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deportes

Probé el programa de entrenamiento de Vladimir Putin durante una semana

You only get out what you Putin.
Photo by Olly Day

Foto por Olly Day

No voy a mentir: soy perezosa. Soy vaga y me gusta comer y ninguna dieta me sirve porque soy demasiado perezosa como para hacer ejercicio y demasiado glotona como para dejar de comer. Juro que lo he intentado: he pasado por todos los entrenamientos imaginables y he probado todas las dietas milagrosa que se han cruzado por mi camino. ("Es muy fácil, de verdad: licúa un repollo y tómate medio litro del jugo cada 40 minutos. Luego pasa los próximos 20 minutos quitándole la cáscara a las uvas con los dientes".)

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O al menos pensé que lo había hecho, hasta que encontré un video que tenía el potencial de cambiarme la vida. En el video salen Vladimir Putin y Dmitry Medvedev, Presidente y Primer Ministro de Rusia respectivamente, haciendo ejercicio juntos. Levantan pesas, uno dirige al otro, comen carne al desayuno y, en general, se comportan como auténticos machos alfa.

Debido al tremendo éxito que tuvo el video en todo el mundo, el régimen de ejercicio de Putin se ha convertido en un fenómeno. Abrieron una cuenta de Instagram en su honor —"Putinspiration"— y varias revistas para hombres publicaron artículos desmigando cada detalle, desde la efectividad de la rutina de pesas de Putin hasta el equipo ridículamente caro que tenía puesto mientras hacía ejercicio.

Después de haber probado mi cuota de videos optimistas de ejercicio en los últimos años con poco o ningún éxito, pensé en darle una oportunidad a la rutina de Putin por una semana. Estaba lista para una experiencia completamente triste de trabajo duro y de inexpresión facial. Sin música. Sin ambiente. Sólo entrenamiento hardcore superintensivo y carne.

Foto por Olly Day

LUNES

No me gusta andar en topless en público, así que no pude hacer la rutina sin camiseta como a veces lo hace Putin. Opté por ponerme la pinta casual de 'camiseta blanca metida dentro de pantalones grises de sudadera' que el Presidente modela en el video.

Por lo que se deduce de la grabación, "la rutina Putin" consiste básicamente en levantar pesas durante un periodo de tiempo prolongado, mostrándose completamente inexpresivo. Y eso fue lo que hice, hasta que las venas de mi frente comenzaron a brotarse y sentí el corazón latiéndome en los oídos.

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Cuando llegué a mi casa, como en el video, me comí un pedazo de carne. Al principio dejé el nervio que atravesaba el filete, pero luego pensé que sería mejor comérmelo, porque seguramente es lo que Putin haría: gobernar Rusia por más tiempo que Yeltsin, aprobar políticas extremadamente homófobas y no dejar que se eche a perder ni un gramo de comida.

La carne medio masticada se me quedó atascada en la garganta durante un buen par de horas.

Foto por Daniel Lewis

MARTES

Después del gimnasio, me tomé la mañana libre para ir a montar a caballo. Había visto muchas imágenes de Putin montando, así que supuse que era la forma en que el Presidente cubría la parte de cardio. Mientras me dirigía a los establos, tuve la sensación de estar un poco fuera de lugar. No era el tipo de sitio al que uno va con pantalones de sudadera.

La parte de montar a caballo estuvo bien; muy bien para los muslos y fatal para los genitales. Durante un momento me pregunté cómo Putin lidiaba con eso, pero enseguida recordé que aquel hombre se había forjado su reputación siendo duro como el hierro (y, claro está, dirigiendo un país que ocupa una octava parte de la superficie del planeta), así que no tendría mucho tiempo para preocuparse por unos cuantos moretones en los testículos.

Y de nuevo, carne para la cena.

MIÉRCOLES

El miércoles por la noche tomé un bus para ir a una clase de judo, otro de los pasatiempos que se sabe disfruta Putin. En el camino compré un poco de helado de pistacho —aparentemente es uno de los favoritos del Presidente—, un cambio que mi paladar agradeció después de tanta carne.

Cuando llegué a la clase, el Sensei Dave me dio la bienvenida. Era un tipo de aspecto duro y que de algún modo resultaba escandaloso y tranquilo a la vez. Me pusieron en pareja con su ayudante, el único otro adulto en una clase de judo para menores de 10 años. Yo había visto "Vamos a aprender Judo con Vladimir Putin" (sip) en el bus así que estaba mentalmente preparada, pero sentía mi cuerpo enfermo. Había comido tanto helado de pistacho que casi me muero simplemente con el esfuerzo de ponerme mi pinta de ejercicio estilo Putin.

