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Comida

Ya me puedo morir tranquilo: ayer cené sushi Pescanova

Un enigmático carrusel de sensaciones se esconde cuando lo pruebas.
Fotografías por el autor

La noche de ayer será recordada en los anales del tiempo por aquel día que dejé de ser un grumete de chubasquero amarillo que surcaba los apacibles mares infestados de palitos de pescado, para convertirme en el contramaestre exaltado por una ración de sushi Pescanova que conquistaría parajes remotos. Un viaje sin retorno lleno de altibajos.

Todo comenzó con un inocente paseo por el súper de barrio que suelo frecuentar para comprar. Pasé por la sección de neveras en busca de una de esas ensaladas embolsadas que a la postre iba a ser mi cena y observé a un lado el tan excelso manjar iluminado con un fluorescente, una luz al más puro estilo eclesiástico. Fue una señal.

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Solté la dichosa lechuga y cogí una de esas bandejas de la exquisitez nipona. Había varios tipos y me decidí por la bandeja Yanagi, que llevaba sushi de atún y de surimi, entre otras delicias de mar. Miré la etiqueta y marcaba 7 €. Un precio un tanto caro si lo comparamos con los algo más de 2 € de sus varitas de merluza, pero la curiosidad de comer comida típica japonesa, símbolo de lo cool y lo trend desde hace ya unos años, logotipado por una de las marcas más tradicionales y algo casposas de nuestra infancia, me sacó de dudas para que terminara pasando por caja con una sonrisa en la cara.

Llegué a casa e investigué un poco tras meter la compra en la nevera. Al parecer, Pescanova tiene un acuerdo con una cadena de restaurantes japoneses que distribuyen conjuntamente el sushi para que esté bastante fresco como bien dice en la web.

La experiencia del grupo PESCANOVA en Productos del Mar y la del grupo KABUKI en el mundo de la restauración japonesa, se unen para ofrecer al consumidor una gama de Sushi Refrigerado. Para disfrutar del auténtico Sushi sin salir de casa.

Llegó el momento. Mi estómago me marcó la hora de cenar y en pocos segundos lo tenía delante de mí. Reconozco que me intimidaba un poco. Imagina que Litoral, en vez de fabada, enlatara pokes —"ensalada" hawaiana de moda— de atún rojo, aguacate, kale y almendra laminada o que Zumosol te sirviera zumos détox de algas, chía y rábanos.

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Parece ridículo a día de hoy, pero mira hasta dónde hemos llegado. Quién me iba a decir cuando probé el sushi por primera vez hace más de diez años que acabaría comiéndolo firmado por Pescanova. La catarsis es palpable.

La bandeja de sushi Pescanova

Quité la especie de celofán que cierra la cajita y me envolvió una especie de perfume a marismas frescas que provocó en mi estómago un ansia sin igual. "¡Liberad al kraken!", suelto antes de pillar con los palillos la primera pieza de arroz. Me lo acerco a la nariz y a los ojos. Mantengo el suspense observando cada detalle de cerca.

¿Qué coño era lo verde que recorre todo su exterior? Saqué la lengua y la aproximé lentamente hasta depositar la puntita en el filo y llevarme una muestra de vuelta a la boca. Sabía salado. Miro la etiqueta y al parecer son huevas de pescado —hasta aquí todo normal— con extracto de wasabi. No veas Pescanova cómo se las gasta. Inmiscuye la alta cocina en sus productos. A ver si se nos está escapando algo y el mismísimo Can Roca utiliza nuggets de merluza rebozada sin gluten para seducir a sus comensales. Tendré que investigarlo.


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Volviendo a la mesa, agarré la pieza de sushi, la impregné en soja y me la comí sin más dilación. La despedacé con mis mandíbulas sin piedad alguna y mis sentidos viajaron por mares remotos a bordo de una pinaza antigua hasta transportarse a los mandos de un barco pesquero con grandes refrigeradores de los años 90 que luchaba frente las arduas aguas de un tifón. Qué carrusel de sensaciones.

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Seguí engullendo y me impresionó el "futomaki tortilla". Joder, el nombre es inconmensurable. Se componía por palito de cangrejo, espinaca y la susodicha tortilla, enrollado en arroz y alga nori. Lo aderecé con wasabi y soja, y para adentro. También está bastante bueno. Pescanova, hasta el momento, estás aprobando con nota.


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Es en ese punto cuando el pesquero comienza el naufragio. Quitando las cuatro piezas "curradas", las otras diez eran bastante sosas y pequeñitas. Eran las típicas de alga nori, arroz y un ingrediente: surimi, anguila o atún. Pero bueno, en peores plazas he toreado, así que me las comí saboreando cada matiz hasta terminar la bandeja con un buen sabor de boca y con espacio suficiente en mi estómago para atiborrarme con algo más, ya que la cantidad en su conjunto no era copiosa.

Quizás el niño del chubasquero amarillo de IT era un grumete que quitaron de en medio los de Pescanova tras descubrir el engaño del sushi en una especie de conspiración que luego el bueno de Stephen King personificó en un payaso. No lo puedo confirmar, pero tiene algo de sentido tras esta experiencia.


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En definitiva, esto marca un antes y un después. El sushi Pescanova es la prueba que faltaba para pensar que el sushi no es que sea mainstream o no, sino que se ha normalizado totalmente en la gastronomía familiar española sin previo aviso.

No hay vuelta atrás en este viaje en barco y chubasquero amarillo que comenzó en nuestra infancia y, al parecer, sigue sin rumbo por aguas desconocidas. Gracias, Pescanova.