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¿Te acuerdas de Al-Qaeda? Ellos seguro que se acuerdan de ti

La administración de Estados Unidos lleva años proclamando que está a punto de exterminar a Al-Qaeda. Sin embargo, 14 años y un billón de dólares despilfarrados después, la guerra contra el terror todavía no ha logrado batir a su principal enemigo.
Imagen vía EPA/Yahya Arhab

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Ahora que toda la atención parece focalizada en Estado Islámico (EI) es fácil olvidarse de que el ejército de Estados Unidos sigue profundamente implicado en la lucha contra Al-Qaeda. Y lo cierto es que por mucho que la administración Obama siga reivindicando que la organización terrorista está en su lecho de muerte, cada vez está más claro que la insurgencia afgana respira y tiene buen pulso — de modo que la guerra contra el terrorismo está lejos de ser finiquitada.

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Solo durante el mes de octubre, el ejército de Estados Unidos ha disuelto un enorme campo de entrenamiento en Afganistán, y ha ejecutado, a través de un ataque con un dron, al más longevo líder de Al-Qaeda que todavía vivía en Siria. El Pentágono anunció ambas victorias antiterroristas sin demasiada fanfarria, y las noticias desfilaron discretamente por los medios de comunicación.

Sin embargo, las dos operaciones invitan a sospechar poderosamente de los avances del gobierno estadounidense en su lucha contra la organización que derribó las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001.

Estados Unidos continúa con su persecución de Al-Qaeda por todo el planeta. Y catorce años y 2 billones de dólares después, no se avista el final. Por mucho que Al-Qaeda haya recibido algunos serios varapalos — como el asesinato de sus máximos responsables tanto en Pakistán como en Afganistán, y los fulminantes ataques contra sus franquicias en Yemen y Somalia — lo cierto es que nada apunta a que se aproxime su final.

Hoy, la lucha contra la organización terrorista afgana ha quedado ensombrecida por el conflicto abierto con Estado Islámico (EI), cuyo aparato de propaganda es diametralmente opuesto al de la insurgencia afgana. EI hace todo lo posible por llamar la atención y reivindicarse mediáticamente a través de siniestros vídeos de ejecuciones.

Lo que aprendí de Al-Qaeda después de analizar las cintas de Bin Laden. Leer más aquí.

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La necesidad de atención de EI está jugando a favor de los intereses del actual líder de Al-Qaeda, Ayman al Zawahiri. Bruce Hoffman, experto en terrorismo asociado a la universidad de Georgetown, en Washington, tiene clara la estrategia del líder afgano: "consiste en sentarse y dejar que sea EI la que recabe toda la atención mediática, mientras él, muy lentamente y con toda la paciencia, reconstruye su organización".

Para Nicholas Rasmussen, director del Centro Nacional contra el terrorismo, Al-Qaeda es cualquier cosa menos una amenaza secundaria.

"La atención mediática que recibe EI ha provocado que, a veces, parezca que Al-Qaeda y sus numerosas franquicias y células no son nuestra principal prioridad en materia de antiterrorismo. Así lo expresó en una entrevista publicada en la edición de septiembre de la revista Sentinel, una publicación del Centro de Combate Terrorista enclavada en West Point. "Cuando observamos las distintas amenazas a las que nos enfrentamos como país, la amenaza de Al-Qaeda sigue siendo la que ocupa un lugar predominante en nuestros análisis".

Ahora que los campos de entrenamiento rebrotan por todo Afganistán y que varios expertos dirigentes están operando en Siria, se hace evidente el porqué de la preocupación. Lo que no está tan claro, es en qué estrategia de combate está trabajando el ejército estadounidense.

El pasado de octubre, sin ir más lejos, el ejército estadounidense anunció que había desplegado la ofensiva terrestre más aparatosa conducida nunca en Afganistán.

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Su objetivo: sendos campos de entrenamiento en la provincia de Kandahar, uno de los cuáles era casi del tamaño de la isla de Manhattan. Según informó la cadena de noticias CNN el campo de entrenamiento habría estado operativo durante el último año. Sin embargo, la inteligencia estadounidense no lo detectó hasta julio.

La operación arrancó el 7 de octubre e involucró a más de 60 bombarderos estadounidenses y a más de 200 soldados de las tropas de infantería estadounidense y afgana. Estas atacaron los dos campamentos y se incautaron de armamento anti-aéreo y lanzagranadas.

