La vigorexia está dañando a la comunidad del fisicoculturismo
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La vigorexia está dañando a la comunidad del fisicoculturismo

Hay una línea delgada entre ser una persona saludable y una obsesiva.

Este artículo se publicó originalmente en Tonic, nuestra plataforma dedicada a la salud.

Estábamos bebiendo vino cuando mi mejor amiga exclamó: "¡Voy a ser una modelo de figura!"

"¡Oh, genial!" Traté de imitar su entusiasmo, pero sinceramente no tenía idea de lo que estaba hablando. "Um, ¿qué es una modelo de figura?"

"Una fisicoculturista competitiva", explicó. Me sorprendió. Mi mejor amiga, Amanda Anderson, era la persona más pequeña que conocía y no porque no comiera. Cuando éramos pequeñas, ella podía engullir una decena de hot cakes para el desayuno. Al parecer, tenía un metabolismo increíblemente rápido.

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Quizás no debería haberme sorprendido; el fisicoculturismo competitivo requiere un nivel antinatural de autodisciplina y eso es algo que mi mejor amiga posee con certeza. Cuando teníamos veinte años, bailábamos toda la noche en el antro, luego tomábamos el tren de las 5 AM, y me iba a dormir mientras ella pasaba un día entero en el trabajo. Tal vez ese compromiso furioso la preparó para este deporte intenso.

Y debido a esta intensidad, la vida de Amanda ha cambiado. Está más dedicada al gimnasio que nunca. Se ejercita durante dos o tres horas al día durante la preparación para una competencia y sus hábitos alimenticios han cambiado considerablemente. "El objetivo es volverse siempre más grande, ser mejor que la última vez", me dice. Y Amanda insiste en que el fisicoculturismo ha mejorado su salud y que está más sana que nunca, no sólo físicamente, sino también mentalmente.


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Para algunas personas, la tensión controlada del fisicoculturismo lo convierte en una forma ideal de acondicionamiento físico. Los entrenadores profesionales y los médicos están de acuerdo en que la práctica puede ser benéfica si los participantes respetan ciertos límites. Pero hay círculos dentro de la comunidad fisicoculturista que defienden prácticas peligrosas y extremas. Estas personas repiten clichés como "sin dolor, no hay ganancia" como si fuera la Biblia. Y algunas personas tienen factores de riesgo que nos son visibles, los cuales pueden hacer que el fisicoculturismo sea un peligro para la salud. Hay una condición psiquiátrica que aqueja la industria llamada dismorfia muscular, que para algunos puede ser mortal.

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"El fisicoculturismo es un deporte que cualquier persona puede hacer si está dispuesto a comprometerse con el trabajo duro", dice el atleta olímpico y entrenador personal Maik Wiedenbach. "Querer ser más grande y mejor es normal en el fisicoculturismo, puedes hacerlo y seguir siendo saludable". El problema es que "las personas con dismorfia muscular no piensan en otra cosa, harán cualquier cosa para volverse más grandes y arruinar sus vidas".

La dismorfia muscular (DM), popularmente conocida como "vigorexia" o anorexia inversa, es una enfermedad psiquiátrica cada vez más frecuente. Actualmente está clasificada como un subtipo de trastorno obsesivo compulsivo, pero algunos médicos piensan que está más relacionada con un trastorno alimentario.

Stuart Murray, psicólogo clínico y codirector de la Asociación Nacional de Varones con Trastornos Alimentarios, explicó que los pacientes con DM a menudo muestran "hábitos desordenados de ingesta de alimentos, reglas rígidas de consumo de proteínas, tener que comer cada X número de horas, tener que comer X cantidad de gramos de proteína por peso corporal, y angustia si se desvían de este plan. Y vemos prácticas de ejercicio bastante compulsivas, generalmente orientadas al desarrollo de la musculatura", las cuales pretenden aumentar la musculatura y propiciar la pérdida de grasa corporal para definirla.


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A simple vista, estas características son aterradoramente similares a los hábitos promedio de la mayoría de los fisicoculturistas competitivos. Sin embargo, Murray enfatiza: "El fisicoculturismo en sí mismo no es patológico, pero hay un cierto número de personas que presentan una propensión a, y los factores de riesgo asociados con la dismorfia muscular que gravitan hacia el fisicoculturismo". No existen suficientes investigaciones para determinar quién está más en riesgo.

