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Música

¿Puede realmente reflejarse la cultura club en el arte contemporáneo?

Trazando la relación entre el arte contemporáneo y la cultura club.

Entiende esto: El mundo del arte y las tierras del club tienen mucho en común. Ambas operan bajo capas de conocimiento asumido. Ambas están llenas de idiotas y ocasionalmente, de forma crucial, ambos son ejercicios para ganar dinero enmascarados como exploraciones culturales. Así que no es sorprendente que ocasionalmente, los galeristas se metan en pocilgas y nosotros nos paremos nerviosamente en la esquina de un sitio sólo por tragos gratis en una inauguración privada preguntándonos que tanto nos podemos meter antes de que la gente se de cuenta que no deberíamos estar ahí.

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A pesar de sus similitudes no son exactamente los perfectos compañeros de cama. La galería es, de un modo, el dicotómico opuesto del club nocturno. Las galerías son silenciosos espacios de contemplación interna privada, cuartos blancos dónde un sentido auto-consciente de mantos reverencia todo. Vas a una galería para mirar, examinar y pensar. Un club nocturno, tradicionalmente, es un espacio de excesos sin limites, una zona despersonalizada donde la realidad de lo real está subsumida por las fantasias de las irrealidades de la noche. Uno existe para congelar la vida, el otro para celebrarla.

Las cosas sin embargo, como sucede en la vida, de vez en cuando se entrelazan. El arte entra al club y el club termina los muros para el mundo del arte. Tan sólo esta semana se dio a conocer que Daniel Avery, en un movimiento financiado por una productor de audífonos danes, ha grabado una nueva, "Decision 2", como respuesta directa a la exhibición del artista belga Carsten Höller, Decision, que se esta presentando en estos momentos en la Hayward Gallery de Londres. Cómo la pequeña pieza de ambient de Avery se relaciona con Decision es algo más allá de nosotros, pero es un ejemplo claro de artistas trabajando alrededor del arte contemporáneo. La siguiente semana será el comienzo de Music for Museums, una temporada completa de eventos en la Whitechapel Galleru, que tiene como objetivo "explorar la intersección entre arte visual y música experimental," lo cual, admitámoslo, suena como una articulo de Wire, pero con personas como Carsten Nicolai, Florian Hecker y Mark Fell, lo cual nos tendrá rascando la barbilla de alegría.

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Dada la idea de que al arte debería existir como una figurativa forma de representación primariamente funcional, la idea, simplemente, de que las obras de arte deberían reflejar la realidad en una forma lo más real posible, fue arrojada en una zanja aproximadamente en 1950, no es de sorprender que nuestras galerías y museos no goteen con retratos de grotescas caras de ravers. Quiero decir, en realidad, es un poco rara pues el arte siempre ha sido una democrática forma de expresión que, en teoría, sirve para documentar tanto como sea posible de la existencia humana, pero aún así, permanece el punto: las artes tradicionales (pintura, escultura) han negado por mucho tiempo los clubes nocturnos.

Lo que tenemos en su lugar son momentos de infiltración, momentos donde los mundos intentan y a escondidas convergen. El punto de esta convergencia potencial parece ser una clase de credibilidad de sentimiento compartido: el artista tiene el caché cultural de mirar como si les importara la cultura joven y el DJ o productor tiene el gusto de la aceptación académica. Y el vino libre que dan a esos infinitamente interminables PVs.

Estos momentos, momentos cuando los dos mundos explícitamente convergen y comentan el uno al otro, creando trabajo en formas directas de respuesta a ambos sets de estímulos, son de algún modo anomalías. También, importantemente, vienen en una variedad de formas. La exhibición Ibiza: Momentos de enamoramiento de ICA, una brillante y fuerte celebración a los temerarios posters de los primeros días de la isla como destino para fiestas, fue una bestia muy diferente de Tate Modern, de Jeremy Deller, confundiendo The History of the World (un enorme diagrama de araña que traza la ruta cultural de las bandas de brass al acid house a través del capitalismo avanzado, the KLF y Castlemorton). De igual forma, Fiorucci Made Me Hardcore de Mark Leckey está a un millón de millas de las fotografías de ravers a finales de los 80s de Gavin Watson, a pesar de que comparten un medio cultural.

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Lo que todos ellos hacen, sin embargo, es presentar un servicio que, uno pensaría, ya que estamos en el 2015 después de todo, es innecesario, legitiman el acto de ser clubber. Dan una clase de enorme reseña al aparentemente sórdido acto de pasar noche tras noche en cuartos obscuros escuchando música repetitiva a un fuerte volumen rodeado de gente experimentando variantes niveles de embriaguez. Hacen lo inaceptable aceptable, apetecible y vendible. Ellos mercantilizan lo ya mercantilizado. Convierten la cultura club en una tarjeta postal que puedes comprar después en la tienda, un brillante libro para mantener a un lado de tus supremas tazas de espresso en tu mesa para el café de Ikea.

Podría argumentarse de hecho que la galería, ahora, al menos, ofrece una alternativa el club nocturno. Mira como actos como Future Brown y Evian Christ han tenido eventos en ICA, o la presentación de Rinse a finales del año pasado. El ejemplo de Christ es probablemente el más extremo. Rinse tiro una buena fiesta en un espacio inusualmente monumental, lo cual es genial, pero una fiesta es una fiesta. Future Brown, por todo su conocimiento conceptual y su plática sobre "aceleramiento cultural", usó uno de los espacios para arte más importantes de Londres para tocar una fiesta estándar. Evian Christ hizo algo diferente.

The Trance War: Archives and Documentation, 1998 - Ongoing, un proyecto que el productor y DJ realizó a un lado del diseñador gráfico David Rudnick, con el apoyo de Warp y el Consejo de las Artes de Inglaterra, fue la clase de proyecto que mostraba que, si, la música dance, para usar ese reductivo e inútil termino, puede usar el espacio de una galería como lo pueden hacer las artes visuales. Era con audacia y sin rodeos conceptual, enfocándose en la inventada, creada y curada idea de las guerras del trance. La presentación en vivo y la asistencia al show y el sitio web que funcionaba con él, era verdaderamente conceptual, apropiado con nuestro concepto de lo que es el arte, y la función que tiene en la era post-posmoderna.

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Veteran 1999, 2015

– David Rudnick & Evian Christ

Con su fuerte lista de 30,000 perros caídos y su scrolling eterno del monumento a la "muerte" y a la "guerra" ficticia, el sitio web le dio gravtias a la presentación y vice versa. Christ parecía, al menos para mi, estar explotando las cualidades entre lo que es realmente el buen arte y nuestra idea de lo que es bueno o debería serlo, incluso si la idea de intentar codificar el arte en categorías reales de "bueno" y "malo" es un calvario inherentemente Sísifo.

Eso, sin embargo, es la alegría del arte y de hecho de la música dance. Es una búsqueda eterna por el oro entre los escombros, los diamantes en lo áspero, el dulce maíz dulce en la mierda. En un mundo ideal el arte sería tan democrático, comunal e inclusivo como sabemos que la cultura club puede ser. Las barreras necesitan romperse, las relaciones reconstruirse. La galería necesita volverse club. Nunca del otro modo.

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