Según un comunicado del ejército de Estados Unidos, las tropas de ambos países se incautaron también de metralletas, munición, herramientas para la fabricación de bombas, pasaportes extranjeros, ordenadores portátiles y teléfonos móviles.

"El formidable éxito de la operación justifica la vigente campaña", proclamó a través de un comunicado el general John Campbell, comandante de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán.

Sin embargo, para los expertos en antiterrorismo que llevan tiempo siguiendo de cerca la guerra contra Al-Qaeda, no todo son buenas noticias.

Si bien la operación militar conjunta se puede considerar un éxito, la existencia de ambos campos y el hecho de que hayan pasado desapercibidos durante tanto tiempo, son circunstancias que oscurecen los avances.

"Imagino que cuando todos los implicados en la lucha antiterrorista y en materias de seguridad nacional vieron el informe… Una de dos, o se partirían de la risa o decidirían apretarse el cinturón. Y es que el informe demuestra lo que se puede y lo que no se puede hacer con un billón de dólares", sentencia el ex agente de la CIA Patrick Skinner, que a día de hoy trabaja para Soufan Group, una firma especializada en asesoría en seguridad que tiene su sede en Nueva York.

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Skinner apela al presunto billón de dólares que Estados Unidos ha despilfarrado ya durante su guerra en Afganistán.

"El descubrimiento de estos campos de entrenamiento de Al-Qaeda supone un golpe bajo para toda nuestra política [antiterrorista] en Afganistán", asegura Skinner.

Mira el documental de VICE News: Siria, el nuevo hogar de Al-Qaeda:

El hecho de que ninguno de los dos campos fuera localizado antes delata el cada vez más precario sistema de inteligencia en Afganistán. Los drones empleados para supervisar el conflicto cada vez se están quedando más cortos ante la profusión de campos de batalla.

"La destreza en materias de inteligencia del ejército estadounidense en Afganistán está de capa caída desde que se decidiera empezar a retirar a las tropas de allí", explica Colin Clarke, experto en terrorismo en la Rand Corporation. "Además, por mucho que se siga insistiendo en la mejoría de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Pakistán durante el último año, lo cierto es que el tráfico de información entre Washington e Islamabad es precario y se nota.

De hecho, también se ha sabido que es muy posible que los terroristas interceptados en los campos de entrenamiento, terminaran allí empujados por las fuerzas de seguridad pakistaníes. Estas se habrían deshecho de ellos en la frontera".

Paralelamente, Estados Unidos ejecutó una ofensiva con ayuda de drones el pasado 15 de octubre en Siria. El ataque causó la muerte de Sanafi al Nasr, ciudadano de origen saudí y un veterano miembro de Al-Qaeda.

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El Pentágono declaró en un comunicado que "al Nasr había sido un combatiente yihadista durante años y llevaba años especializado en la misión de recabar dinero y combatientes para Al-Qaeda". Era miembro del llamado "Grupo Khoarasan", nombre en clave con que los estadounidenses bautizan a los miembros de la cúpula de Al-Qaeda que se han trasladado a Siria para aprovecharse del caos que reina en el país.

Según el Pentágono, Nasr es el quinto miembro del grupo Khorasan en ser aniquilado en los últimos cuatro meses. El ejército de Estados Unidos lleva desplegando ofensivas contra Al-Qaeda en Siria desde hace un año, aunque oficialmente se informe que la misión sea combatir a Estado Islámico.

La existencia misma del grupo Khorasan — integrado por líderes de Al-Qaeda temporalmente ocultos en Siria — también contradice el discurso tan proclamado por las administraciones Bush y Obama, de que la derrota estratégica del llamado "núcleo" de Al-Qaeda estaría cerca.

"Este ha sido un problema constante en la lucha contra el terrorismo", explica Hoffman. "Son ya 15 años repitiendo con excesivo entusiasmo lo de que Al-Qaeda está finiquitada. Ahora nos encontramos enfrentados a sendos enemigos de envergadura: EI y Al-Qaeda".

Vaticinar la desarticulación absoluta de Al-Qaeda es muy delicado. En realidad, hasta resulta difícil saber cuál es el daño infligido. Uno de los valores que Estados Unidos ha utilizado para calibrar el daño infligido ha sido el de número de líderes caídos, a menudo a manos de cazabombarderos estadounidenses.

