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Cultură

Moby fotografía a la primera secta postapocalíptica

"Si hubiera sido un poco más ambicioso, quizá habría encontrado la forma de reinventarme como líder de una secta, aunque no creo que sería uno bueno".

La mudanza de su casa en Nueva York a un castillo de Hollywood Hills construido en 1927 fue para Moby una fuente de inspiración para crear un álbum y una serie de fotografías, obras que se complementan para ofrecer dos caras muy distintas de Los Ángeles. El disco, Innocents, se publicó el pasado octubre y el día 21 de este mes se inauguró en la Project Gallery de Hollywood la exposición de fotografías que lo acompañan. Cuando recibí un correo del agente de prensa de Moby preguntando si en VICE estaríamos interesados en cubrir el evento, no dejé pasar la oportunidad de hablar con el autor de la obra sobre las diferencias entre el arte y la música, la subjetividad de los símbolos y sobre la forma en que él se imagina la primera secta postapocalíptica del mundo.

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VICE: Hola, ¿Moby?
Moby: Sí, soy yo.

¡Bien! Pues vamos a empezar. ¿Qué ofrece la fotografía como medio que no pueda ofrecer la música?
En muchos aspectos, es como si la fotografía y la música no tuvieran nada que ver la una con la otra. La música sucede en el tiempo y con la fotografía, el tiempo que un espectador pasa mirándola depende enteramente de él.

Sí, la fotografía es en cierta forma atemporal, ¿qué te llevó a utilizar este formato como medio de expresión?
Comencé a hacer fotos cuando tenía 10 años. Mi tío fue fotógrafo del New York Times y me regaló su viejo equipo fotográfico de segunda mano. La primera cámara que me dio era una Nikon F que había estado en Vietnam. Crecí rodeado de un grupo de artistas visuales, mi madre pintaba y otro tío era escultor.

En parte, para mí la fotografía representa una extraña descontextualización de significadores semióticos. No se puede decir esto sin sonar como un pretencioso estudiante de posgrado, pero es así.

Bueno, son palabras muy específicas.
En esencia, a nivel molecular, la música es solo eso, moléculas de aire que golpean el oído de forma algo distinta. Pero con ella puedes hacer que alguien llore o ría, baile, se corte el cabello o cambie de opinión con respecto a algo. La fotografía es luz reflejada y refractada de una forma algo distinta, y aun así provoca reacciones profundamente emocionales en la gente. Una foto es un trozo de papel con píxeles, pero es capaz de comunicar mucho.

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¿Crees que la fotografía tiene tanto poder como la música?
Es algo colectivo, a veces todos estamos de acuerdo sobre el poder que transmite una imagen. Naturalmente, yo soy humano y también reacciono a las cosas. Si veo una foto de un monje vietnamita que se ha quemado a lo bonzo, por supuesto que mi reacción será visceral. Luego doy un paso atrás y me pregunto a qué estoy reaccionando exactamente, ya que simplemente estoy mirando un trozo de papel. Me fascina el modo en que la creación de una imagen te afecta emocionalmente y la forma en que esa imagen impresa afecta a los demás. En el fondo, me hubiera gustado ir a Brown a estudiar semiótica.

Me interesa mucho la relación entre los significados de una imagen: tomar elementos convencionales, de fácil comprensión y los comparas y contrastas a la vez. Una de las fotos de la exposición muestra una persona en un supermercado, envuelta en una sábana, con una máscara de mono. Aquí se toma algo absolutamente banal, que todos hemos vivido, como es un supermercado y se introduce una variable desconcertante. Es muy sencillo —una máscara, una sábana y una figura humana— y plantea de inmediato una serie de preguntas. ¿Es intencionado? ¿Resulta amenazante? ¿Cómico? ¿Qué representa? Para mí, esa es la parte más interesante de la fotografía.

Al ser un punto fijo en el tiempo, la fotografía tiene el potencial de ser más ambigua.
Me encanta que el arte tenga esa esencia de ambigüedad. Siento resentimiento hacia los artistas que intentan dirigirme hacia sus conclusiones. Cuando veo la foto de un niño hambriento en una cuna en Bangladesh, me alegro porque hubo un fotoperiodista ahí para retratar la injusticia, pero creo que hace un esfuerzo desmesurado por dirigirme hacia esa conclusión. En cierto modo resulta pedante. Prefiero enfrentarme a cosas ambiguas y llegar (o no) a mis propias conclusiones.

