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Marca España

En defensa del nuevo ‘Ecce homo’ de Navarra

Los responsables de una tienda de manualidades restauran una escultura del siglo XVI y, pese a ser una mierda, no está tan mal como dice.
Vía Twitter

Ha vuelto a pasar, una iglesia ha encargado una restauración de una obra de arte a un equipo de personas que no son restauradoras. Ecce homo reaparece en nuestra cabeza. Ha pasado en Estella, Navarra, donde una empresa de restauración llamada Karmacolor (que también parece ser una tienda de manualidades) ha repintado una escultura del siglo XVI que representa a un San Jorge. Esto es lo que han hecho. Miradlo bien.

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Sí, ha vuelto a pasar, y como era de esperar, los restauradores se han indignado y piden que se corten cabezas. Quieren —¡exigen!—, justicia.

Y sí, ha vuelto a pasar: los perpetradores de tal restauración me generan un extraño sentimiento de pena. Pienso en esta gente que ha trabajado con toda la buena fe del mundo y que, de repente, descubren a través de críticas externas que han hecho una mierda. Y no solo eso, sino que también se les acusa de haber destruido una obra de arte ejemplar del siglo XVI. Su inocencia duele y quiero abrazarlos y decirles que “no pasa nada”, que “todo va a salir bien” pero sé perfectamente que todo está perdido y que no saldrán de esta.

Pero, ¿y si esta restauración no es una basura?

Objetivamente podemos apreciar que el resultado es infinitamente más correcto que su predecesor, el Ecce homo de Cecilia Giménez Zueco, pues al menos la obra final parece representar lo mismo que la original: una figura humana. La ejecución es más que correcta y la pericia es muy superior a la de cualquiera de nosotros. Pero esto no es lo importante. El tema es que, con un estilo parecido al de un adolescente que lleva un año pintando figuritas de Warhammer, la gente de Karmakolor ha logrado crear una pieza que resalta y exagera (casi como una caricatura) los defectos del original mediante un extremo lijado, varias capas de escayola y una envidiable elección cromática. Los de Karmacolor no han destruido nada, simplemente lo han evidenciado.

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En el Siglo de Oro también se equivocaban, estoy seguro que la gente entraba en la capilla de la iglesia de San Miguel de Estella y, al ver la escultura pensaban que era un truño

Es hipócrita mirar el resultado final e indignarse, pues, si miramos el original, este resulta ser muy parecido, no hay nada que esté en el nuevo San Jorge que no estuviera ya en el original del siglo XVI. Lo que tenemos delante de nosotros es una hipertrofia del referente, una exageración de los defectos de la obra original, es, por lo tanto, una ventana hacia el error primigenio.

La cara de tarugo de la aportación del siglo XXI se intuye perfectamente en el modelo anterior. Es muy insensato considerar que lo nuevo siempre estará por debajo de lo antiguo, siempre serán mejores los Beatles que los Gories; Beardsley que Pettibon; Welles que von Trier, ya me entendéis, esa adoración a los grandes maestros, creer casi como un acto de fe con su superioridad.

Antes también se hacían mierdas, no pasa nada. El San Jorge original de Estella era ya una basura en el siglo XVI. En el Siglo de Oro también se equivocaban, estoy seguro que la gente entraba en la capilla de la iglesia de San Miguel de Estella y, al ver la escultura, espetaban “pero menudo truñaquen, tendrían que haber contratado a un escultor profesional, ¿no crees Evaristo? Venga, larguémonos de aquí y vayamos a sisarle unas viandas al talabartero ciego”.

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El nuevo San Jorge es una obra que conecta con el S.XXI: la ironía, los fails, los memes…

Como en el caso del Ecce homo, ahora la gente es consciente de que existe esta pieza. Antes, ¿quién visitaba este pequeño pueblo navarro para ver este San Jorge? NADIE. Está claro que ahora surgirá un grupúsculo de interesados en esta localidad, la gente querrá tocar con la yema de sus propios dedos el rostro infantiloide del San Jorge de Karmacolor. Recordemos que la entrada de Wikipedia del Ecce homo nació a raíz del incidente.

Sin la restauración demencial, esa obra de Elías García Martínez habría sido olvidado por la historia, pues no era más que un ejemplar nada destacable de la pintura religiosa del siglo XIX, un conjunto de trazos cuyo único valor era su propia antigüedad. De la misma forma, tampoco existe una entrada de Wikipedia con el San Jorge de Estella, cosa que podría cambiar en los próximos días a raíz del supuesto incidente.

Defendamos el San Jorge de Estella porque, a diferencia del original, es una obra que conecta de una forma particular (a través de la ironía, los fails y los memes) con la gente del siglo XXI. Una colaboración entre dos artistas que se extiende a lo largo de cinco siglos, una máquina del tiempo hermosa y delicada. Su función ya no consiste en recordarnos cómo funcionaba el pasado sino en hacernos comprender cómo se organiza el presente. Bienvenidos a una nueva forma de arte: convertir lo olvidado, lo ordinario y lo mediocre en algo relevante.

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