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Uno de los logros de los que más se vanagloriaba la administración Bush, contemplado en la página web de la Casa Blanca de la época, era que se había eliminado o detenido "a más de tres cuartas partes de los líderes conocidos de Al-Qaeda y a sus asociados".

Thomas Joscelyn es experto miembro en la Fundación para la Defensas de las Democracias y editor de la revista The Long War Journal. Para él, las cifras de la administración Bush no suponen una valoración para nada fehaciente de cuál es la auténtica fuerza del grupo. "Para empezar, la inteligencia estadounidense jamás comunicó cuál era el número total de líderes de la organización. O sea, que no dan una cifra vacía de referencia".

Los 'yihadistas exóticos' de Al Qaeda y Estado Islámico. Leer más aquí.

Cuando Estados Unidos asesinó a Osama bin Laden en mayo de 2011, los responsables de la lucha antiterrorista del país ya se estaban vanagloriando de la proximidad del fin de Al-Qaeda.

John Brennan, máxima autoridad en política antiterrorista de la Casa Blanca, tampoco se contuvo y proclamó toda suerte de frases entusiastas en 2011, tal y como señala un informe de Associated Press. Brennan soltó entonces un discurso entre triunfalista y obsceno con frases que decían: "esto está hecho", "los tenemos contra las cuerdas" y "estamos volándoles los sesos y las entrañas".

En la entrevista publicada entonces, Brennan se jactaba también de la ejecución de Atiyah Abd al Rahman, entonces número dos de Al-Qaeda. "Es un golpe definitivo contra la organización", proclamó.

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Si bien las autoridades advirtieron siempre que la presencia de Al-Qaeda en la península árabe — su célula en Yemen, en particular — seguía representando un peligro, estaban casi convencidos de que el llamado "núcleo duro" de Al-Qaeda, especialmente cualquier presencia de la organización en Afganistán, había sido prácticamente derrotado.

Y durante varios años así fue: la presencia de Al-Qaeda ha sido prácticamente nula en Afganistán durante una larga temporada, comenta Skinner. Estados Unidos desmanteló con éxito todos los campos de entrenamiento activos hasta el 11-S. Entonces, los pocos supervivientes huyeron, repartiéndose entre Pakistán y otros destinos.

En 2010, el entonces director de la CIA Leon Panetta aseguró que creía que solo quedaban entre 50 y 100 miembros de Al-Qaeda activos en Afganistán.

Hoy, sin embargo, la lucha antiterrorista de Estados Unidos en Afganistán es mucho mayor a la de la gran mayoría de países en las que la administración Obama está involucrada militarmente. Se estima que hay casi 10.000 soldados desplegados en suelo afgano. Además, las tropas estadounidense llevan tiempo trabajando muy de cerca con las fuerzas de seguridad afganas, a las que brindan asesoramiento militar y armamentístico.

"Afganistán es el escenario donde estamos mejor. Y la situación es horrible", confiesa Skinner.

"Toda nuestra estrategia [antiterrorista] ha consistido en asociarnos, hacer de intermediarios y lanzar ofensivas con drones. Y la verdad es que la estrategia fue muy efectiva durante 8 años. El problema es que lo que estamos haciendo es comparable a intentar combatir un incendio forestal con un extintor".

"Los ataques con drones con muy efectivos como herramienta de fustigación antiterrorista. El problema al que nos enfrentamos ahora, sin embargo, es que las situaciones a las que nos enfrentamos han desbordado a nuestra estrategia", explica.

Para Skinner "Afganistán ya no es un país que se pueda mantener a raya con unos cuantos bombardeos ejecutados por drones. Y lo cierto es que Pakistán tampoco ha sido nunca tan fácil de controlar. Y que Yemen está a punto de ponerse realmente mal y nadie está hablando de ello. Por no hablar de Siria, el auténtico infierno en la tierra".

Según Skinner, la respuesta ante todos estos problemas ya no reside en desplegar unas cuantas ofensivas más con la ayuda de drones ni en desplegar a las tropas de infantería en el campo de batalla. "Podemos seguir avanzando, pero necesitamos muchos más soldados procedentes de los países de los alrededores", concluye.

Sigue a Kate Brannen en Twitter: @K8brannen