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deportes

Un día con los herederos de la escuela de Messi

"Fue lindo todo lo que viví acá. Nunca olvidaré a Malvinas ni a mis compañeros. Huevo, garra y corazón".

Rosario, Argentina.

Las manecillas del reloj están al borde de cuadrarse en las tres de la tarde y un batallón de muchachos se agolpan con puntualidad británica a la entrada del predio (el centro de entrenamiento) que el Club Atlético Newell's Old Boys tiene en pleno centro de Rosario, entre Zeballos esquina con Vera Mujica. No falta ni los audífonos. Lógico. Para este centenar de veteranos de la escuela de fútbol infantil Malvinas Argentinas se trata de un día muy especial.

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Superado con nota el lustro de ciclo formativo, la última hornada de alumnos del semillero 'leproso', el mismo del que un día partió hacia la gloria el mejor futbolista del planeta, se pone en marcha rumbo al Parque Independencia para disfrutar del apetitoso menú con el que la entidad rojinegra agasaja a sus precoces peloteros tras haber puesto un broche brillante a esa etapa iniciática de aprendizaje: una visita guiada por todas las dependencias del estadio Marcelo Bielsa, que culminará con su firma en el libro de oro de Malvinas, una especie de Santo Grial de la escuelita que en su primera página recoge la dedicatoria de Lionel Messi, su más egregio discípulo.

Arropados por sus técnicos y los pocos padres que han podido escaparse del trabajo, la última camada de herederos del crack azulgrana desfilan con gesto medio embobado ante el mural que ejerce de veloz memoria cronológica de la entidad fundada en 1903 por el súbdito inglés Isaac Newell. Sorprende que la mayoría de ellos salen airosos del trivial en código rojinegro que les plantea Cecilia, la responsable de explicarles todos los entresijos que esconde el coliseo leproso.

"Desde que ingresan en nuestra escuela se les empapa de la historia del club, para que sepan de dónde venimos y lo que somos. Es muy importante generar en los chicos un clima de pertenencia al equipo e identidad con el escudo y los colores negro y rojo", explica Marcelo Belluschi, uno de los 25 entrenadores con que cuenta la escuela de Malvinas.

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Formado también en las categorías inferiores de "Ñuls", y hermano de Fernando, ídolo del equipo campeón del Apertura 2004 bajo la batuta del Tolo Gallego, Marcelo acaba de completar su primer curso en la escuela infantil, motivo por el cual los jóvenes le pedirán que pase por la sala de prensa y cuente en voz alta cómo se ha sentido volviendo al pasado.

Si de algo presume esta mastodóntica factoría de talentos con 1.100 alumnos repartidos en 58 equipos, es del ambiente familiar con el que se gestiona cada detalle. No hay un solo preparador que no haya sido cocinero antes que fraile en el predio de Zeballos, como tampoco hay una sola mamá que no integre por activa o por pasiva la llamada Subcomisión de madres de Malvinas, responsable de la organización y coordinación de todos los eventos de la escuelita, como esta visita guiada, los desfiles en el Parque Independencia, las actividades culturales, los viajes para animar a los chicos, las ceremonias de entrega de trofeos…

Es muy importante generar en los chicos un clima de pertenencia al equipo e identidad con el escudo

Tal vez por eso la gran familia de La Lepra (llamada así despectivamente por los hinchas de Rosario Central ––Los Canallas–– después que éstos se negaran a disputar un clásico para ayudar económicamente a una leprosería rosarina a principios del siglo XX) lleva a gala ser el único club del mundo en haber ganado un título liguero (el de 1988) con un plantel integrado únicamente por jugadores y técnicos forjados en las divisiones inferiores de Newell's. "Eso habla muy bien de la calidad del trabajo de base que se lleva haciendo en este equipo desde hace casi cuatro décadas, cuando arrancó el proyecto de Malvinas", apunta Ariel Cozzoni, ex gloria rojinegra y actualmente coordinador del fútbol infantil.

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Conceptos tales como solidaridad, compromiso, respeto, educación o humildad acompañan inexorablemente a la pelota durante las sesiones de entrenamiento en el centro de producción de futbolistas de Newell's. Trabajar la técnica individual, la coordinación motriz y el aspecto físico constituye el centro de gravedad de la labor de los técnicos, pero sin olvidar nunca la vertiente social del deporte, el factor humano. "Son máximas que tenemos en la escuela.

Preparamos el capital futuro de la institución, pero con la conciencia de que el camino es largo y de que no se deben quemar etapas. A estas edades, el niño debe disfrutar ante todo del juego y aprender bien los conceptos básicos para que los alumnos que pasen luego a Bella Vista (el centro deportivo para los juveniles) estén en disposición de prepararse para llegar, si su progresión es la adecuada, a ser futbolistas profesionales", sentencia el 'jefe' de la joven manada rojinegra.

