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¿Pero qué haces en pelotas Milo Moiré?

Hablamos con la artista sobre sexismo, desnudez, psicología e inmigración.

(NSFW) Este artículo incluye contenido explícito. 

Todas las fotos cuentan con la autorización de Milo Moiré.

¿Recuerdas esa escena de Deadpool cuando Wade se pega por equivocación con una mujer villana? Y cuando se da cuenta de que su enemigo es una mujer se disculpa en el acto: “¿Soy sexista si te pego? ¿O soy más sexista si no lo hago?”. Con Milo Moiré, tenemos el mismo dilema.

Milo Moiré, la performer y joven musa de 33 años es conocida por sus espectáculos improvisados en los que aparece completamente desnuda en un museo sosteniendo a un bebé en brazos, en un tranvía en Düsseldorf con el nombre de la ropa que debería llevar puesta escrita directamente sobre su piel o haciéndose selfies en el Trocadero, en París. Según explica, utiliza la desnudez como vehículo para la igualdad y su sexo como una fuente original de creación.

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Pero a los ojos de mucha gente Milo Moiré no es más que una Barbie que no deja de ser noticia por mostrar casi tanto como el clan de Kanye —solo hay que echar un vistazo a su Instagram— y vende sus fotos y vídeos no censurados en la página web www.unlimitedmuse.com. Hace poco, Milo, que también es licenciada en psicología, posó ante la catedral de Colonia con un cartel que decía “¡Respétanos! Que estemos desnudas no significa que estamos disponibles para todos”. Fue una reacción ante los ataques que sufrieron algunas mujeres durante la noche de fin de año, que acabaron con 31 detenidos, de entre los cuales 18 eran solicitantes de asilo. Fue una sutil contribución artística que no ayudó a calmar el debate sobre la bienvenida de refugiados sirios, iraquís o afganos a la remilgada región de Renania del Norte-Westfalia.

A mí me parece que si Milo hubiera tenido algunos pelos a la vista, podríamos haber visto en la performances un sentido de exhibicionismo comercial y un acto más de subversión y provocación utilizando la desnudez, pero quizás solo se trate de una exprsión del sexismo inconsciente y excéntrico de la artista, no estoy seguro.

¿Es Milo Moiré arte o prostitución? Nos pusimos en contacto con la artista para tratar de averiguarlo.

The Script System (2013), Dusseldorf, Alemania

Milo, ¿cuál es tu secreto para no pillar un resfriado tras tus performances?
(Risas) Nada en especial. Debo confesar que me pongo enferma bastante a menudo. Como sabes, la mayoría de mis performances las hago en Colonia y Düsseldorf, que no son precisamente las ciudades más cálidas de Europa. Cuando me desnudo, me concentro mucho para que el frío no influya en mi performance. Intento tener mi cuerpo bajo control en la medida de lo posible.

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Cuando te pillaron en París, en el Trocadero, pudiste experimentar otro tipo de control, el de la policía…
Pasé quince horas en prisión preventiva. Fue la primera vez en mi vida que estuve en la cárcel y que me tuve que enfrentar a la ley de una forma tan ruda. Hacía frío y la celda era pequeña y estaba hecha una mierda. Pero aun así no quise dormir, quería poder vivir profundamente ese momento en la cárcel. La paradoja era que me estaban privando de mi libertad por haber utilizado mi cuerpo de la forma en la que yo quiero.

Sí, si hubieras estado en Nueva Delhi o Riyadh habría sido de otro modo, supongo que se te habrá pasado eso por la cabeza. 
Por supuesto, y de hecho rechacé hacer una performance el año pasado en Miami porque sabía que podían negarme la entrada a los EE.UU. si me pillaban.

Según la ley francesa “La exposición indecente en público de forma deliberada está sujeta a un año de prisión y una multa de 15.000 euros”.
Pero esa exposición no está prohibida en Alemania o Suiza. Mira, mi intención no es poner en cuestión los límites legales de nuestras sociedades occidentales, que para mí no son de los peores en relación con este tema. Ni siquiera pretendo cuestionar la ética general. Lo único que hago es celebrar el arte viviendo y utilizando mi cuerpo de la forma que yo quiero hacerlo. La dimensión pública es fundamental para mi enfoque conceptual y quiero que sea tan democrática y abierta como sea posible. Quiero que se presente de forma natural para todo el mundo y no solo para un número limitado de clientes de una galería. Además, son los hombres los que controlan la gran mayoría del arte contemporáneo del mundo. Quiero poder expresarme ante el mayor número de personas posibles, por eso la realidad y la dimensión universal de un espacio público o de la calle es algo básico para mí.

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Estudiaste psicología, ¿ha tenido eso alguna influencia en tu trabajo como artista?
Gracias a la psicología cognitiva aprendí a analizar a través de métodos científicos y de rigor, sin ningún juicio moral y sin basarme en la noción de lo que es bueno y lo que es malo. Hoy utilizo esa neutralidad en mi arte para crear una experiencia global, un pensamiento universalista que me gustaría compartir con el mayor número de personas posible. Me licencié en psicología pero me considero una artista humanista. Y en el caso de la política pienso lo mismo, me considero feminista porque, por ejemplo, creo en la igualdad entre hombres y mujeres, pero no solo me dirijo a las mujeres, mi trabajo como artista va dirigido a hombres y mujeres por igual. Mi trabajo está lleno de mensajes, pero esos mensajes nunca prevalecerán sobre mi acción y lo más importante para mí es que esta acción, estos gestos, deben ser libres.

The Naked Life (2015).

¿Cómo reacciona la gente ante tus performances?
Indignación, incomprensión, cuestionamientos. Mucha gente me ignora, otros disfrutan del espectáculo y otros se ríen. En el Trocadero las reacciones más violentas vinieron por parte de los vendedores de la Torre Eiffel que se pusieron muy agresivos conmigo.

En realidad, tu aparición ante la catedral de Colonia después de los ataques de fin de año fue bastante alucinante. Ahora que la crisis de los emigrantes está dividiendo Europa, tu performance a principios de 2016 parece querer avivar el debate.

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Después de esos ataques, la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, y los representantes de la policía aconsejaron a las mujeres que no se acercaran a hombres desconocidos. Pero en esta historia, como en muchas otras, las mujeres no son las culpables. No hicimos nada malo. No hay ninguna razón objetiva por la que deberíamos sentirnos culpables y creo que, de hecho, mi performance pretendía apoyar esta idea en concreto. Una vez más, no estoy tratando de entrar en ningún debate ideológico. Los mensajes de “no hicimos nada malo”, “no estamos disponibles para todos” van más allá de la política. Lo que veo es una obra artística, medio performance y medio efecto mediático. Eso es justo lo que es, una nueva forma de expresión, entre la acción directa y una experiencia que se hace viral. Y sobre el riesgo de utilizar a la gente como instrumento he de decir que yo misma soy hija de inmigrantes, pero el gran número de inmigrantes que está llegando hace que nuestra integración sea todavía más difícil. Hay una crisis real, y algunos de los derechos que hemos adquirido aquí no deberían de verse amenazados por la llegada de nuevas poblaciones que no están tan acostumbradas a nuestros derechos individuales. Desde ese punto de vista, permanezco bastante alerta.

Traducción de Rosa Gregori.

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