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geopolítica y deporte

Occidente, Comunismo y el conflicto olímpico: recordando las Olimpiadas de 1980

En 1980, Estados Unidos encabezó un boicot en contra de las Olimpiadas de Moscú, lo que ocasionó un conflicto olímpico que perdura hasta nuestros días.
PA Images

En medio del escándalo de atletismo de cara a Río 2016, una nación llamará la atención por su ausencia. Se trata de un país que ha contribuido mucho más a la historia de los Juegos modernos que cualquier otro; nación símbolo del heroísmo atlético para algunos; opresión, crueldad, y férrea disciplina para otros. En la actualidad, previo a los Olímpicos de Río, dicha nación se ha metido en una de las crisis deportivas más nombradas del Siglo XXI, y plagado con evidencia de dopaje sistemático patrocinado por el estado entre sus mejores competidores. Cuando dé inicio la ceremonia de inauguración en Río de Janeiro, algunos de los atletas más famosos de Rusia no estarán presentes.

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No es la primera vez que los Rusos han estado de un lado de la ruptura olímpica. La primera vez fue en 1980, cuando los hechos parecían estar al revés. En ese entonces, fueron atletas británicos, franceses e italianos (entre otros) quienes se vieron forzados a competir bajo la bandera olímpica. Aquella vez fue Occidente quien se ausentó del torneo y sus atletas fueron considerados personas non grata en Moscú, el corazón del Comunismo en Europa.

Si como asegura Vladimir Putin el veto a los atletas rusos es un acto político, estamos ante una versión más sutil de lo experimentado por los aletas occidentales que se perdieron los Olímpicos de 1980. Hoy día, los competidores rusos enfrentan un veto por la convincente evidencia de dopaje y trampas organizadas; hecho difícil de ignorar a pesar de las renovadas tensiones geopolíticas entre Oriente y Occidente. En 1980, no había duda de las razones por las que Occidente se ausentó de las Olimpiadas. Encabezados por Estados Unidos, 65 países boicotearon oficialmente el torneo. Lo hicieron como protesta directa por la invasión de Afganistán a manos de la URSS, que había sido violenta un años antes.

Tropas soviéticas de táctica sorpresiva se preparan para arrancar operaciones en Afganistán // Vía

A pesar de la indignación internacional desde el comienzo de la invasión, el conflicto alcanzaría su punto más crítico entre Oriente y Occidente en enero de 1980. Ya que los tanques soviéticos aún permanecían en la frontera norte del país invadido, el presidente de los EE.UU, Jimmy Carter, le extendió a la URSS un ultimátum: acabar la guerra en Afganistán en un mes, o asumir el boicot olímpico de Estados Unidos y sus aliados. La guerra continuó su paso, las fuerzas soviéticas ganaron algunas victorias decisivas, y no había posibilidad de que los rusos se echaran para atrás. Se cumplió la fecha límite de la advertencia, y el boicot dio inicio. Estados Unidos declaró que no se presentaría a los Olímpicos, y pronto Japón, Alemania Occidental y otras naciones, hicieron lo mismo.

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Aunque no todos los que boicotearon los Olímpicos lo hicieron para complacer a EE.UU, la Guerra afgano-soviética fue una de las causas. China, Irán, y otros países hostiles con EE.UU también declinaron sus participaciones, ya sea por su fastidio ante la desestabilidad en Asia Central generada, o por un acuerdo nacional con el Islam. Gran Bretaña, Francia, Italia y Australia apoyaron el boicot pero le permitieron a los atletas decidir si querían o no viajar a Moscú con la bandera olímpica. Fue una difícil decisión para muchos deportistas pero, a final de cuentas, el desperdicio de una oportunidad incomparable pesó más que la presión política y decenas decidieron formar parte del movimiento.

Jimmy Carter y Leonid Brezhnev en los tratados de paz en 1979, unos cuantos meses antes de la invasión soviética de Afganistán // Via

Las Olimpiadas de Moscú arrancaron un 19 de julio, y la ceremonia de inauguración se realizó en la Gran Arena del Central Lenin Stadium. Como muchos países no estaban presentes y una gran cantidad de atletas portaban la bandera olímpica, la escena fue poco llamativa. Los organizadores sacaron a relucir su estilo soviético. Invitaron al compositor soviético Andrei Golovin para que dirigiera un desfile de trompetas y carruajes rojos, para después entonar el himno del estado con una suerte de coreografía. El acto fue pomposo y esplendoroso pero hizo muy poco para iluminar los rostros serios de los espectadores.