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"¿Debería meterme la camiseta?" pregunté jadeando. "No", ladró Dave con calma. Tengo que reconocerlo: el hombre no se andaba con estupideces. Respetaba los deseos del sensei Dave más que cualquier otra cosa en el mundo porque el tipo me causaba pavor. Tenía músculos en el cuello que ni siquiera sabía que existían.

Entonces empezó la vomitera. El helado de pistacho se me estaba revolviendo en el estómago y empezaba a subir con rapidez. Entré en pánico. ¿Era posible vomitar sobre un grupo de niños y salir de aquella situación como la víctima? Probablemente no. Por suerte, la clase terminó al poco rato.

Viendo los bultos que sobresalían de los brazos y el cuello del sensei Dave, entendí por qué a Putin le gustaba tanto el judo. Te pones cuadrado y seguramente puede ser muy útil por si Hollande u Obama se ponen violentos en una asamblea general de la ONU.

JUEVES

El jueves por la mañana, como el resto de mañanas desde el lunes, fui al gimnasio para mi sesión diaria de tortura muscular. Una vez más, estuve entrenando hasta que mis brazos dijeron basta y luego me arrastré hasta casa para desayunarme un pedazo de carne.

A esas alturas, estaba en condiciones de decir que lo de la carne era quizás la parte más dura de la experiencia. Hay que tener en cuenta que estaba poniendo en práctica la versión barata del "programa Putin", y la carne que compraba era un poco, digamos, difícil de comer. Además, recuerdo haber leído en algún sitio que comer mucha carne roja no es muy beneficioso si eres propenso a desarrollar cáncer de estómago. Desesperada por encontrar una alternativa, encontré una página muy extraoficial sobre Vlad en la que aseguraban que el Presidente tenía debilidad por la merluza negra.

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Busqué "merluza negra" en Google. Ni siquiera tenía idea de si era legal comérsela. Mi pescadero de confianza tampoco había oído hablar de ella, pese a que le repetí el nombre alzando la voz y hablando muy despacito, como si fuera una turista.

Así que de vuelta a la carne.

VIERNES

Viernes, también conocido como el "día de piernas" para aquellos que asocian los días de la semana a las distintas partes del cuerpo. Pero no para mí, porque en mi caso era "viernes de brazos", el quinto día de brazos, para ser exactos. Mis bíceps me odiaban. Quíntuple machacada a mis bíceps. Ya estaba mamada. Enferma.

Mis brazos habían dejado de cumplir su función normal en la vida diaria. Hubo un momento de la tarde en que tuve verdaderas dificultades para levantar un esfero en una reunión y todo el mundo se dio cuenta.

SÁBADO

En cuanto me sumergí en el lago de Hampstead Heath, se escapó de mis pulmones todo el aliento que tenía y no lo recuperé hasta que no me descongelé por completo en el pasto, una media hora después. No había nadie excepto otra mujer que nadaba serenamente en el agua turbia, haciéndome sentir como una niñita quejumbrosa. "¡Uy, pero si tenemos el mismo vestido de baño!", me dijo entre brazadas. Pero no pude responder… Estaba sacudiendo los brazos concentrada y tratando de recuperar el aliento. Como demuestra la fotografía que ahora cuelga en la pared de mi cuarto, junto a mi cama, el estilo favorito de Putin es mariposa. Al fin y al cabo, es el más complicado —y, por tanto, el más alfa— de todos. También es lo peor que puedes hacer cuando tus brazos no responden porque has decidido destrozártelos hasta convertirlos en ramitas inútiles y sin vida. Estando tan débil, no hay forma de intentar nadar en mariposa sin que parezca que te estás ahogando.

DOMINGO

En el video Putin le da a Dmitry Medvedev una palmadita alentadora en la espalda. Así que para mi último día de brazos (probablemente por el resto de mi vida) caminé por la sección de pesas como una acosadora sexual demente, tratando encontrar a un tipo sudoroso para palmearlo.

"¡Buen trabajo!", dije en voz alta. Nadie pareció escucharme.

La semana estuvo llena de altibajos, pero sobre todo hubo bajos. El entrenamiento de Putin es un entrenamiento implacable y poco gratificante. Mis bíceps sólo crecieron 2 milímetros en los siete días. Patético. Y, a decir verdad, no creo que esos dos milímetros fueran de músculo. Tiene más sentido que fuera grasa acumulada por todo el helado y la carne que me había zampado. Además, resulta que, por esa misma razón, mi peso corporal no cambió en lo más mínimo.

A veces uno tiene que aceptar que su cuerpo no está hecho para ciertas actividades. Por ejemplo, ha sido toda una semana de brazos, y todavía no puedo hacer una flexión de brazos. Si alguna vez mi artículo acaba en algún foro de culturismo, estoy segura de que recibiré un montón de consejos y críticas por haber estado haciendo mal los ejercicios, pero no me importa.