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Identidad

Fuimos a una escuela para personas trans en Buenos Aires

"La Mocha Celis es mucho más que una escuela, es una trinchera, un hogar para la comunidad LGBTIQ"
Escuela Mocha Celis

Artículo publicado por VICE Argentina

Cuando llegó a Buenos Aires a los 13 años desde Tucumán en un camión, Alma Fernández no había terminado la escuela primaria. Tenía que elegir: estudiar o comer. Al poco tiempo, en diciembre de 2001, estalló la crisis institucional, económica política y social más grave de la democracia Argentina. Entonces sobrevivía a la crisis robando celulares en el tren Sarmiento. Era la única manera de esquivar la prostitución, la única opción laboral que estructura las vidas de las travestis.

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Alma logró terminar la primaria y secundaria en el Bachillerato Popular Trans Travesti-Trans "Mocha Celis", la primera escuela secundaria pública y gratuita para personas trans y travestis del mundo. Su paso por este espacio fue un factor clave en su transformación. Alma fue la primera integrante de su familia que puso un pie en la universidad y se transformó en una reconocida militante travesti: en las elecciones de 2017 fue precandidata a diputada nacional.


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“La educación es una de las grandes deudas que tiene Latinoamérica con el colectivo travesti-trans”, dice Alma a VICE. Está convencida que “es un arma poderosa” que rompe las barreras de la esclavitud y la opresión. “A muchas personas le sirve que no salgamos de la calle. Cuando estudiamos producimos conocimiento y empezamos a hablar por nosotras mismas. Estudiar me cambió la vida”, reconoce.

Alma se acercó al “Bachi de las travas” cuando tenía 30 años. Un día que estaba con sus compañeras pasaron unos pibes y les dijeron que eran de una escuela trans que funcionaba en Chacarita. Las chicas los sacaron corriendo porque siempre hay mucha desconfianza. Pero les dejaron un volante que Alma guardó. “El nombre del Bachi me despertó algo”, recuerda. Ella tenía una tía a la que le decían La Mocha, como llaman en Tucumán a las personas con rulos. Además, el apellido de su abuela es Celis.

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“Me acerqué y ahí empecé a estudiar”, recuerda. En 2016 egresó con el título de Bachiller Perito Auxiliar en Desarrollo de Comunidades. Después cursó la Diplomatura en Género y Participación Política en la Universidad Nacional de General Sarmiento.

Mocha Ayelen Gómez

El Bachi de las travas

Aunque el ciclo lectivo todavía no ha empezado, en el quinto piso del edificio de la Mutual Sentimiento una ronda de casi 40 personas se dispone a intercambiar un sábado a la tarde sobre el “Fenomenologías de las identidades trans”. El curso está a cargo de la activista trans Lara Bertolini.

Manicuría, yoga, defensa personal feminista, danza y el Encuentro Binacional Travesti Trans son solo algunas de las actividades que se desarrollaron este verano en el “Bachi de las travas”. La agenda desborda. “La Mocha” es mucho más que un lugar donde terminar la escuela: es una trinchera, un hogar para la comunidad LGBTIQ. Pero también para otros colectivos que se ven oprimidos por cuestiones raciales, étnicas, de clase o edad.

“La Mocha es una travesti más”, dice a VICE Francisco Quiñones, el director. Para él, el Bachi es una travesti más que pelea por la supervivencia frente a las violencias estructurales en un país donde la expectativa de vida de las personas trans es de entre 32 y 35 años. Para las travestis llegar a vieja es sobrevivir. Solo el uno por ciento lo logra.

Quiñones explica que el Bachi no tiene financiamiento integral. Se sostiene por aportes de docentes y estudiantiles. Formalmente establecido como el UGEE n°16, “la Mocha” ofrece un plan de estudios de tres años y depende de la Dirección de Educación del Adulto y el Adolescente de la Dirección General de Educación de Gestión Estatal. Es un espacio educativo especialmente dirigido a travestis, mujeres y varones trans. Garantiza a sus estudiantes el acceso a una educación libre de discriminación.