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Supervisados por la mirada fija del líder soviético, Leonid Brezhnev, los atletas desfilaban alrededor del estadio. A pesar que la invasión de la URSS tenía la intención de pacificar la rebelión popular en contra del gobierno afgano a favor de los soviéticos, terminó empeorando el problema. El sentimiento nacionalista e islamista estaba en su máximo nivel en los territorios ocupados y cientos de soldados rusos eran acribillados en las montañas. Conforme los Juegos avanzaban, las muertes seguían aumentando.

A pesar d la deprimente situación en Afganistán, los JJ.OO se realizaron como los soviéticos habían predicho. Sin la mayoría de sus rivales internacionales concursando, los atletas rusos arrollaron. La URSS se quedó con el primer lugar del medallero con 195 preseas, 80 de oro. Sus perseguidores más cercanos fueron la República Democrática Alemana, cuyos atletas consiguieron 126 medallas, y Bulgaria con 41.

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Inevitablemente, el medallero terminaría luciendo algo inusual para el final de la competición. Los países comunistas con poca experiencia olímpica quedaron cerca de los primeros lugares; Cuba, Hungría y Rumania dentro de las diez mejores naciones. Aún más extraño fue el hecho que de las 9,292 pruebas antidopaje realizadas, ninguna regresó resultados positivos. Considerando lo que ahora sabemos del dopaje en Rusia, no nos sorprendería que el intercambio de pruebas se haya dado mucho antes de Sochi 2014.

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La velocista Kathy Smallwood fue una de las atletas británicas de alto perfil que asistió a los Juegos // PA Images

Los políticos en Occidente tuvieron dudas respecto a la efectividad del boicot, y algunos hasta se dedicaron a criticar el torneo de formas que hoy nos parecerían bastante similares. Se limitó la participación en algunas disciplinas, de las cuales las más afectadas fueron el hockey sobre césped y deportes ecuestres. Sin embargo, se establecieron 36 marcas mundiales en Moscú, al igual que 39 marcas europeas. La verdad es que, a pesar del boicot, el evento fue todo menos un fracaso. En efecto, el éxito deportivo de la URSS sirvió de propaganda considerando el golpe a la moral que la población había recibido por la guerra en Afganistán.

Hubo actuaciones individuales brillantes en Moscú, hazañas deportivas inimaginables y entretenimiento en abundancia. En este sentido fue similar a los demás Juegos Olímpicos, pero con asuntos políticos que fueron más allá del deporte. De alguna manera, el boicot creó un evento igualitarios, gracias a sus competidores "tercermundistas" que lograron llevarse más medallas que nunca. Se atrajo a más de cinco millones de espectadores, lo cual superó por más de un millón la cifra de las Olimpiadas de Montreal en 1976.

La famosa victoria de Seb Coe en los 1,500m en Moscú // PA Images

A final de cuentas, los Olímpicos de Moscú habían sobrevivido ante la ausencia de las potencias del deporte, y el distanciamiento olímpico que había iniciado no sería fácil de reconciliar. Los soviéticos organizarían un boicot en los JJ.OO de Los Ángeles (1984) —al igual que la mayoría del Bloque Oriente— como protesta de lo que denominaron "los sentimientos chauvinistas y la histeria anti-soviética" de Estados Unidos y sus cómplices. Las Olimpiadas de 1980 habían establecido un nuevo precedente en la politización de este magno evento, y abrió un abismo en el mundo del deporte que dividió a Oriente de Occidente más lejos que nunca.

Mientras que algunos asumieron que el final de la Guerra Fría había saldado el conflicto olímpico, la complejidad de dicho evento en la actualidad indica todo lo contrario. La URSS perdió su prolongada guerra en Afganistán, la Unión Soviética fue desmantelada y, por consiguiente, la gran división debió haberse arreglado de una vez por todas. Desafortunadamente, no ha funcionado de la mejor forma, y el legado del cisma Oriente-Occidente es dominante, ya sea desde un punto de vista político o respecto a su actitud ante el dopaje. Moscú estableció un precedente que no ha sido olvidado.

Cuando la reducida delegación rusa desfile con actitud desafiante en Río de Janeiro, sus pasos resonarán con el sonido de las Olimpiadas de Moscú.

@W_F_Magee