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Identidad

El despertar de la heroína

No es la primera vez que J. J. Abrams otorga a la mujer un papel protagonista. Tampoco es la primera vez que convierte a una mujer en heroína, activa, fuerte y luchadora.
Daisy Ridley interpreta a Rey en El despertar de la fuerza. Imagen vía Star Wars

El marketing estropeó lo que el cine y la ficción habían intentado enmendar. Rey, la heroína de la última entrega de La guerra de las Galaxias, había sido convenientemente eliminada de algunos de los juguetes consagrados al séptimo episodio de la saga. El merchandising parece no hacerse eco de un cambio de paradigma que, de manera más o menos tímida, ha hecho que la figura del héroe tal y como la ha concebido Hollywood a lo largo de su historia adopte el rostro y el cuerpo de una mujer.

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En El tiempo del héroe (uno de los mejores libros sobre cine que se han escrito en España), los autores Núria Bou y Xavier Pérez escribían sobre las modulaciones y mutaciones que el héroe de Hollywood ha ido sufriendo a lo largo de la historia. El subtítulo del libro, Épica y masculinidad en el cine de Hollywood, lo dejaba claro: la figura del héroe va de la mano del concepto de masculinidad, dejando apenas espacio para que la mujer se prodigue en el terreno de la acción heroica. El héroe podía ser más o menos fuerte, más o menos amante de la acción, más o menos acrobático; pero era héroe, era hombre.

Además, el héroe a menudo se movilizaba con una finalidad concreta: salvar y conquistar a la princesa. Este era uno de los motivos de la saga original de La guerra de las Galaxias, en la que el jedi Luke Skywalker y el piloto Han Solo se postulaban como héroes ante la presencia de la princesa Leia. En Star Wars: El despertar de la fuerza, la princesa ya no es princesa, sino general. Y, mejor aun, Rey, la protagonista de la película que la industria del juguete ha querido eludir, aúna las dos cualidades heroicas de la saga original. Rey es a su vez Luke y Han. Es la joven jedi que responde a la llamada de la fuerza, que se presta a un primer aprendizaje y que se arma con una espada láser para combatir con el villano enmascarado de turno. Es, también, una piloto diestra y atrevida, hasta el punto que Han Solo ve en ella una suerte de heredera, el hijo al que no pudo ceder su legado heroico.

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El héroe podía ser más o menos fuerte, más o menos amante de la acción, más o menos acrobático; pero era héroe, era hombre.

En Star Wars: El despertar de la fuerza, Finn, el soldado de asalto que ha escapado, insiste en coger la mano de Rey mientras ambos intentan librarse de los ataques de la Primera Orden. Él, lo que quiere, es cuidar de la chica, como se le supone al héroe de acción. Sin embargo, ella rechista y se suelta, rechazando el rol de mujer-a-la-que-salvar que Finn pretende constantemente endosarle. La escena termina con toda una declaración de intenciones por parte del director J. J. Abrams: cuando Finn cae al suelo, víctima de un ataque de la Primera Orden, Rey le ofrece su mano para ayudarle a levantarse. Abrams encuadra la mano de ella, y deja que el detalle lo diga todo: esta es una película en la que los roles se invierten, o al menos se pervierten, en la que es la chica quien termina ofreciendo su mano y salvando al chico.

No es la primera vez que J. J. Abrams otorga a la mujer un papel protagonista (es el creador de la serie Felicity). Tampoco es la primera vez que convierte a una mujer en heroína, activa, fuerte y luchadora. En Alias, creó una de las heroínas más complejas e inquebrantables de la ficción televisiva: Sydney Bristow. Interpretada por Jennifer Garner, Sydney era robusta, perspicaz y testaruda. Daba algunas de las patadas más acrobáticas que se han visto en televisión. También era víctima de un trauma iniciático que, como sucede con tantos superhéroes, la definía como heroína trágica.

Imagen vía Mad Max

Mientras la televisión se empeña en crear personajes principales femeninos capaces de luchar por el protagonismo –Fargo, The Good Wife, Homeland, Girls, Orange is the New Black, Jessica Jones–, el cine se encuentra en un momento en que parece dispuesto a subvertir los roles y hacer de la mujer una heroína que pelea, una guerrera capaz de hacer suyo un arquetipo como el del héroe, aparentemente reservado a los hombres. El portal Jezebel ironizaba por ejemplo con el feminismo que destila una película como Mad Max: Furia en la carretera, en la que George Miller recupera la saga postapocalíptica y la trufa de un discurso de género: "la película me hizo creer que el fuego en el tráiler y el nombre del hombre en el título significaban que no tendría que sentir hablar a ninguna mujer", escribían en la web, "error, y error. Charlize Theron habla MUCHO más que Tom Hardy. Está en medio del póster. Lucha. Ninguna de las atractivas esclavas sexuales se quita la camiseta".

Los comentarios que ha suscitado la nueva entrega de Mad Max no son para menos. La película no solo presenta a una heroína capaz de mirar a los ojos del héroe más bravo, sino que el objetivo de esta es salvar a cinco mujeres, presas hasta entonces en el harén de un tirano, y llevarlas a una suerte de gineceo paradisíaco. Además, aunque el nombre de la película siga siendo eminentemente masculino (Max, interpretado aquí por Tom Hardy), Furiosa, la protagonista, se ha colado en el subtítulo, Furia en la carretera, amenazando también así la supremacía del héroe. Furiosa tiene un brazo ortopédico (como el héroe y el villano de la saga original de La guerra de las Galaxias) y el porte de una guerrera. Sin embargo, su pelo y su mirada parecen evocar a una de las grandes mártires de la historia del cine mudo, la Juana de Arco que Maria Falconetti interpretó a las órdenes de Dreyer. Furiosa se convierte así en un estandarte, que aúna la historia con la necesidad del cine contemporáneo de reivindicar a la mujer como una figura heroica.

Lo curioso en el caso de la Rey de la última guerra galáctica, o de la Katniss Everdeen de Los juegos del hambre, es que para gozar de protagonismo heroico, a menudo tienen que emular algunas de las maneras de los hombres. En Kill Bill, Quentin Tarantino exponía esta contradicción en la escena de la pelea en la cocina, entre la vengadora interpretada por Uma Thurman y una de sus víctimas, una madre encarnada por Vivica A. Fox. La lucha, la acción heroica, invade el espacio doméstico, y las armas no son espadas, sino cuchillos y sartenes. Sin embargo, Kill Bill no dejaba de ser una película subversiva hecha por un director subversivo, por el niño travieso del cine de Hollywood. Ahora, la heroína ocupa los lugares privilegiados del mainstream: es protagonista de uno de los títulos que opta al Oscar a la mejor película (Mad Max: Furia en la carretera) y de uno de los mayores éxitos de la cartelera de este año (Star Wars: El desperar de la fuerza).