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Tu última serie de fotos, Destroyed, era más documental. Las hiciste a medida que pasaba tu vida. Ahora parece que las imágenes que creas están más espaciadas.
Eso espero. Voy a decir una obviedad: vivimos en un mundo muy extraño. Hay muchos buenos fotógrafos cuyo trabajo consiste en plasmar la extrañeza del mundo en que vivimos. A mí también me gusta hacer eso, pero creo que hay algo realmente satisfactorio en poder construir tus propias imágenes y discursos. Quizá es porque no sé hacer películas, no tengo talento como director. En cambio, sí sé hacer fotos. Así que éste es mi intento malo e indefinido de ser un cineasta. Es como crear una historia con 12 imágenes estáticas.

¿Cómo ves la relación entre las fotografías y el álbum?
De algún modo ambos son producto de mi mudanza a Los Ángeles, aunque representan caras muy distintas de la ciudad. La música del disco es cautivadora y, en su mayor parte, desprende dulzura. No una dulzura empalagosa —espero—, sino cierta delicadeza. El arte, en cambio, posee una extrañeza desconcertante.

Para mí, Los Ángeles tiene un poco de ambas cosas: por un lado es muy hogareña y a la vez resulta desconcertante y extraña. En Silver Lake hay gente que vive en casas estilo Craftman y luego están el lago Salton, Joshua Tree y los varios miles de hectáreas de desierto en los que no es posible la vida humana.

Las fotos son muy escalofriantes.

Las máscaras asustan a mucha gente, pero en esencia son neutrales. Son solo trozos de plástico moldeado. Mi intención es provocar una reacción en la gente que las vea y que incluso se pregunten cuál es el origen de esa reacción.

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Dejé de beber hace 5 años, pero en 2004 reuní a todos mis amigos para ver los resultados de las elecciones. Todos habíamos trabajado en la campaña de Kerry, por lo que al conocer los resultados, me emborraché y me drogué mucho. Estaba sentado frente al televisor y mis amigos estaban llorando de frustración porque Bush había vuelto a ganar. Tuve una revelación en la que estábamos ahí sentados, destrozados emocionalmente porque esa caja de vidrio y píxeles se estaba comportando de una forma ligeramente distinta a como lo haría si estuviera apagada. Al fin y al cabo es solo una caja de metal y vidrio por la que pasa la electricidad.

Lo siniestro de las imágenes se debe, en parte, a la vinculación que has establecido entre ellas y las sectas religiosas, con las sábanas y las máscaras.
Me compré este viejo castillo de 1927 en Hollywood Hills. Si hubiera sido un poco más ambicioso, quizá habría encontrado la forma de reinventarme como líder de una secta. Pero no quiero ser líder de una secta ni creo que sería uno bueno. Si hubiera tenido una infancia terrible y estuviera un poco más desequilibrado emocionalmente, habría utilizado mi castillo como centro de operaciones de una secta.

Históricamente, la mayoría de las sectas han sido preapocalípticas. En todas creen que el apocalipsis está a punto de llegar y que sus líderes han encontrado una forma de protegerlos. El concepto de la exposición Innocents es que el apocalipsis ya ocurrió y que ésta es la primera secta postapocalíptica del mundo.

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Las sectas dicen mucho de nosotros como especie: nuestra necesidad de pertenecer a un grupo, de relacionarnos con otros humanos y la absoluta voluntad de ceder la autoridad a prácticamente cualquiera que esté dispuesto a asumirla. En retrospectiva, hay cierta inocencia, una extraña desorientación en muchas sectas. Toda esa gente amable y bien intencionada se reúne, se pone ropa extraña y reivindican una creencia común, convencidos de tener acceso a una verdad oculta al resto del mundo. Hay algo entrañable en eso. No cuando se suicidan o matan a otros, claro.

¿Eso no ocurriría en tu secta?
¡Esa es la razón por la que sería un líder pésimo! Probablemente dejaría a la gente hacer lo que quisiera.

La serie de fotografías de Moby, Innocents, estarán en exposición desde el 21 de febrero hasta el 30 de marzo de 2014 en la Project Gallery de Hollywood, CA.

@matte_mag