Robert ​Prosinečki y su inverosímil paso por el Portsmouth
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Robert ​Prosinečki y su inverosímil paso por el Portsmouth

Robert Prosinečki tenía tanto talento que la Segunda División inglesa era como jugar con niños. Después de todo, en su historial destacaban una Copa Europea, cuatro campeonatos internacionales, y partidos en el Camp Nou y el Santiago Bernabéu.

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La comparación más obvia: fumando en el campo, al igual que fuera de él. Los rumores son ciertos. Robert Prosinečki no desperdició sus medias partes jugando en el Portsmouth escuchando los débiles discursos de equipo e innovaciones tácticas de Graham Rix. Se iba al baño para encender un ansiado cigarrillo. Si no preguntadle a Linvoy Primus, no os mentirá. Prosinečki no necesitaba escuchar, porque era un futbolista con tanto talento que la Segunda División inglesa era un juego de niños para él. Resulta maravilloso que este jugador creativo de 32 años, pasado de peso y amante de los cigarrillos, terminara en la costa sur, pero gracias a ello, Fratton Park es hoy un lugar más opulent.

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En 1998, el empresario serbio-estadounidense Milan Mandarić tomó el control de Portsmouth, y continuó el hábito de coquetear inapropiadamente (aunque nunca se dio) con el descenso a la tercera división. En mayo de 2001, la situación empeoró cuando el equipo necesitaba una victoria por 3-0 en casa ante el Barnsley para mantenerse en segunda; esto no era lo que Mandarić esperaba del fútbol inglés cuando se aventuró a tomar las riendas del club. Se requería cortar en seco el patrón, y rápido. Se necesitaba un talismán, un jugador que fuese la imagen de este "gigante dormido" que no abandonaba el sueño de la Primera División. Mandarić tenía al hombre perfecto para el trabajo, "un regalo para los fans de Pompey", dijo. Vaya, que fue un buen regalo.

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Pongamos las cosas en contexto para demostrar la importancia del regalo de Mandarić. Robert Prosinečki fue una super estrella hecha y derecha en la época de los 90, pero su ascenso no se dio sin algo de controversia. Cuando tenía 17 años, Prosinečki marcó en su debut profesional con el Dinamo de Zagreb, pero su padre se peleó con el entonces entrenador Miroslav Blazevic, quien afirmó que se comería su certificado de entrenador si algún día veía a Prosinečki convertirse en un futbolista de éxito. A esto le sucedió un período en el Estrella Roja de Belgrado, donde destacó y pronto se convertiría en uno de los jóvenes con más talento y más cotizados de Europa, ganando tres títulos de liga, una Copa de Yugoslavia, y la Copa Europea en 1991, en cuya final el jugador de 22 años abrió el marcador desde los 11 metros. Este período adornado de triunfos le llevaron a fichar por 15 millones de euros por el Real Madrid, pero a pesar de las grandes expectativas, las lesiones y una evidente falta de adaptación al esperado estilo de vida nunca lo dejaron alcanzar su verdadero potencial.

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Pasó tres años más en España después de su paso por el Real Madrid jugando en Oviedo, Sevilla, y Barcelona (convirtiéndose en el octavo jugador que visitó ambas camisetas). A nivel de selecciones, Prosinečki jugó para Yugoslavia y Croacia, participó en la Copa del Mundo de 1990 y, después, en la Euro de 1996. Formó parte de la escuadra croata que terminó en tercer lugar en Francia 98, y fue quien anotó los dos goles en el partido por el tercer puesto.

Prosinečki con la camiseta croata en Francia 1998 // PA Images

A pesar de su completa falta de preparación física, Prosinečki viajó a Japón y Corea del Sur para el Mundial de 2002: así de influyente era para su selección. Después de todo, poseía en su historial una Copa Europea, cuatro campeonatos internacionales, y pasó por el Camp Nou y el Santiago Bernabéu. Después, de la nada, Robert Prosinečki, firmó un contrato de un año para jugar en Fratton Park.