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Pero el Bachi no es exclusivo para personas trans: es un lugar inclusivo que piensa la diversidad de género y la diversidad cultural. Cada curso cuenta con alrededor de 35 a 40 estudiantes: madres solteras, mujeres de más de 50 años que quieren terminar el secundario, vecinos y vecinas de la villa La Fraga, migrantes y afrodescendientes encuentran un espacio de formación que no los expulsa como históricamente lo hizo la escuela tradicional.

Por su paso por la Mocha, Alma Fernández junto a sus compañerxs crearon el primer centro de estudiantes trans y el área de Bienestar estudiantil, desde donde acompañan las historias individuales de estudiantes que llegan con problemas de salud, vivienda o adicciones, entre otras problemáticas. Hoy, Alma sigue activamente vinculada al Bachi: “estudiar tiene que se parte de otra cosa, tres años es poco”.

Escuela Mocha Celis

Mocha, el Bachillerato

Mocha Celis era el nombre de una travesti tucumana que trabajaba en el barrio porteño de Flores cuando los edictos policiales eran el imperativo con el cual la violencia institucional anulaba cuerpos trans, travestis y de trabajadoras sexuales en general. Lohana Berkins contó en un artículo publicado en el suplemento Soy, en 2011, que una noche la llamaron otras compañeras para avisarle que Mocha había desaparecido. En la búsqueda, un dato de una abogada las llevó hasta el Hospital Penna. Ahí se encontraron con una chica que había muerto atravesada por tres tiros. Era ella. No pudieron hacer la autopsia ni la denuncia porque no eran familia biológica. El sistema de administración de justicia tradicional no está pensado para otras comunidades afectivas. ¿Qué pasó con Mocha? Fue un misterio para sus compañeras. Siempre creyeron que la había matado el comisario de la 50 pero nunca pudieron comprobarlo. De todos modos, ese día fueron a la comisaría, prendieron velas y con las luces formaron una silueta para denunciar el travesticidio de su compañera.

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Mocha no sabía leer ni escribir. Cuando la llevaban detenida, ella le pedía a sus compañeras que les leyera. Berkins contó, en el mismo artículo, que durante alguna de las detenciones otra compañera dijo en el calabozo: “Aprovechemos que estamos acá adentro y enseñale a Mocha. Pero hacelo de manera que ella no se sienta mal, que no se sienta menos”. Que el primer Bachillerato trans para todos y todas lleve su nombre es una forma de justicia social. Una manera trascendente de mantener su memoria encendida.

Escuela Mocha Celis

Un título oficial

El director Quiñones venía de hacer el documental “Furia Travesti”. Agustín Fuchs, otro de los fundadores, estaba trabajando en despatologización. “No se tocaba el tema trans ni la falta de acceso a la educación. Teníamos como antecedentes algunos intentos que había llevado adelante Diana Sacayán para que en las escuelas de la provincia de Buenos Aires se respetara la identidad autopercibida”, recuerda Quiñones en diálogo con VICE.

“La Mocha” se inauguró el 11 de noviembre de 2011, cuando todavía faltaban algunos meses para que se aprobara la Ley de Identidad de Género en Argentina. Sancionada el 9 de mayo de 2012, estableció el reconocimiento de la identidad de género de todas las personas y su libre desarrollo. En principio permitió que las personas trans fueran inscriptas en sus documentos personales con el nombre y el género autopercibido.

El cambio fue más que una modificación del documento: estableció un cambio de paradigma en una época marcada por la ampliación de derechos. La legislación ordenó, por ejemplo, que todos los tratamientos médicos de adecuación a la expresión de género sean incluidos en el Programa Médico Obligatorio, lo que garantiza una cobertura de las prácticas en todo el sistema de salud, tanto público como privado.

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En 2010, el Congreso había aprobado la ley de matrimonio igualitario. Argentina fue el primer país de América Latina en reconocer este derecho en todo su territorio nacional.

Tras la aprobación de la Ley de Identidad de Género, lxs fundadorxs del Bachi lograron el apoyo de los ministerios de la Nación y Ciudad para que sus egresadxs tuvieran un título oficial.

