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Biosphere 2: Cómo un experimento de ciencia ficción se convirtió en un gran laboratorio

Si naciste después de 1980, seguro asocias la idea de una biosfera humana con Pauly Shore y chistes de pedos que no te parecían graciosos cuando tenías once. Pero a diferencia de Biodomo, la Biosfera si existió.

Flickr: Imagen

Si naciste después de 1980, seguro asocias la idea de una biosfera humana con Pauly Shore y chistes de pedos que no te parecían graciosos cuando tenías once. Pero a diferencia de Biodomo, la Biosfera si existió. Y fue casi tan desastrosa como la película.

En 1991, un petrolero multimillonario de nombre Ed Bass, temiendo la llegada del apocalipsis, invirtió 150 millones de dólares para construir la Biosfera 2, un edificio de vidrio y acero que abarcaba tres hectáreas. Este hábitat, completamente aislado, incluía cinco biodomos diferentes, y estaba diseñado para utilizarse en otros planetas y poder establecer nuevas colonias en otros mundos.

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El nuevo documental del New York Times sobre la Biosfera 2 narra la historia de este ambicioso intento por construir una estación espacial autosustentable en el desierto de Arizona. Por extraño que suene, este plan resultó en uno de los fracasos más grandes en la historia de la ciencia y uno de los avances más inesperados.

La estructura fue construida por Peter Pearce, un viejo conocido del famoso Buckminister Fuller, el futurista que patentó el domo geodésico. Ese diseño emblemático está presente en toda la Biosfera 2, y que le da un aspecto al edificio de estación espacial de los ochenta.

Supuestamente, los investigadores tendrían que cosechar, comer y sobrevivir en este hangar completamente aislado; los hábitats en este lugar debían ser capaces de reciclar el aire y el CO2 y mantener un clima adecuado para la vida humana.

Era el “sistema cerrado” más grande jamás construido, y lo sigue siendo hoy en día. Sus cinco hábitats eran los siguientes:

Océano con arrecife de coral

·       Manglares pantanosos

·       Selva tropical

·       Sabana

·       Desierto templado

Pero los ocho "biosferinautas" que entraron a la biosfera, acompañados de una cobertura mediática frenética, pronto empezaron a vivir las penurias del experimento. Jane Poynter, uno de los miembros más prominentes, se cortó la punta del dedo y tuvo que salir para recibir atención médica. Regresó con dos bolsas misteriosas, que según los críticos estaban repletas de suministros.

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Imagen: Flickr

Además, no podían cosechar suficientes alimentos para comer; tuvieron que recurrir a la comida importada. Después se reveló que sólo unos cuantos de los biosferinautas tenían conocimientos científicos. Y después salió a la luz que había filtros de carbón para regular todo el lugar, lo que negaba todo el punto del experimento.

Pero todo eso quedaba opacado por las peleas personales entres los investigadores y amigos del domo. The Independent reportó:

Al final de los dos años, las chispas comenzaron a volar cuando dos de los miembros originales, Abigail Alling y Mark van Thillo, un científico belga, fueron acusados de sabotear el domo de vidrio y acero.

La señorita Alling desapreció del radar durante algún tiempo, y su madre, Gail, aseguraba que había sido controlada mentalmente. “La gente que ha salido son miembros de un culto”.

Otros dos biosferinautas, incluidos un científico británico, Jayne Poynter, demandaron por pagos retroactivos y un bonus de alrededor de diez mil dólares, y el Sr. Bass envió agente federales a tomar la propiedad.

Era como un reality show de ciencia ficción: el grupo se dividió y empezaron los problemas, se formaron facciones, y mientras tanto seguían tratando de recolectar información sobre la experiencia de vivir en una burbuja de vidrio gigante; todo bajo el techo de la colonia espacial más grande sobre la Tierra. La cobertura mediática en torno al controversial proyecto alcanzó la cima por esas fechas, 1993, y la gran mayoría tachó todo el asunto de estafa.

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Pero la Biosfera 2 resultó ser más que un chiste en una película de pachecos.

Luego de su misión fallida, se convirtió en el laboratorio de ciencias de la tierra más grande del mundo. Cuando murió la conmoción en torno al lugar, los científicos transforman esta impresionante estructura para aprovechar este masivo ecosistema cuyo clima podían controlar. Desde 1996, 150 artículos científicos han sido publicados con base en investigaciones realizadas en la Biosfera 2.

Ahora, el instituto de ciencias de la tierra de la Universidad de Arizona dirige un programa multimillonaria para aprovechar la biosfera. Lo llaman B2, y explican sus ventajas del siguiente modo: "Biosfera 2 permite controlar variables ambientales incluso a una gran escala, como ocurre con los distintos biomos representados bajo el vidrio… Por lo tanto, la Biosfera 2 tiene el potencial para contribuir de manera única al entendimiento de los sistemas terrestres y su respuesta al cambio climático”.

Los artículos publicados el último año abarcan temas como la sensibilidad térmica de la sequía lleva a una mayor mortalidad en los árboles, el papel de los ecosistemas cerrados en los modelos de carbono, y la eficiencia de paneles solares en proyectos de recuperación de tierras. Ah sí, y la Biosfera 2 jugó un papel fundamental en el entendimiento del vínculo entre el aumento en los niveles de carbono, la acidificación del océano y el cambio climático.

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ImagenFlickr

La Biosfera 2 ha llevado a grandes avances científicos en el mundo real; sólo no en el área que sus fundadores pretendían. Pero ese suele ser el caso con la ciencia, aunque la narrativa no siempre sea tan grandiosa. Todavía no sabemos si ocho personas podrían vivir durante años en un biodomo autosustentable (aunque estamos seguros que no pueden hacerlo en éste) pero tenemos un mejor entendimiento del calentamiento global y la acidificación de los océanos porque intentamos averiguarlo.

En ese sentido, quizá sea mejor pensar en la Biosfera 2 no tanto como un experimento científico, sino como una impresionante pieza de ciencia ficción. La idea fue una apuesta atrevida por tratar de imaginar el futuro después de la Tierra. Muchos de los parámetros fueron altamente arbitrarios, y todo estaba basado más en un “¿qué pasaría si…?” que en una hipótesis. La Gran Idea llegó primero, dispersada y refractada por todos lados, y ese útil subproducto fue su final feliz.

Es un ciclo que hemos visto muchas veces (aunque por lo general se manifiesta de manera menos noticiosa). Y para ser honesto, eso que empuja el ciclo es una de las mejores tendencias de la raza humana. Recolectamos los escombros de sueños futuristas pasados (en este caso, domos geodésicos, naves espaciales y pirámides de vidrio), y los reorganizamos para seguir adelante en busca de nuestro siguiente épico acto de imprudencia.