"Breve historia de amor", un cuento escrito por Doris Suárez desde una cárcel colombiana

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"Breve historia de amor", un cuento escrito por Doris Suárez desde una cárcel colombiana

La Red de Escritura Creativa y el Ministerio de Cultura, lanzaron el miércoles 18 de noviembre el libro "Fugas de Tinta 7", una recopilación de cuentos, crónicas y testimonios escritos por más de 50 internos de 16 establecimientos carcelarios.

A lo largo de 2014, como en los seis años anteriores, se realizaron en 16 centros carcelario de Colombia los talleres "Libertad bajo palabra", que nacieron por iniciativa de las reclusas del Buen Pastor, de Cali, cuando vieron en 2005 al escritor José Zuleta leyendo sus poemas. Ellas se le acercaron para decirle que estaban interesadas en escribir y él les dijo que bueno. Poco a poco, esta iniciativa pequeña recibió el apoyo de la Red de Escritura Creativa, Relata, así como del Ministerio de Cultura y el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario. Los libros, que salen como resultado de los talleres, llegan a su séptima edición.

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Miguel Antonio Ramírez, licenciado en literatura, mágister en lingüística y español, dicta las clases en la cárcel de alta seguridad (para hombres y mujeres) Cojam, de Jamundí, Valle del Cauca, enseñando durante dos horas a la semana a escribir crónicas y ficción, para luego seleccionar las mejores historias de sus alumnos y enviarlas a Bogotá. En esos talleres conoció a Doris Suárez; sabe poco de su vida personal, pero mucho de su talento literario: ella se encarga de revisar los patios de la prisión en búsqueda de mujeres a quienes les guste la lectura y la escritura. Según Ramírez, cuando le hablamos por teléfono desde las oficinas de VICE, ella tiene "calidad de escritora".

Doris ganó este año el tercer lugar, categoría especial, del X Festival Internacional de Poesía de Cali.

Acá está uno de sus cuentos para el libro Fugas de Tinta 7, lanzado el 18 de noviembre de este año.

Breve historia de amor

Un prisionero envía un mensaje: busca una mujer seria y comprensiva que acompañe sus soledades y le haga menos gravoso el cautiverio. No le importa su físico ni su edad, mucho menos su condición social. Lo único que pide es que sea tierna y sincera, con las mismas necesidades que él posee de amar y ser amado.

Isabel, quien también está detenida, se conmueve y le responde. Se escriben e incluyen sus descripciones, hablan sobre sus ilusiones, amores y despechos. Se identifican y reconocen. Luego pasan a enviarse dibujitos tiernos —algo infantil, es cierto—, cuidadosamente coloreados. Una primera manifestación en la que, con frases hechas, se ilusionan creyéndose representados.

Poco después fluyen las palabras cariñosas espontáneamente. Los deseos se insinúan tímidos, luego se arriesgan y se desbordan hasta el sobre. Transcurren los meses y las cartas van y vienen, siempre amorosas, esperanzadas.

Cada vez más pobladas de lujuria matizada con corazones gigantes, ositos, ratoncitos y cuanta figurilla romántica encontraban. Era un desborde de pasión que parecía siempre poco para expresar sus sentimientos. Contradicen las normas internas de la Penitenciaria y pegan las cartas ilustradas en las paredes de la celda. Cada noche suspiran al ver esas pruebas de su amor y piensan en lo afortunados que son por haberse encontrado. No pueden comprender cómo dos almas gemelas han podido sobrevivir tanto tiempo separadas. El amor crece y con él los deseos de encontrarse y decirse con la piel lo que no pueden con las palabras.

Finalmente superan todos los trámites burocráticos y consiguen la autorización de la cárcel para tener una hora de visita íntima.

Después del primer encuentro, ambos callan y piensan que quizás hubiese sido mejor quedarse en el sobre.