Los peores comensales de 2015
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Comida

Los peores comensales de 2015

Los comensales pueden ser unos idiotas ¿Qué es lo que hace que el pagar por el privilegio de entrar a un lugar y ordenar comida vuelva a las personas divas?

Los clientes de restaurante pueden ser unos idiotas ¿Qué es lo que hace que el pagar por el privilegio de entrar en un edificio y ordenar comida convierta a las personas comunes en Mariah Careys en modo diva, listas para hacer berrinche por una guarnición de papas desacomodadas o para amenazar con acciones legales porque nadie mencionó que la aiolia contiene lácteos?

Puede que nunca lo sepamos. Pero una cosa es segura, los empleados de la hotelería ENLOQUECEN cuando se trata de quejarse de lo terrible que estuvieron esos trabajadores borrachos en la mesa para ocho personas la noche anterior. Y, si la incorporación de Restaurant Confessionals este año es algún tipo de guía, ¿quién puede culparlos?

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Entre las demandas poco razonables, los niños demoníacos y la terrible sensación de derecho es difícil coronar al único cliente más idiota de 2015. Pero lo vamos a intentar.

En primer lugar uno de los contendientes más fuertes del año: el tipo que cree que sabe más que todos los meseros y personal de cocina del restaurante.

Viene en gran cantidad de presentaciones: el idiota que truena los dedos y que necesita ser atendido de inmediato, la flor delicada que no puede sentarse en un pasillo, o el clásico foodie sabe-lo-todo. Ha estado en Italia, ya sabes. Te puede decir que esta pasta no está cocinada al dente.

Pero este tipo no es nada en comparación con el cliente de brunch. Como cualquier mesero recién salido del turno de una mañana de domingo te confirmará, hay un rincón especial del infierno reservado para las personas que pasan cuatro horas comiendo órdenes de chilaquiles, acompañado de pan dulce, café y jugo fresco.

Pero, ¿sabes qué es peor que una mesa de clientes de desayunos olvidadizos? Sus niños. Todos esos chamacos babeantes, gritones y arruina baños. Basta con un turno esquivando niños gateando mientras cargas platillos de comida caliente para alejar incluso a la mismísima Madre Teresa de los pequeñitos.

Dejando de lado a los engendros del diablo, tristemente son las mujeres del mundo de la hospitalidad las que más tienen que enfrentarse al comportamiento de los clientes idiotas. Muchas meseras se habrán encontrado con el cliente mano larga o el borracho espeluznante en un turno de tarde-noche. Terrible.

Con todo esto en mente, no es de extrañar que una dueña de restaurante dijera que todo este negocio la convirtió en una persona horrible y otra mesera dice que se ha convertido en una mentirosa patológica.

Pero no tiene por qué ser así. Tú puedes poner tu granito de arena para borrar el mundo de los clientes de restaurantes con derechos y conducirnos a una existencia en la que los meseros y comensales estén en perfecta armonía.

Deja toda la propina que puedas, recuerda tus modales, y siempre, siempre sé amable con tu mesero.