Aquel equipo del Portsmouth en la temporada 2001-02 jugaba por debajo de la media, cuando le iba bien, y como prueba de ello, sólo habían ganado dos partidos, por lo que cayeron hasta el puesto 17 de la tabla. Nigel Quashie y Shaun Derry no podía creer que Prosinečki estuviese alineando con ellos en el centro del campo. Un joven Peter Crouch anotó la impresionante cantidad de 18 goles en 37 partidos antes de que el Aston Villa se lo llevara por 5 millones de libras. Entre tanta mediocridad, el croata que no persiguió un solo balón o cabeceó un solo centro le dio al cuadro de Fratton una pequeña prueba de lo que se aproximaba. Era el precursor de Paul Merson, Lassana Diarra, y Niko Krancjar, quienes pisarían el césped de Fratton Park en los años siguientes.

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Las cosas empezaron bien. Dejando de lado la derrota en el partido inaugural en casa ante el recién descendido Bradford City –ocasión que pasó a segundo plano por la inesperada y trágica muerte del central de Portsmouth, Aaron Flahavan un par de semanas antes– el club ganó cinco de sus primeros ocho encuentros, y sólo perdió contra Bantams. Prosinečki era influyente. Siempre que podía jugaba con los defensas, que se tropezaban. Lee Bradbury, el mencionado Crouch y el escocés Mark Burchill se aprovecharon al máximo del genio que tenían a su disponibilidad; Prosinecčki pesaba por sus anotaciones en partidos clave contra Crystal Palace y Stockport County.

El increíble partido ante el Barnsley un viernes por la noche obligó a Rix a sustituir a Prosinečki a cinco minutos del final para que la grada le aplaudiera el espectáculo que había liado en la victoria del Portsmouth por 4-1. Prosinečki estaba furioso, pero su actuación puso fin a los cuestionamientos de su edad. Sin embargo, al puro estilo del Portsmouth de la era pre-Premier League, el tren se descarrilaría de manera escandalosa. Rix perdió el control del vestuario y comenzó a sumar derrotas consecutivas en todas las competiciones. Es decir, menos de una victoria por mes. Prosinečki fue quien se encargó de mover los hilos, en realidad le importaba ganar, y se molestaba al darse cuenta que sus compañeros no estaban a su nivel.

Prosinečki contraTresor Luntala // PA Images

La estancia de Prosinečki en la costa sur está mejor representada por aquella semana de febrero. Este macrocosmos se dio en forma de un empate a cuatro goles en casa ante Barnsley, y una derrota por 4-3 en el campo del Sheffield United. El primer sábado de dicho mes, Prosinečki anotó un hat-trick realmente increíble y cerró con broche de oro gracias a un gol de tiro libre para poner a su equipo 4-2 en solo seis minutos. Los 12.756 asistentes en Fratton Park celebraban al genio que tenían el privilegio de ver jugar. No obstante, la expulsión de Linvoy Primus por un supuesto cabezazo y algunos tropiezos en la defensa transformaron la victoria parcial en un empate a cuatro goles. Los fieles del Fratton ni siquiera se cabrearon, sólo sintieron pesar por Prosinečki. No podía hacer más. Una semana después, la situación siguió desesperando a Prosinečki. Un gol y dos asistencias ayudaron al Portsmouth a empatar a tres con Bramall Lane, hasta que en el minuto 95 concedieron un gol. Prosinečki había anotado el último de sus nueve goles con el club, y nadie podía culparlo. Era un oasis de calma y calidad en medio de un circo escandaloso.

En la actualidad, Prosinečki supervisa a la selección de Azerbaiyán que hace poco ganó a Noruega por la mínima y le clavó un gol a Alemania. Como pueden imaginarse, el tipo de fútbol implementado por Prosinečki es de un valor estético bastante elevado. Aún más satisfactorio para los fans del Portsmouth es saber que su ídolo sigue pendiente del marcador en al League 2. Es válido afirmar que fue él quien inauguró un sentimiento especial en dicho club que de alguna forma Harry Redknapp prolongó en sus años jugando en Primera División. Ahora que se busca salir de la segunda división por cuarta vez y con un serio interés del expresidente de Disney, el multimillonario Michael Eisner, los fans del Portsmouth podrían estar esperando al siguiente futbolista exmadridista y exculé que pueda iniciar una segunda revolución futbolística en el club.

**@gregkitchin para **@TheFootballPink