No es de extrañar, visto lo visto, que los Messi eligieran Malvinas para comenzar a pulir los lingotes de talento que el pequeño Leo ya dejaba escapar de su pie izquierdo en Grandoli, el diminuto club barrial donde dio sus primeros puntapiés siendo un microbio de apenas cinco años.

Ese perfil bajo y humilde, no exento de competitividad que inculca Newell's a sus canteranos, resultó determinante para que el quíntuple Balón de Oro marcara un antes y un después en la historia del fútbol base leproso. "Agarraba la pelota y hacía todo solo. Generaba un fútbol brillante, pese al físico que tenía. Cuando encaraba no lo frenaba nadie. Es más, la acción acababa en gol seguro", rememora Adrián Coria, uno de los técnicos que tuvo el privilegio de guiar los pasos de Messi en Malvinas. "Sus papás lo traían un par de tardes por semana a entrenar, y luego jugaba los fines de semana. Primero en fútbol 7 y después en fútbol 11, igual que ahora".

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Sentados en las cómodas butacas de la 'Visera' Gerardo Tata Martino, mientras observan extasiados el silencioso manto verde, los herederos de Messi alucinan cuando Cecilia les tira un dato que habla por sí solo de lo que ya era la 'Pulga' cuando tenía su misma edad: "En el mismo tiempo que ustedes han pasado en la escuela, Leo convirtió 234 goles. Es, como podéis imaginar, el récord absoluto de todo el fútbol infantil rosarino. Igual que ahora también lo es de la Liga española".

La ferviente admiración por el más ilustre de los alumnos de Malvinas no es, sin embargo, compartida por el centenar de pibes. "Gambetea muy bien, pero la pisa mucho, es demasiado 'comilón' (que no suelta la pelota). Mi modelo es Maxi Rodríguez, que también va por la derecha pero juega más para el equipo, como yo". La atrevida aseveración corresponde a Mirko Martínez, un extremo diestro de apenas 12 primaveras. Lucas Castillo, el ala izquierdo del equipo de la Liga rosarina, la misma categoría y el mismo torneo en el que Messi la descosió partido a partido, da la razón a su compañero. "Es muy rápido y lleva la pelota siempre pegadita al pie, pero gambetea demasiado. ¡Es un 'comilón'!".

Agarraba la pelota y hacía todo solo. Generaba un fútbol brillante, pese al físico que tenía.

Camino a los vestuarios, la muchachada atraviesa el largo túnel que conecta al otro extremo con el ruedo rojinegro sin perder detalle de las fotos tamaño póster de quienes dieron lustre a las siete estrellas que adornan el palmarés de Newell's: Roberto Sensini, Lucas Bernardi (hoy técnico del primer equipo), Sebastián Domínguez, Diego Mateo, Mauro y Lautaro Formica, Fernando Belluschi, Leonardo Ponzio, Mauricio Pocchetino, Eduardo Berizzo, Marito Zanabria, Cristian Domizzi, Ezequiel Garay, Damián Manso, Mauro Rosales, Gastón Sauro, Ignacio Scocco, Gabi Heinze, Maxi Rodríguez, Diego y Fernando Crosa…

El ingreso en el santuario de las estrellas leprosas provoca un revuelo que por momentos resulta incontrolable para guías, padres y entrenadores. Flashazos, correrías y gritos inoculan los esfuerzos de los mayores por dominar la rebelión de renacuajos.

De nuevo, es Cecilia con sus hábiles dotes de psicóloga la que logra poner freno al ímpetu de los muchachos mentando el término mágico. "Ahora les pido que piensen qué van a escribir en el libro de la escuela. No olviden que fue Messi quien lo estrenó, así que el mensaje que dejen debe estar a la altura del mejor del mundo". Les recuerda que el atacante del Barça siempre los tiene presentes, como demuestra el hecho de haber donado una importante cantidad de plata en 2008 para lavarle la cara al predio donde se han ejercitado los cinco últimos años cuando el club entró en barrena tras el desfalco realizado por el presidente saliente Eduardo López.

El acto final del emocionante recorrido por las entrañas de Newell's sitúa a estos jóvenes aprendices de artistas de la redonda frente a su peor trance: expresar en un par de frases lo que ha significado para ellos jugar en Malvinas. "Fue lindo todo lo que viví acá. Nunca olvidaré a Malvinas ni a mis compañeros. Huevo, garra y corazón", escribe el arquero Agustín González a modo de despedida.

El zaguero Jeremías Sánchez 'fusila' lo del huevo, la garra y el corazón, a la sazón de la hinchada de Newell's, lo mismo que otros 70 compañeros carentes de imaginación hasta que le llega el turno a Lautaro Parada, el último de la fila. El puntero izquierdo revisa previamente el comentario de su ídolo y referente y dispara con osadía. "De Malvinas salió el mejor jugador de la historia. Ojalá pueda seguir tu camino, Leo". ¿Un nuevo proyecto messiánico? Sólo el tiempo lo dirá.