, no creo que se deba per sefijar un límite a las riquezas personales, si no gravar progresivamente estas riquezas a través de mecanismos institucionales; en otras palabras, no emitir juicios morales sobre la creación de riqueza, sino institucionalizar sus límites. ¿Cómo se puede limitar la cuota global de mercado de una corporación sin unas leyes antimonopolio efectivas a nivel también global? Eso requeriría un gobierno mundial. La propuesta no es factible sin un orden constitucional planetario bajo cuyas leyes estaría el mercado global. Inapropiado, tanto moral como históricamente.

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Martin Kragh: ¿Cómo sabes que mil millones es el número mágico? ¿Y cómo habría de ajustarse esa cifra a la inflación y a los movimientos de cambio e intercambio? Y si una compañía goza de una cuota de mercado enorme, ¿no podría deberse a que a la gente le gustan sus productos? Los gobiernos no deberían regular si la gente compra iPhones o Samsungs. Estoy a favor de un gravamen progresivo, pero también se deben alentar las inversiones y el espíritu empresarial. Para que esto suceda, tenemos que aceptar que siempre habrá gente con más éxito y que va a ganar más dinero.

CONTABILIDAD GLOBAL

Algunos “occupiers” quieren que los sectores financieros y energéticos sean metódicamente investigados por fraude, sobornos, uso ilícito de información, violaciones de las leyes medioambientales y conflicto de intereses. Los resultados serían publicados y quienes vulneraran la ley, llevados a juicio.

Richard Beardsworth: Las cosas nunca son blancas o negras, y las pretensiones de universalidad tras esta propuesta son utópicas. Sin embargo, la existencia de un cuerpo que investigue los fraudes bancarios a nivel global es razonable. Lo más efectivo sería centrarse en la eliminación de los paraísos fiscales.

Martin Kragh: A mí me suena bien, pero me temo que de la mayor parte del desastre financiero tiene la culpa gente que ha actuado por completo dentro de la legislación vigente. Por tanto, primero hemos de cambiar el actual conjunto de leyes.

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CONTROL DE NUESTRO PROPIO DINERO

Otra idea que ha circulado en los grupos de discusión de Occupy es la de que los contribuyentes deberían tener más poder de decisión en cómo se gasta su dinero. Esto se lograría mediante la creación de centros seguros de pago de impuestos donde los ciudadanos decidirían qué programas y departamentos del gobierno desean apoyar. El gobierno podría presentar propuestas a los votantes, pero sería el pueblo el que decidiría qué programas reciben subvenciones y la cuantía de estas.

Richard Beardsworth: Una democracia participativa fuerte con relación a las políticas fiscales tiene sentido a nivel local, pero es impracticable a un nivel nacional, dada la complejidad técnica de algunos aspectos. No pretendo defender la tecnocracia (Obama fue incapaz de reformar Wall Street por su dependencia de los consejos técnicos dados por alguien “de dentro”), pero no olvidemos que los aspectos técnicos de la política son, de por sí, muy complejos. Que los ciudadanos decidan de forma directa no es una respuesta al problema. Necesitamos reinventar el republicanismo para una edad global, no reducir asuntos muy complejos a un modelo “ciudad-estado” de democracia participativa.

Martin Kragh: Esta idea me parece peligrosa. No creo que queramos que la gente negocie quién debería recibir tratamiento médico o educación. Elegimos a los gobiernos a niveles local y parlamentario; si no te gustan sus decisiones en materia económica, entonces tendrías que votar por otro.

LA TASA ROBIN HOOD

Propone un gravamen a transacciones financieras como cambios de moneda e intercambios de acciones. La tasa sería de un 0,05 por ciento, y quienes la defienden aseguran que arrojaría centenares de miles de millones de dólares al año. La respaldan economistas de alto perfil, políticos y hasta el Vaticano.

Richard Beardsworth: Es una idea muy atractiva que se remonta a los años 70. La cuestión es cómo instaurarla de forma eficaz y viable. Hay quienes sugieren que el FMI sería la institución más adecuada para coordinar la recaudación de ese gravamen, pero muchos países, sobre todo los del sur, no creen que el FMI sea lo bastante imparcial. Con sus recientes cambios de política interna y una nueva dirección, yo creo que el FMI es la institución correcta para coordinar y recaudar, máxime tratándose de la única institución financiera lo bastante universal como para empezar a hacer la tasa efectiva. Sería muy interesante centrarse en esta propuesta en estos momentos de incertidumbre ideológica y financiera.

Martin Kragh: La idea de un impuesto a las transacciones financieras (también conocido como Tasa Tobin) parece razonable, pero puede resultar difícil de poner en práctica. Hoy en día los bancos financian en gran medida sus actividades en mercados monetarios a corto plazo, y esto significa que se apoyan en los préstamos de otros bancos, tanto a nivel doméstico como del extranjero. No estoy seguro de que sea lo mejor poner trabas a su capacidad para hacer esto. Existe también el riesgo de que la Unión Europea emplee esa tasa para cubrir sus enormes déficits, lo cual implica el riesgo de un mayor federalismo, que es algo que la mayoría de los europeos no desea. Debe haber formas más eficaces de regular la especulación a niveles domésticos.