El fisicoculturismo saludable es posible si una persona es capaz de hacer que el deporte sea una prioridad sin dejar que perjudique sus vidas. Los atletas saludables pueden desear aumentar su volumen, y pueden seguir un plan de entrenamiento y de alimentación riguroso, pero todavía pueden reconocer y celebrar sus logros. Por otro lado, las personas que sufren de DM tienen a menudo una percepción errónea acerca de su apariencia. No ven su propia masa muscular; creen que son pequeños o que no tienen definición. Incluso usan varias capas de ropa para camuflar su cuerpo o evitar situaciones sociales. Más que nada, temen perder peso o volverse más pequeños.

Wiedenbach, que ha entrenado fisicoculturistas durante una década, atribuye el trágico suicidio de uno de sus amigos a la DM. "Él pesaba 106 kilos y no salía de su casa sin ejercitarse antes. Eventualmente dejó de salir por completo porque quemaba calorías. Para las personas con este trastorno, la vida se convierte en un ciclo de ejercitarse, comer, dormir y planificar la próxima comida". Los intentos de Wiedenbach de ayudar a su amigo fueron rechazados y la conducta compulsiva lo llevó al abuso de drogas, a divorciarse y a perder amistades, antes de que acabara finalmente con su propia vida.

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Tristemente, esta historia es común. Wiedenbach ha visto cómo numerosos atletas acaban con dismorfia muscular. "Algunos recurren a la prostitución para pagar el estilo de vida", aclara. La dismorfia muscular es costosa. Los costos del entrenamiento, la comida, los viajes y las competencias se apilan rápidamente, pero cuando abordas los costos de las drogas para el ejercicio, se vuelven exorbitantes. "Hay una industria fetichista dispuesta a pagar mucho dinero para estar con fisicoculturistas masculinos y femeninos, algunas personas pagan sólo para tocar sus músculos". Y las personas con dismorfia muscular están dispuestas a hacer lo que sea necesario para volverse más grandes.

Desafortunadamente, tratar de ayudar a alguien con DM es a menudo inútil. Las personas con este trastorno tienden a reunirse y perpetuar las ilusiones del otro. "En algunos círculos, es bien visto sacrificar partes importantes de tu vida o separarte de tu pareja para poder cumplir con tus metas", dice Murray. Wiedenbach describe una "mentalidad de muchedumbre" entre los más enfermos; una subcultura donde se pasa por alto la salud y se alientan las prácticas peligrosas en nombre de volverse más grandes.

Murray está de acuerdo: "A menudo los que la padecen no la perciben como una condición psiquiátrica, muchas veces incluso pueden verla de un modo favorable", lo que significa que muy pocos buscarán tratamiento. Y debido a que este trastorno es tan desconocido, los que buscan tratamiento reciben con frecuencia malos diagnósticos, señala. La DM afecta predominantemente a los hombres, pero también puede afectar a las mujeres. La investigación publicada en Comprehensive Psychiatry encontró que la dismorfia muscular afecta al 8.3 por ciento de los fisicoculturistas competitivos, mientras que un estudio sudafricano encontró que hasta el 53.6 por ciento de los competidores profesionales presentaban síntomas de DM. Es probable que la diferencia en estas estadísticas se deba al pequeño tamaño de la muestra; no se han realizado estudios a gran escala sobre la dismorfia muscular.

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En la experiencia de Wiedenbach, las personas con DM a menudo "se enferman por las drogas antes de buscar ayuda". Aquellos que no la reciben pueden recurrir al suicidio y al abuso de drogas. Murray señala que la naturaleza de la enfermedad hace que las personas que la padecen tengan un mayor riesgo de disfunción renal y tiroidea.

En la rara ocasión en que se diagnostica el trastorno correctamente y el individuo está dispuesto a buscar ayuda, con frecuencia se trata con terapia cognitivo conductual, antidepresivos y medicamentos para la ansiedad. Pero es importante señalar que no hay estudios controlados que examinen los tratamientos para la dismorfia muscular. Además, se desconoce si los pacientes pueden seguir compitiendo mientras reciben el tratamiento. Wiedenbach admite que llevar a una persona en recuperación por DM a una competencia podría ser "como llevar a un alcohólico a una tienda de licores".

Así como hay mayores tasas de anorexia nerviosa en la industria del ballet orientado al físico, claramente existe una cantidad desproporcionada de dismorfia muscular dentro de la comunidad del fisicoculturismo competitivo. No sabemos si la defensa de una forma ideal del cuerpo contribuye a este desorden peligroso, o si los individuos en riesgo están particularmente atraídos por el deporte, o ambas opciones. Esperemos que con la investigación y la concienciación, la industria pueda fomentar actitudes y objetivos más saludables para los fisicoculturistas.