La primera promoción de egresadxs recibió los diplomas y medallas de finalización de estudios en un acto en la sede del Ministerio de Educación de la Nación. Virginia Silveyra fue la abanderada: llevaba la bandera nacional junto a dos compañerxs que cargaban la whipala, emblema de la diversidad cultural, y la bandera arcoiris del orgullo LGBTIQ.

Estudiantes de la escuela Mocha Celis

El derecho a la educación

En Argentina, el derecho a la educación está consagrado en la Constitución Nacional desde 1853. El Estado es el responsable de proveer educación pública, estatal, laica y gratuita. La mayoría de las personas trans han estado históricamente relegadas del ejercicio del derecho a la educación por la pobreza y la discriminación.

En 2005 se publicó “La Gesta del Nombre Propio”, el primer censo travesti que permitió contar con datos y romper el círculo de la invisibilidad oficial. Por primera vez se registraba el estado de situación sobre violencias, vivienda, salud y educación del colectivo travesti-trans en la Argentina. Para aquel entonces, el 64 por ciento de las personas encuestadas que se había autopercibido con una identidad trans antes de los 13 años no había terminado la escuela primaria. Más de una década después, la situación mejoró relativamente en el aspecto educativo. "La revolución de las mariposas", un completísimo informe realizado en conjunto por el propio Bachillerato popular trans Mocha Celis y el Programa de Género y Diversidad Sexual del Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, señala que de un total de 202 personas, casi el 60 por ciento de las mujeres trans y travestis tiene un nivel educativo alcanzado inferior al establecido como obligatorio por el Estado que es el secundario completo. Si este porcentaje se compara con la media de la población en general de la Ciudad, mayor de 25 años, el número desciende al 29 por ciento.

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Si la pregunta se invierte y la consulta es sobre quiénes de lxs encuestadxs estaban estudiando al momento de la encuesta, para 2005 sólo el 10,4 por ciento, mientras que en 2016 lo estaban haciendo el 26 por ciento de las mujeres trans y travestis encuestadas. Estos pequeños cambios son, de alguna forma, resultado de la Ley de Identidad de Género y de políticas inclusivas como la propia creación del Bachillerato Popular Trans Mocha Celis.


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Del total de las mujeres trans y travestis que dijeron estar estudiando en 2016, el 50 por ciento se encuentra cursando el nivel secundario. Pero su formación no queda en el bachillerato: un 16 por ciento dijo estar estudiando en la universidad. Lara Bertolini no estudió en la Mocha, pero además de dar cursos y talleres en el Bachillerato, su espacio activista, cursa Derecho en la Universidad de Avellaneda. Lo mismo Alma Fernández, que ahora quiere estudiar Comunicación en la Universidad Nacional de Avellaneda.

Si bien hay iniciativas de acompañamiento educativo en la previa a la universidad en Chile, subsidios para personas trans en Brasil y algunas experiencias en Centroamérica, la experiencia de la Mocha es única. Y es una isla en un continente hostil. “No hay políticas públicas para salir de la situación de discriminación y violencias”, cuenta a VICE Francisco Quiñones. Producto del travesticidio social, entre enero y febrero murieron tres personas que habían pasado por el Bachillerato. El asesinato es el último eslabón de una cadena de violencia y exclusión social, política, económica estructural y sistemática. La última compañera que tuvieron que despedir fue Antonella Quinteros, egresada de 2015.

Otro de los travesticidios que atravesaron a la Mocha fue el de Ayelén Gómez. Su cuerpo lo encontraron el sábado 12 de agosto bajo las tribunas del Lawn Tennis de San Miguel de Tucumán antes de que empezara un partido de rugby. Estaba golpeada y con signos de haber sido asfixiada, lo cual fue confirmado por la autopsia. Tenía 31 años. En 2012 ella había denunciado a la policía tucumana y se fue a Buenos Aires, a estudiar en el Mocha Celis, pero en 2016 volvió a su provincia.

La comunidad de la Mocha tiene una presencia activa en las asambleas feministas convocadas por el colectivo Ni Una Menos. La exigencia de “Basta de travesticidios” y “Cupo laboral trans” son demandas que estuvieron presentes en el 8 de marzo en el Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans.