'Celebrities', dinero e ignorancia supina: así es ver un partido de la NBA en Londres
La prensa británica no le dio demasiado bombo al evento, pero en cambio hubo hordas de periodistas de todo el mundo preguntando sin parar. Aquí, DeMar DeRozan sufre su acoso. Foto de David M. Bennett, Getty Images.

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"¿es bueno hezonja?"

'Celebrities', dinero e ignorancia supina: así es ver un partido de la NBA en Londres

Una caterva de famosos y miles de aficionados sin puñetera idea sobre baloncesto se dieron cita en el partido entre los Orlando Magic y los Toronto Raptors que se disputó en el O2 Arena de Londres.

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Son absurdamente educados, puntuales y flemáticos; no saben cocinar, tienen problemas para pronunciar su propio idioma y estropean cualquier suelo instalándole una moqueta… pero han inventado eventos deportivos tan fascinantes como Wimbledon, molan cuando juegan a rugby y cantan como Dios en los estadios de fútbol.

La pregunta que hoy nos inquieta es si saben los británicos de qué va el baloncesto o todavía no han aprendido a diferenciar un tiempo muerto de una falta técnica. Para resolver la cuestión (y para beber unas pintas) nos fuimos a Londres, donde la NBA programó un bolo con carácter de partido oficial.

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"Overtime in London", anunció con entusiasmo el 'speaker'. Jason Smith falló un tiro sobre la bocina y los 48 minutos reglamentarios del partido entre los Toronto Raptors y los Orlando Magic acabaron en empate a 96. Los aficionados ingleses —los mismos que, semanas antes, habían agotado las 18.689 entradas del O2 de Londres en apenas una hora— empezaron a abandonar sus localidades, que dicho sea de paso costaban una pasta.

¿Habían quedado para tomar el té, o acaso no sabían que un partido de baloncesto no puede acabar en empate?

Please don't tell me British people are leaving because they think it's a draw… @OMagicDaily @RaptorsHQ pic.twitter.com/L3gX7G3Ile
— James Plowright (@JPlowright_NBA) 14 Gennaio 2016

La relación de los británicos con el baloncesto es atípica. La NBA lleva seis temporadas programando un partido de temporada regular en Londres y la vinculación lleva visos de alargarse.

"Es como un partido del All-Star europeo. Atrae a muchos aficionados al baloncesto y es mucho más que un mero encuentro en el calendario", resume Adam Silver, comisionado de la NBA. "Es un punto de encuentro entre ejecutivos, patrocinadores y fans", añade, sin perder de vista la parte comercial del tinglado.

La mayoría de periódicos locales, en cambio, escondieron el evento en la sección de breves y, abrumados por el estreno de la última película de Leonardo DiCaprio y por la gesta de Justin Bieber —que monopolizó el Top-3 de las canciones más populares durante una semana—, apenas le dieron relevancia.

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El mismo día del partido, por ejemplo, la única referencia que hizo Metro (el diario gratuito por excelencia de los londinenses) al partido fue para explicar el encuentro entre el jugador de los Raptors Patrick Patterson y el futbolista Sergio Agüero: "No me había dado cuenta de lo bajito que era hasta que estuve a su lado", decía el texto.

La NBA (y cualquiera que tenga un negocio) considera Londres un mercado clave, pero lo cierto es que la mejor liga de baloncesto del mundo no lo tiene fácil para captar nuevos adeptos en la capital del Reino Unido. Los fieles no fallan y eso, en una ciudad con casi 15 millones de habitantes en su área de influencia, ya es mucho; el reto, sin embargo, es agrandar un mercado de gran valor estratégico.

Michael B. Jordan se pasó por el O2 de Londres a saludar. Al menos sabía que los partidos de baloncesto no pueden acabar en empate, eso sí. Foto de David M. Bennett, Getty Images.

La organización lo intentó reuniendo a un puñado de 'celebrities'. Desde el grosero cocinero Gordon Ramsay al actor Michael B. Jordan (si molas, lo recordarás por su papel de Wallace en la serie The Wire: si no, por ser el protagonista de la última secuela de Rocky), pasando por futbolistas como Robert Pirès, Thibaut Courtois o Didier Drogba, a quien el imponente Bismack Biyombo se acercó a saludar.

"Es como mi hermano mayor", dijo el pívot de los Toronto Raptors sobre el futbolista costamarfileño.

Sin ídolos locales —John Amaechi, la gran estrella del baloncesto británico, anda ejerciendo ahora como comentarista— y con un escaso conocimiento del día a día de la competición, los londinenses fueron a ver el partido como una oferta de ocio más. Algunos espectadores acudieron incluso con camisetas de jugadores a los que jamás habían visto actuar.

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"No tengo ni idea de quién es Mario Hezonja, pero el dorsal 23 siempre me ha gustado. ¿Es bueno?", nos preguntó un fan al que estábamos felicitando por su bueno gusto.

Acostumbrados a dar partidos de fútbol, los cámaras de televisión llevaban un póster con los caretos de los jugadores, no fuera que el realizador les pidiera un plano corto de alguien a quien no habían visto antes jamás. El encuentro también se pudo seguir desde 31 salas de cine de la cadena Odeon.

"Nuestro deseo es jugar más partidos en Europa y fuera de los Estados Unidos. El único problema es el calendario, ya que es muy denso. En la NBA se juegan tres partidos a la semana y viajar más generaría un calendario aún más intenso", recuerda Adam Silver.

Bismarck Biyombo, de los Toronto Raptors, machaca bajo la atenta mirada —defender ya es otro rollo— de Nikola Vučević. En el público parecía que alguno no supiera que eso valía. Foto de Leo Mason, USA Today Sports.

La NBA es una organización modélica que no deja nada a la improvisación, así que se tomó el sarao muy en serio. Si intuye que al acabar una de sus actividades con niños el fotógrafo oficial tendrá un mejor ángulo desde una posición elevada, le encarga a un empleado que tenga una escalera preparada. No escatima en gastos, pero tampoco en detalles. Entre las dos franquicias que jugaron en Londres desplazaron a unos 350 trabajadores… cada uno de ellos con una misión muy clara.

La organización movilizó hasta Londres a algunas de sus viejas glorias más laureadas, como Muggsy Bogues, Rick Fox, Horace Grant o Hakeem Olajuwon —quien se llevó la ovación más grande de unos aficionados más pendientes de verse en el videomarcador, de conseguir bebida o de fotografiarse con las mascotas que de seguir un partido con más pausas ("¿otro tiempo muerto?") de las que podían entender.

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Fleur East, una de las cantantes televisivas de moda, alucinó con tanto revuelo alrededor de un partido precedido por tres himnos; el canadiense, el estadounidense y el británico. Los seguidores que tenía detrás, no tanto: estaban más ocupados intentando descifrar el porqué de su peinado.

La cantante Fleur East se dejó crecer un ficus en la cabeza o algo por el estilo. Los aficionados que se sentaban detrás no parecieron demasiado felices. Foto de David M. Bennett, Getty Images.

En medio de la fiesta, los únicos estresados parecían los entrenadores de ambos equipos. Cansados de contestar a una y mil preguntas sobre los minutos que iban a tener los jugadores no estadounidenses —cada periodista inquirió sobre el deportista de su país y había plumillas de hasta 15 nacionalidades diferentes—, Scott Skiles y Dwane Casey intentaron recordar que se trataba de un partido oficial, un encuentro que computaba en la clasificación y no una exhibición cualquiera.

"Hemos venido aquí a hacer todo lo posible para ganar, y con un viaje tan largo y un cambio horario no es sencillo", recordó Skiles, el antiguo base que en su día más asistencias le dio a Shaquille O'Neal.

El partido no fue un Warriors-Spurs, pero estuvo bien: tuvo jugadas espectaculares, presentó algún giro de guion imprevisto —como la sorprendente remontada de los Orlando Magic— y mantuvo la emoción hasta el final, cuando los hinchas locales decidieron tomar las de Villadiego.

Así que, volviendo a la pregunta del inicio, ¿saben los británicos que un partido de baloncesto no puede acabar en empate? La mayoría sí. ¿Por qué abandonaron sus localidades en el momento culminante de un partido de la NBA? Bueno, unos para no quedarse sin transporte público o evitar el atasco para salir de la península de Greenwich, y los otros porque acudieron al partido por su interés como oferta de ocio y no tenían necesidad ninguna de saber quien anotaba más puntos. La tarde, que incluyó compras, cena en alguno de los 38 restaurantes del pabellón y show, ya había valido la pena.

Al fin y al cabo, ¿os quedáis vosotros a leer los títulos de crédito en el cine? Pues eso.

Sigue al autor en Twitter: @araalexgozalbo